Muchísimas veces había sucedido algo similar. Demasiadas. Condiciones que no permitían el desarrollo de la carrera ya no en condiciones normales, sino –más grave aún– atendiendo a las más mínimas normas de seguridad para los ciclistas. El calor. El viento. La lluvia. La nieve. Condiciones climáticas, todas, que llegado a un extremo hacen demasiado peligroso el desarrollo de una carrera ciclista profesional, donde todos tienen algo que ganar. Donde los intereses de los equipos, los corredores, los organizadores y el público siempre coinciden cuando las cosas van bien, pero que no tienen porqué confluir cuando vienen mal dadas. Y eso es lo que ha sucedido hoy en el Tour de Omán. Los corredores han dicho ‘basta’. Ha sido un sinsentido desde su inicio. Una situación para analizar con calma y cuyas repercusiones finales y, sobre todo, consecuencias a largo plazo se irán desvelando en los próximos días y semanas.
Para entender lo que ha sucedido, primero tenemos que fijarnos en los datos objetivos. Lo plausible. Lo que nadie puede negar. Y eso ha sido una tormenta de arena que hacía absolutamente imposible el tránsito de las bicicletas. Primer problema. Discusiones y tensa espera hasta que la organización, decidida a que la quinta etapa de la carrera se disputase, decidió trasladar a la caravana hasta el circuito final y celebrar una etapa de 100 kilómetros en esa zona en la que la arena no suponía un problema.
Pero, de nuevo, un dato objetivo: el viento era tremendamente fuerte. Ya fuera del desierto, el aire soplaba igual, pero al menos la arena no volaba en nubes opacas impidiendo la visibilidad. Hacía calor. Entre 35º y 40º. Ese también es un dato objetivo. La salida se tomó, pero las caras en el pelotón eran bastante largas. Algunos no las tenían todas consigo. Difícil convencer a Alenxandre Kristoff, ganador hace dos días, de que se podía correr con seguridad después de que una rata le golpeara en la cabeza al salir volando desde un árbol debido al viento.
Lo que sucedió durante la disputa de la corta etapa es intrascendente hasta que el pelotón en bloque decidió boicotear la carrera. Se paró bajo el resguardo de un puente. A la sombra y protegidos del viento por los taludes laterales, se plantaron los corredores. No querían seguir. Consideraban demasiado peligrosa la situación. La organización, sabedora de que no se trataba de la primera vez en la historia del ciclismo en la que los corredores se amotinaban y, tras las debidas conversaciones –amenazas– acababan por protagonizar una nueva bajada de pantalones, llegó a chantajear a los equipos diciendo que si no se completaba la etapa, no volvería a haber Tour de Omán en el futuro. Finalmente, la etapa terminó bajo el puente. Los corredores, por primera vez, hicieron piña y no se rindieron. Sin ellos, por fin parecen haberlo entendido, no hay espectáculo. Rodaron hasta la meta, sí; pero de forma neutralizada.
Pero aquí es donde se acaban los hechos objetivos y comenzamos con las interpretaciones. La organización –es muy importante mantener en la cabeza que se trata de ASO, la misma empresa que hace posible el Tour de Francia– utilizó sus armas de siempre. La intimidación y la amenaza. Mientras, en las radios y las televisiones locales, se interrumpía una y otra vez la programación para lanzar boletines urgentes a la población. Se les pedía que evitaran salir a la calle. Que no subieran a zonas altas. Se insistía a los conductores a detenerse en el primer lugar posible que ofreciera refugio del viento y la arena. Pero no. La organización entendía que todo aquello no iba con los corredores. Que la carrera estaba por encima del viento. Por encima de la temperatura. Por encima de los consejos de seguridad de Protección Civil. Por encima de la naturaleza. Por encima, en definitiva, de la seguridad de los corredores. Nunca por encima del dinero.
El problema para ASO en esta ocasión es que el Tour de Omán, admitámoslo, no interesa un carajo a la población local. Además, la falta de cobertura televisiva era otro claro síntoma del absoluto desinterés por parte del aficionado tradicional, el europeo, más interesado ahora en la pelea entre Contador y Froome en Andalucía y en el inminente inicio de las clásicas. Y, claro, las clásicas. Las carreras de un día que los grandes nombres presentes en Omán no están dispuestos a arriesgar bajo ningún concepto. Por último, a ASO le venía muy mal la inexistencia de ningún equipo local –¿qué equipo puede haber en Omán si, insistimos, no existe el más mínimo interés por el ciclismo? – que presionara por volver a iniciar la marcha por motivos estrictamente comerciales. Ya saben a qué nos referimos.
Por último, tenemos a un grupo de corredores a los que se les juntó motivo y oportunidad. Habían tenido motivos antes. Muchas veces, pero no tanto la oportunidad. Quizá por primera vez en la historia el pelotón completo estaba en una carrera en la que nadie tenía el más mínimo interés comercial. Una prueba que sólo les interesa por el sol y los kilómetros tranquilos que ofrecen. Lo que de toda la vida hemos denominado un entrenamiento con dorsal. Así, agarrados a esa oportunidad que les daba que ningún patrón estuviera colgado al teléfono preocupándose por la imagen que su marca estaba dando parada bajo un puente en una carretera cercana a Mascate, los ciclistas se demostraron a sí mismos que podían con el sistema. Que si se unían, nadie podía con ellos. Porque el ciclismo no existe sin ciclistas. Eso, por puro evidente, parece que fue un shock para la organización.
Ahora, a falta de la etapa final de mañana, habrá que estar muy atentos a los próximos movimientos. Porque aquí, en Omán, ha pasado algo. Algo gordo. Esto no puede ni va a quedar así. La UCI tendrá que actuar de oficio y establecer una norma para regular qué deben de hacer corredores y organizadores en caso de situaciones climatológicas adversas. La organización deberá de confirmar o desmentir su amenaza de cargarse la carrera omaní (y cuidado con las consecuencias de hacer una cosa u otra). Los corredores deberán de darse cuenta, al fin, de que son ellos los que tienen la sartén por el mango. Porque esto volverá a suceder. Y sucederá en carreras históricas. Con intereses muy contrapuestos en juego. Y, o se habla ahora –y mucho– sobre el tema o volveremos a lo de siempre.
Ahora, y nunca mejor dicho, habrá que esperar a que la arena se pose para poder ver el horizonte. Mañana, más.
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