Nueve años antes, en 1973, la ciudad (aunque nadie lo sabía todavía) había visto nacer a la figura ciclista más controvertida que tendría Alemania. En 1982, llegaría otra gran figura de los pedales a la ciudad. No sería el último. Hoy, André Greipel (16 de julio de 1982) comparte pelotón con otro ilustre vecino de Rostock, Paul Voss. Con diez victorias en el Tour de Francia, cuatro de ellas conseguidas en la pasada edición, el alemán Greipel es el sprinter del momento. Es un velocista puro. Su palmarés sólo contempla puestos de honor en una clásica, la Vattenfall Cyclassics, en la que este año, por fin, consiguió el primer puesto.
Tres etapas en el Giro de Italia, cuatro en la Vuelta a España, un bronce en el Mundial (2011), uno de los grandes favoritos de cara a la cita de Richmond y un sinfín de muescas más desde que debutara, allá por 2005. Sin embargo, y pese a su extraordinario Tour de Francia de 2015, ningún medio alemán le ha dedicado una portada. “¿Cuántas entrevistas he concedido en Alemania desde el final del Tour? Una. A un medio especializado”. El rotativo belga Het Nieuwsblad ha visitado a André Greipel, el sprinter que parece disputar las llegadas sin dientes, en su casa. Para vivir su realidad. Una entrevista que, por su interés, reproducimos hoy en Ciclo 21.
Greipel vive en Hürth-Stotzheim, una localidad cercana a Colonia. Un pueblo muy pequeño que cuenta apenas con una panadería, una cafetería y un pequeño supermercado. Los periodistas llegan pronto a la cita y preguntan por el que, en otros países como Bélgica, Francia, España o Italia, sería una auténtica eminencia entre los poquísimos vecinos del municipio. ¿Greipel? Ojipláticos, los vecinos no saben a quién se refiere el periodista al preguntar por el ganador de cuatro etapas en el Tour de Francia hace ahora menos de dos meses. Sólo un vecino exclama, ¿André? ¡Natürlich! Es el más joven de todos.
La semana pasada vivió su momento de gloria local. Durante la feria del pueblo le prestaron unos minutos de atención “porque con mis triunfos en el Tour le di algo de notoriedad al pueblo y alguien pensó que debían de agradecérmelo. No me apetecía nada. ¡Toda esa atención! El tiempo no pasaba lo suficientemente rápido. ¿Por qué no podían comportarse de una manera normal?”, dice un Greipel que no disfruta especialmente con ser el centro de atención.
Greipel vive en un barrio poco pretencioso. En una casa adosada. Idéntica a la del resto de los vecinos de su calle. Wim Vos, periodista de Het Nieuwsblad, acostumbrado –como lo estamos en España cuando hablamos de las figuras más relevantes de nuestro deporte– a que ciclistas de su nivel vivan en casas mucho más llamativas, interpela a Greipel sobre ello. “En Bélgica tienen una impresión equivocada de cómo vivimos los ciclistas. Allí están todos locos por el ciclismo. Seguro que Tom Boonen es un chico normal, pero en su país apenas podrá escapar de la presión del ojo mediático. Aquí, en Alemania, los ciclistas no somos celebridades. La mayoría de las personas no tienen ni idea de ciclismo. ¡Piensan que la temporada dura el mes de julio! Sólo conocen el Tour de Francia. Hace poco alguien del pueblo me preguntó qué es lo que hacía el resto del año ahora que el Tour había terminado. Le dije que había corrido el ENECO Tour. ¡Tendrías que haber visto su cara! No sabía de qué le estaba hablando. No tienen ni la más remota idea de que existen carreras durante todo el año. El fútbol es lo único importante en Alemania. Si les digo que me estoy preparando para el Mundial, no entienden nada. ¿Existe un Mundial en ciclismo? ¿Se corre cada cuatro años? Esa es la mentalidad alemana. No tienen ningún tipo de interés en el ciclismo. Sólo he tenido una petición de entrevista en mi país y fue de una revista especializada. ¿Televisiones o medios generalistas? ¡Cero!”.
Pero esta falta de atención –o reconocimiento– no parece molestarle. Cuando habla de su falta de presencia en los medios lo hace con el tono de voz que se usa para describir una realidad. No lo hace enfadado. No lo echa en falta “porque prefiero que me dejen en paz. Cuanto menos se me conozca, más feliz soy. Por eso me gusta mucho vivir aquí. Desde mi ‘presentación en sociedad’ en la feria, eso habrá cambiado un poco, pero hasta la semana pasada, cuando llevaba a mis hijos a ballet o a hockey, sé perfectamente que el resto de padres no tenían ni idea de quién era o qué hacía. ¡Y que se quede de esa manera! No me gustaría que, de repente, todo el mundo quiera hablar conmigo porque soy ciclista. Selfies, autógrafos… no lo rechazaría porque es una cuestión de cortesía, de educación… pero lo odio”.
