Dicen, en las guerras, que los cementerios están llenos de valientes. Puede ser que, en el Tour, que es como una guerra pero sin balas pero sí con explosiones, sea así también, porque el riesgo es alto cuando uno da más de lo que debe. El tema es que, primero, por valentía, nadie parece que vaya a ganar a Pogacar y a su equipo; y, segundo, que tampoco sabemos el gas que le queda. Así es que pongamos los dichos en duda.
Hoy le ha metido más de medio minuto a Vingegaard. En una etapa en la que estaba clarinete que el esloveno podía cambiar la táctica y pasarse a la defensiva visto lo visto en el último duelo, ha planteado todo lo contrario. Pero es que, además, ha habido juego psicológico en la estrategia, porque como poco se podían plantear varios escenarios, en lo que buscaba el UAE.
En una jornada con un sosete Tourmalet (debería ir a la cárcel por decir esto, porque el Tourmalet nunca es sosete, digan lo que digan), el equipo de Matxin se ha puesto a poner ritmillo sin pasarse. Ponemos a Politt, que dé lo suyo y tal pero para que la escapada, donde otra vez estaba Lazkano, otra vez estaba Healy, otra vez estaban algunos de los que aman la inmolación a ver qué pasa, que esa fuga, digo, no se fuera de las manos. Ahí, a tiro de piedra o, lo que es lo mismo, a bombita de Tadeo Jones. Y ese ritmito de Nils, luego de Marc Soler ahí perfecto, inmaculado, ha ido in crescendo en un Horquette tan bonito como remador para estos profesionales que hacen fácil un morlaco en el que el terrícola cuenta los metros como si fueran millas.
Y las cabezas pensantes en el coche del Visma, me las imagino, planteando escenarios en pizarra. Que si nos van a atacar, que si querrán la etapa, que si qué van a hacer si están tirando con uno o dos hombres, y luego en la fila están los Soudal, nosotros y Tadej a nuestra rueda. Ay, que se viene. Y vaya, se vino un Sivakov imperial y un Almeida rotundo que permitieron que del fondo del estómago de la ballena que subía Pla d’Adet a ritmo machacón soltando lastre saltara Adam Yates, y aquí ya no se sabía a qué se jugaba, si simplemente el británico era la baza para ganar esta etapa para el UAE o era el clásico juego de ajedrez en ciclismo que es lanzar a uno para luego saltar yo con mi capo y que lo lleven un rato en paso firme.
En este lapsus de tiempo, mientras Yates recortaba a Healy, que es lo que quedaba de los valientes que -estos sí- se la habían jugado de inicio a ver qué pasaba, por detrás Pogacar debía de estar analizando culitos. Entonces, por aquello del instinto, el esloveno se lanzó y cortó al danés, que fue a por él, acabáramos, pero este empezó a mirar para atrás ante la potencia del líder. Y Remco, ay mi Remco batallador, seguía como podía, a la estela del hombre que defiende título en este 2024, mientras, ahora sí, todas las cartas estaban encima de la mesa: Pogacar alcanzó a Yates justo cuando sellaban a Healy -monumento al irlandés-, le hizo unos metros y, a cuatro de meta, ya se fue Tadej solo ante la montaña, a abrir un hueco que si bien era de 8, 10 segundos con Jonas, en meta se fue a los 39. Oh, mon dieux, y casi dos minutos ya -1’57”- de renta en la general.
Qué más decir, sino que la fiesta sigue, camaradas. Aquí estamos, en plena batalla, con valientes que tenían la opción de no serlo y seguir ganando, pero ganan más con su juego, y lo que parecía blanco para Jonas ahora es un azul oscuro casi negro que siembra dudas. Vaya, vaya. Las dudas que unos tenían hace dos días las tienen hoy los otros. Y, mientras tanto, los que miramos esto con delirio adolescente, nos frotamos las manos ante lo que viene, que es mucho y bueno. Plateau de Beille mañana, jiji.
Viva el Tour.