A ver si podemos entender el sprint de hoy. Hagamos un ejercicio de vivencia personal que todas y todos hemos tenido. Tu grupeta, tu tropa, salidita de la semana, y sabes que al coronar el puente, en aquel olivo que pasamos cada vez, en aquella señal, bajo aquella bandera, donde aquel contenedor, en la marca del suelo, está ese punto que marca la volata, y entonces se te enciende toda la rabia de tu vida, como si en aquello te fuera toda tu existencia, pensando en cómo reventar, y dejémoslo claro, ¡re ven tar!, a tus amigachos, y entonces, agazapado a rueda haciendo cábalas, piensas, salta, salta, salta, y al mismo tiempo, aguanta, aguanta, aguanta, porque precipitarse es tan malo como no responder a tiempo.
Tú no eres Van Aert ni Groves, más quisieras, pero estamos intentando entender el sprint de hoy, ¿vale?, y entonces sigues ahí, mirando al mismo tiempo la rueda que te precede, que vuela, y a lo lejos, aquel puente, aquel olivo, aquella señal, aquel contenedor, y los cálculos explotan por todas partes cuando ves a uno, o escuchas, que hace clac, clac, baja un piñón, si no dos, levanta el culo, y entonces, como Van Aert, como Groves, te sales de la aspiración, o lo intentas, y con la cabeza casi en el manillar, te pones a mover el manubrio, con fuerza en hombros, brazos, antebrazos, manos, dedos, y hasta uñas, y piernas, claro, que hasta ves importantes los músculos, que los hay, de los pies -tibial anterior, el flexor largo del dedo gordo, todos-, y entonces entras en inercia y ves que vuelas, que te vas, que te embalas, que coges a tu compañero y que es tuyo, el menda, que te había sacado una bici pero ya lo tienes a tiro.
Pero en esto de los sprints son tan importantes las fuerzas como los cálculos, y tienes el gas que tienes, un chute grande que dura lo que dura, para entendernos, entonces, que te crees Van Aert, te pones en paralelo a tu rival, que es Groves, aunque en tu vida real se llama Dani, Paco, Cristina, Elena o el mismísimo Pájaro, que siempre está ahí, y piensas, a la misma velocidad, que ya es tuyo tan rápido como dudas que no, pero mantienes el pedaleo, el cabeceo, mientras te estalla el cuello, las cervicales que dicen basta, los brazos dudan y te explotan, literalmente, las piernas.
Y ahí se acerca el olivo, la marca en el suelo, el contenedor, la cima del puente, y sabes que estás palmando, capo, que vienes de ganar volatas y tal en días anteriores, crecido, digamos, pero más cansado, chaval, que te quisiste meter en todos los fregados, y esta vez te han tomado la medida, como a Van Aert, quien tú no eres, te insisto, no se te olvide, y metes riñonada al vuelo para esperar el milagro lanzando la bici y todo para adelante, pero no, no gana(s), sino que lo hace Groves, tu Dani, tu Javi, tu Ana, tu María, que te ha sacado los ojos bien, muy bien, en una derrota que es, sin embargo, un homenaje al sprint verdadero.