No es el único que piensa así en la familia. Tras su primer triunfo en el pasado Tour de Francia, mientras su mujer Tina le abrazaba, los fotógrafos les pidieron que posaran juntos. Ella no sabía dónde meterse. Una actitud muy distinta a, por ejemplo, de la de la cada vez más presente mujer de Mark Cavendish, Peta Todd. “El ciclismo es sólo mi trabajo”, dice Greipel, muy lejos del sentimiento que otros grandes nombres de este deporte como Alejandro Valverde han mostrado aunque concede que “es un trabajo que me encanta hacer, pero no lo es todo en mi vida. Me alegra muchísimo no haber corrido ningún critérium después del Tour, aunque eso haya significado dejar de ganar mucho dinero. Pero tengo una familia. Anna Sofía tiene once años y Luna Malou, cinco. Sólo tienen seis semanas de vacaciones y de esas me pierdo cuatro porque estoy en el Tour. Sólo me quedan dos semanas que prefiero pasar con ellas que corriendo. Además, después del Tour necesitaba un descanso mental. El estrés del Tour es matador. Cuando eso pasa, me gusta venir a casa. De lo contrario, no consigo hablar de otra cosa que no sea ciclismo. Y, como imagino que ya habréis adivinado, no es algo que me guste”.
Pero, aunque no le guste recibir más atención de la que ya recibe fuera de las fronteras alemanas no quiere decir que a Greipel le guste el maltrato al que es sometido el ciclismo en Alemania. Eso sí le molesta. La televisión alemana (ARD) volvió a retransmitir el Tour de Francia este año después de muchos años de ausencia. Al menos, sus compatriotas, los aficionados, pudieron ver sus cuatro triunfos en directo. “Pero se han perdido muchas oportunidades en el pasado”, reconoce con cierto tono de molestia en la voz por primera vez. “¿Cómo quieres que me conozcan en mi pueblo? Aquí la gente sólo mira dos canales, la ZDF y la ARD. Durante años, ninguno de esos dos canales no ha dicho absolutamente nada positivo del ciclismo. Querían dejar siempre muy claro que estaban muy disgustados por todos los escándalos de dopaje, pero han tardado demasiado tiempo en entender y aceptar que estamos ante una nueva generación. Hay más ciclistas alemanes. Una generación que corre limpia. Kittel, Degenkolb, Martin, yo mismo… Ha habido oportunidades más que suficientes. Siete triunfos alemanes en el Tour de 2014, seis en 2013, tres en 2012. Pero daba la impresión de que los periodistas alemanes recibían órdenes de atacarnos sin piedad. Publicar todo lo que era malo. Todo lo negativo. Sin en agosto se encuentran cientos de muestras de sangre sospechosas en el atletismo, escribían una semana sobre el tema, pero una vez que comenzó el Mundial todo el mundo se centró en el plano deportivo. En la actualidad diaria. Sin embargo, cuando se trata del ciclismo, hemos estado años enteros hablando única y exclusivamente de doping. En otros países como Bélgica se le da un enfoque más correcto. Tom Boonen ha dado positivo dos veces con cocaína. Se lo juro: si hubiese sido alemán, ahora estaría durmiendo bajo un puente. Habría sido el final de su carrera. En otros países, en Bélgica por seguir con el mismo ejemplo, estas cosas se tratan de una manera más humana”.
Quizás la aversión de Greipel a ser reconocido tenga su origen en esa época. “Puede ser. Durante años me daba pánico decir que era ciclista. Literalmente. Cuando fui al banco para pedir la hipoteca para comprar esta casa, me preguntaron de dónde provenían mis ingresos y me negaron el préstamo. Luego das positivo y no podrás pagarnos, me espetaron a la cara ¡Eso ocurrió así! Después de eso, cuando me preguntaban por mi profesión, siempre decía que era deportista, sencillamente para evitar situaciones incómodas”.
Todo eso le ha llevado a “estar enfadado con la generación anterior a la mía. Por su culpa he perdido un montón de dinero y de atención. En ocasiones veo a Ullrich y se lo he dicho. Ahora, él mismo sabe y reconoce que cometió errores”.
Conseguir que André Greipel muestre su lado enfadado no es sencillo. En el pelotón y, especialmente, en el equipo Lotto-Soudal, se podrán escuchar miles de adjetivos hacia su persona, pero todos son positivos. Todos le consideran un buen tipo y muy educado. “Sí, a veces me maldigo por ello. Cuando consigo una victoria, siempre se lo agradezco al equipo porque no puedo imaginarme que se pueda conseguir sin el trabajo de todos, pero cuando el equipo lo ha hecho excepcionalmente mal, no me suelo atrever a decirlo. No sé criticar a los demás. Evito los conflictos, incluso en casa. Si alguien debe de ser estricto con los niños, esa es mi esposa. Me describiría más como alguien disciplinado. Siempre respetaré a rajatabla mis horarios de entrenamiento. Esa es una parte de la herencia recibida de la cultura del deporte de la antigua Alemania del este. Haz un plan y mantente fiel a él. Cuando yo era niño, eso es algo que se nos inculcaba”.