Cuentan que en una de las primeras entrevistas que se le hizo, nada más pasar a profesional en 1965, Eddy Merckx dijo que sus objetivos eran “ganar el Tour y batir el récord de la hora”. Tardó menos de cuatro años en ganar la carrera francesa, en la que luego se impuso otras cuatro veces más. Pero el récord de la hora no lo batió hasta siete años más tarde, un día como hoy de hace 50 años, el 25 de octubre de 1972. Y como dijo poco después de bajarse de la bicicleta: “No lo haré jamás”, y cumplió con sus palabras. “El récord de la hora exige un esfuerzo total, permanente, intenso, único en su género. No se puede concebir una gran carrera sin el récord de la hora. Pero nunca lo haré de nuevo. Hay otras carreras que dejar en mi récord, pero he logrado lo que necesito ahora”, se recoge en el libro de Bradley Wiggins ‘My hour’.
La primera vez que se planteó la tentativa fue precisamente en 1969, pero el grave accidente de Blois cortó de raíz cualquier intentona. Fue en 1971 cuando ya se comprometió en afrontarlo esa temporada o en 1972, como una promesa a su patrón, Ambrogio Molteni, tras no haber corrido el Giro. Pero se trataba de un objetivo al que no dedicó demasiada planificación, y que tan sólo decidió a afrontarlo de forma definitiva a finales de septiembre.
De hecho, Merckx quería haberlo afrontado en el Vigorelli, el recinto donde campeones como Fausto Coppi, Jacques Anquetil, Ercole Baldini o Roger Rivière lo habían batido, y donde no tenía que realizar esfuerzos de viajes y tendría mayor repercusión, especialmente para su patrocinador, Molteni. Lo visitó el 12 de octubre… pero no le convenció el estado del velódromo milanés, por lo que se planteó la alternativa de México, donde Ole Ritter había establecido la plusmarca vigente (48,653) pero Ferdinand Bracke había fracasado estrepitosamente por no haberse adaptado a la altitud.
Llegar a final de temporada en el mejor momento de forma
Y la preparación también fue bastante simple: llegar a final de temporada en el mejor momento de forma y aprovechar ese estado. Algo que entonces parecía muy lógico, pero que ahora sorprende por la intensidad, ya que lo hizo tras 120 días de carrera y 50 victorias, entre ellas Milán-San Remo, Flecha Valona, Lieja-Bastoña-Lieja, Giro de Italia, Tour de Francia, o Giro de Lombardía ese mismo año. Curiosamente William Fotherighan refiere en su libro ’Mitad hombre, mitad máquina’ que un parón de diez días por una pequeña lesión en plena época de critériums le preocupó por lo que podía suponerle de romper su estado de forma.
En cuanto a la adaptación a la altitud, no estaba dispuesto a estarse semanas en México como Ritter, quería llegar y realizar la tentativa pocos días después. Lo más que hizo, tras diversas consultas en las Universidades de Milán y Lieja, fue simular en el garaje de su casa las condiciones de la atmósfera enrarecida mexiquense, con una máscara que le limitaba el consumo y unas bombonas de aire con menor proporción de oxígeno. Pero dicen que jamás realizó unos entrenamientos que reprodujeran el esfuerzo que tenía que realizar. No le importaba, él era un rodador, el mejor del mundo en esos momentos, que se sentía obligado a realizar la tentativa, y al que no le importó incluso poner 20.000 dólares de su bolsillo para conseguir el objetivo, sin tener que involucrarse en aventuras publicitarias.
Una bicicleta revolucionaria por su ligereza
El aspecto más revolucionario del récord fue la bicicleta fabricada por Ernesto Colnago, superligera, agujereando bielas, manillar, tija y otros elementos para reducir peso, con radios de titanio o tubulares de 80 gramos, para un peso total entorno a los 5,9 kilos, y un trabajo de más de 200 horas. Una mezcla de tecnología y artesanía que se tradujo en dos bicicletas idénticas: una que permanece en el Museo Colnago, y la otra, la que se utilizó, en la estación de metro de Bruselas que rinde homenaje al ‘Caníbal’.
El viaje a México -21 de octubre- no le supuso excesivos problemas de adaptación horaria -dicen que no durmió y que se tomó un par de whiskys-, llegó de noche y la mañana siguiente probó el velódromo, decidió salir con un 52×14 y esperó al día siguiente para realizar su tentativa. Solamente que una tormenta torrencial dejó el velódromo impracticable. Las lluvias continuaron para desesperación de Merckx que veía que cuantos más días pasasen, más se podía resentir su condición física.
Por fin pudo volver a entrenar en la tarde-noche del 24 cuando se decidió afrontarlo al día siguiente, pero muy temprano, a las 8 de la mañana, cuando el aire -otro enemigo a tener en cuenta- estaba totalmente calmado. Además, la hora coincidía más con su reloj biológico, aún dependiendo de la hora europea.
El caso es que a las cinco de la mañana del miércoles 25 de octubre Merckx ya estaba levantado, a las siete menos diez en la pista y a las 8:56 iniciaba su intento, un poco nervioso ya que sabía que posiblemente no tendría otra oportunidad si las cosas le iban mal, acompañado de 50 periodistas que le habían acompañado desde Europa, y unos 2.000 espectadores que pudieron presentarse en el velódromo Agustín Melgar tras el llamamiento de Radio México en las horas anteriores cuando se confirmó la tentativa. Entre ellos, el ex rey belga Leopoldo, la princesa Liliane y sus hijas, Esmeralda y María Cristina.
La táctica de cómo afrontar el récord fue otro de los factores en los que no se incidió demasiado. Merckx y sus asesores pensaron siempre en salir a tope, para batir los récords de paso intermedios… para horror de algunos antiguos recordmen como Anquetil o Rivière.
Podría haber superado los 50 kilómetros
La salida, en efecto, fue explosiva: menos de 1:10 en el primer kilómetro -una marca que entonces no había desmerecido a los especialistas en la distancia y 5:55 en el kilómetro 5 -otro registro digno de una persecución individual, que entonces los profesionales cubrían en esa distancia-. A los 20 kilómetros la diferencia con respecto a Ritter era de once segundos. Estaba claro que Merckx iba a batir el récord, pero sobre el minuto 40 comenzó a dar muestras de flaqueza, especialmente del 42 al 48, y aquello fue lo que le costó irse por encima de los 50 kilómetros. No obstante, hay que rendirse al final del belga, que recuperó sus mejores ritmos y terminaba en 49,431, rompiendo el récord anterior por 788 metros, el mayor margen desde comienzos de siglo.
Merckx descendía de la bici completamente roto, anunciando que no lo volvería a intentar, para atender posteriormente a los periodistas, con los que comentó que el 52×14 fue un desarrollo “demasiado grande, que no supuso problema durante cinco o seis kilómetros, pero durante una hora fue demasiado”, pero sin plantearse nunca si salió o no demasiado rápido. Tampoco se arrepintió de hacerlo en México, y pronosticó que su récord se terminaría batiendo, doce años más tarde.
Pero no le gustó nada que fuese Francesco Moser quien lo hiciera acompañado de todo su aparato tecnológico. «Por primera vez en la historia del récord de la hora, un hombre más débil ha vencido a un hombre más fuerte». Sin embargo, su plusmarca como tal, una vez convertidas en ‘mejores esfuerzos’ los récords del italiano, de Obree, de Boardman, de Indurain y de Rominger, solamente pudo ser batida 28 años y dos días más tarde, y apenas por diez metros, por el inglés, lo que realmente puso en valor el registro del monstruo belga…. Y el del británico, aunque eso es otra historia.