Ángel Olmedo Jiménez / Ciclo 21
Durante el verano de este año, Manuel Saiz Balbás anunció que retornaría al ciclismo de competición. Su nuevo proyecto, que cuenta con el patrocinio de la empresa de suministro energético Aldro, se asienta en las categorías sub-23 y elite, pero sin renunciar a ir creciendo (no en vano la joya de la corona es un centro de tecnificación que pretende dar una visión integral al aprendizaje del ciclista, desde un punto de vista técnico y físico).
El cántabro, hombre de los que no pasa desapercibido y que concita admiración y antipatías a iguales partes, ha tirado de experiencia (y experiencias) para conformar una primera línea de ilustres técnicos, donde descuellan el vasco David Etxebarría y Herminio Díaz Zabala (Reocín, Cantabria, 1964), ambos viejos pupilos de Saiz y con previas experiencias en las tareas de dirección de escuadras ciclistas.
Las experiencias en carretera (tanto encima de la bicicleta, como al mando del coche de director) serán uno de los valores indudables que tanto David como Herminio puedan transmitir a los diecisiete jóvenes talentos que configuran la jovencísima primera plantilla del Aldro
Muchos de esos talentos no pudieron disfrutar de las gestas de Herminio en su época profesional, en gran medida, porque aún no habían llegado a este mundo y, salvo que hayan efectuado una labor de arqueología, desconocerán que uno de sus directores llegó a vestir el maillot amarillo de la Vuelta a España y que, además, fue el ganador de la prestigiosa prueba italiana de la Tirreno-Adriático. Hablamos del año 1991 (el año en el que Herminio obtuvo mayores triunfos), y, en aquel entonces, la Vuelta aún se disputaba en abril (con lo que ello comportaba de riesgos a efectos de eventuales suspensiones por los devenires meteorológicos).
Conviene recordar que Herminio era uno de los hombres de confianza de Manolo Saiz dentro de su estructura del equipo ONCE. El de Reocín inició su andadura profesional en Teka, en 1986, y después de verse enrolado por dos temporadas en el Reynolds (en una de ellas acompañó a Delgado en Francia en el Tour del segoviano), firmó con ONCE, donde abandonaría la práctica profesional activa en el año 1998.
La escuadra amarilla era una de las que podía presumir de contar con una estructura más sólida en cuanto a equipo, y el sacrificio conjunto era uno de los valores que inspiraba Saiz a sus hombres, lo que se trasladaba, por citarnos el ejemplo más representativo, en las pruebas contra el reloj por equipos, una disciplina en la que las prestaciones siempre fueron auténticamente superlativas.
Díaz Zabala, como ya se ha expuesto, era uno de los privilegiados gregarios de ONCE, siempre preocupado por trabajar para sus diferentes líderes e intentando aprovechar las oportunidades que le ofrecían los diversos escenarios de carrera (no en vano, el cántabro había cosechado triunfos parciales en las ediciones de 1987 y 1988 de la Vuelta a Cantabria, y en su palmarés relucía la etapa con final en Benicassim de la Vuelta a España de 1989, en su primera temporada en ONCE, en la que se lanzó en solitario a la aventura y su perfil de rodador aguantó los envites de un pelotón del que llegó a saltar Pedro Delgado. Fueron casi 200 kilómetros de cabalgada que se saldaron con el más grato final).
Volviendo a 1991, Herminio había dado la campanada al hacerse con la general de la Tirreno-Adriático, gracias, principalmente, a su gran rendimiento en la crono individual planteada en la última jornada, y en la que situó su tiempo a solo 5 segundos de Breukink y once segundos mejor que el de su compañero (y especialista), Melcior Mauri.
En la general, el cántabro aventajó en 4 segundos al italiano de Ariostea, Ghiotto, y en 52 al mexicano Raúl Alcalá y el suizo Wegmuller. La victoria de Zabala era la primera de un ciclista español en la prueba (después de él solo tres hombres han cosechado tal honor en la “Carrera de los Dos Mares”: Olano en 2000, Freire en 2005 y Contador en 2014).
Con esa tarjeta de presentación, la ONCE presentaba un fortísimo bloque para la Vuelta a España de 1991, que arrancaba el 29 de abril en Mérida con una crono de tríos (modalidad hoy en desuso), en la que, como no podía ser de otra manera, el terceto compuesto por Mauri, Fuerte y Zabala vencieron, dando el primer liderato al catalán. A 8 segundos se quedó el PDM de Alcalá, Cordes y Raab, mientras que Banesto situaba a Indurain, Gorospe y Santamaría a 12 segundos.
La carrera fue un monólogo de ONCE y el maillot amarillo no fue arrebatado de la posesión de los hombres de Saiz. Al día siguiente, en el que había doble sector, el director decidió que, gracias a los puestos, fuera Anselmo Fuerte el que lo luciera (por la mañana venció Zanoli al sprint) y por la tarde un nuevo recital de los hombres de amarillo en la cronometrada por equipos (baste señalar que Clas quedó a 41 segundos e Induráin se dejó 1 minuto y 46 segundos).
Coincidiendo con la festividad del trabajo, el 1 de mayo de 1991, el director de ONCE quiso regalar su jornada de gloria a Herminio, sin duda uno de los mayores exponentes de ese sacrificio individual por el bien común. El pelotón llegaba a Sevilla, y en el sprint final se impuso el danés Jesper Skibby. De nuevo, y por la suma de puestos, Herminio Díaz Zabala se aupaba a la primera plaza de la general y recogía la prestigiosa prenda en un ambiente sevillano que presagiaba la celebración de la Exposición Universal el año siguiente.
El reconocimiento duró hasta el día siguiente, con meta en Jaén, en el que el catalán Mauri se auparía a la primera plaza, que ya nadie le arrebataría (esta Vuelta cuenta con la peculiaridad de ver cómo una de las etapas reinas, la que transitaba entre Andorra y Pla de Beret tuvo que ser suspendida por la nieve, lo que para muchos fue el verdadero acicate para que Melcior fuera el ganador final [los mismos que olvidan que Induráin perdió tiempo en todas las cronos que presentaba el recorrido. Además de las grupales ya glosadas, el navarro se dejó 56 segundos con el de Vic en la de Cala d´Or, 42 segundos en la cronoescalada entre Ezcaray y Valdezcaray, que resolvió a su favor el colombiano Fabio Parra, y 1 minuto y 6 segundos en la de Valladolid, impecablemente vencida por Mauri]).
El cántabro Zabala contaría con otros dos grandes días de protagonismo, ambos en el Tour de Francia y colaborando con el resto de sus compañeros de escuadra. En 1993, cuando su equipo quedó segundo en la crono por equipos de Avranches, a solo 5 segundos de los italianos del GB-MG, y en 1995, en la misma disciplina, quedando a 35 segundos de los italianos de la Gewiss en Alençon.
Ahora, de nuevo junto a Saiz, Herminio podrá trasladar su espíritu combativo y, sobre todo, su sabiduría en carretera, ésa que le permitía, gracias a su planta de rodador, ayudar a que sus líderes pudieran disfrutar de un tránsito más cómodo, a la espera de momentos como el de Benicassim o Sevilla, que viene a agradecer, con tomas inolvidables, la agradecida prestación de un trabajador infatigable.