El amor de Boabdil por Granada pasó a la historia con sus múltiples versiones de los que dicen que fue un cobarde, los que aseguran que fue un valeroso defensor de la ciudad que la entregó entre lágrimas, y los que dicen que lo hizo para salvar la Alhambra y compañía de la destrucción, o todos juntos entremezclando teorías. Y en ello están. Sea como fuere, no entraremos aquí en debates históricos sino ciclistas, y valga el último rey nazarí de esta maravillosa ciudad para situar la carrera, donde Enric Mas ha dado hoy espectáculo para la historia de la Vuelta, para al final conseguir, sobre el papel, de acuerdo, poco o nada.
«Solo ha servido para el espectáculo», dijo primero a los periodistas. «No ha servido para nada», añadió después. Alguien, en el Movistar, en el equipo, se tendrá que encargar de darle la vuelta a esta visión derrotista con la que el corredor mallorquín se flagela, para hacerle ver que hoy lo que ha conseguido tiene un valor enorme. Vale que, con los datos en la mano, no ha sacado tiempo y está como antes, pero varias cosas caen en su haber, como ya pasó en el Pico Villuercas.
Les ha dicho a sus rivales que está en su mejor momento de forma; se tiene que creer que puede estar delante porque lo ha estado; puede atacar a sus rivales sacando rédito por ello sin esperar a ver debilidades; puede ser valiente y hasta suicida sin reprimirse teniendo por delante impedimentos como un largo descenso, un llano matador y una jauría de enemigos persiguiéndolo; su trabajo terapéutico ante el miedo a los descensos da sus frutos; ni siquiera lo amilana un sustaco de los gordos saliendo de una curva y yéndose a la grava; y vayamos con lo que él parece no valorar pero es bastante crucial para su paso a la historia, como lo hizo Boabdil: su opinión pública está mutando, las versiones sobre su persona cogen otros derroteros más positivos o, cuanto menos, hemos pasado de un no hay debate y la mayoría te ve como un ciclista que no lo intenta, que se queda siempre esperando a rueda el fallo de los otros, a un corredor que se lanza, se echa la manta a la cabeza y alea jacta est, César, morituri te salutant.
Para todo ello, para que Mas se dé cuenta del valor de lo de hoy, no tiene más que ver cómo cada día los hay que lo intentan, gastan, se inmolan, y sacan poca tajada. O ninguna. Miren hoy Carapaz, que se ha lanzado como un descerebrado a 87 de meta y tres puertos por delante -acabando el primero de ellos, en honor a la verdad- y la etapa ni la ha olido ante el empuje de Yates, pero de rebote, buscado seguramente, se ha metido en la pomada por la general. Miren los Kern Pharma de todos estos días, que no están logrando éxitos, digamos, deportivos, pero en cada etapa se están ganando el aplauso del público por su lucha enorme en un nivel deportivo que es superior -sobre el papel- al suyo. Orgullo total por todo aquel que lo intenta. Acabará esta Vuelta, como acabe, y diremos que Mas lo intentó, y no como otras en las que el debate en torno a Enric era si tenía arrojo o no lo tenía, y la conclusión era clara. Hoy ya hay división de opiniones y eso es conseguir cosas.