Rafa Mora / Ciclo 21
No parece creíble, y a ver si me explico, que en un nivel profesional tres corredores del mismo equipo pongan un ritmo y se queden solos en cabeza en un puerto. Lo que quiero decir es que, seamos serios, si yo estoy subiendo a rueda de unos que no conozco su nivel y estos se ponen gallitos y meten un ritmo que no es el mío, porque en estas lides las diferencias son abismales, entonces compro mi soltadita de rueda y adiós muy buenas. Esto, llevado al profesionalismo, se podría traducir en que en un mano a mano, de acuerdo, también te compro la idea de que un pro ponga un ritmo y él solito se quede solo. Son cosas que han pasado y pasarán.
Pero lo que no pasa, lo que no es normal, es que no solo el súpercrack del equipo haga eso, sino que otros dos compañeros lo consigan también, yéndose el uno, el dos y el tres en comandita abriendo un hueco demencial entre todos los demás que, además, son rivales directísimos. Tal vez la explicación vaya por otras vías que no las puramente del estado físico de los ciclistas implicados, véase Carapaz y Mas principalmente, pero también el resto de los hombres que componen el top10.
Y esas otras vías, a saber, podrían ser por ejemplo que Carapaz mire a Mas y Mas mire a Carapaz, y aquí nadie mueva un dedo. Ah, es tu problema, ah, no, no, mira a ver si es el tuyo, campeón, y cosas así. Me podría valer. O que alguien, con más chicha en ese momento, no sé, Gaudu, que parecía tener más piernas hoy, estuviera encerrado o, tampoco es raro, esperara la respuesta del ecuatoriano y el balear antes que darla él. Podría ser. Pero lo que pinta, lo que realmente parece, es que entre unos y otros la casa sin barrer y el esloveno, haciendo marcha.
Ni en sus mejores sueños, seguro, ni Roglic ni todo el Red Bull podían pensar en que fuera a suceder tal cosa. Pero miren, la Vuelta está en la tercera semana, con el final llegando y con las fuerzas más justas que algunas cuentas corrientes de un ciudadano normal, y las cabezas se encuentran, obvio, también al límite, y a veces ceder, ser, digamos, débil, o menos fuerte, o rendirse antes de tiempo, es más probable que hace dos semanas escasas, cuando todos andaban con las pilas cargadas.
En cualquier caso, raro, muy raro lo que hemos visto hoy en una subida a Moncalvillo en la que Roglic repitió su triunfo de 2020 que consiguió precisamente ante Carapaz y que, todo lo contrario que en esta ocasión, nos dejó un momento absolutamente impagable con el esloveno y el ecuatoriano atacándose y contraatacándose hasta en dos o tres ocasiones. Aquello fue una cosa, y esto, pues otra, muy diferente. Y rara.