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Ángel Olmedo Jiménez / Ciclo 21
Antonio Piedra, que había anunciado la retirada del ciclismo activo durante el año pasado, ha sorprendido, a propios y extraños, esta pasada semana, al manifestar que volverá a la práctica profesional, en la temporada 2016, en las filas del equipo brasileño Funvic Soul Cycles Carrefour, donde no será el único español, ya que en el mismo militará el navarro de Urdiáin Pablo Urtasun.
Con todo, y a pesar de lo deslumbrante de la noticia, no cuenta con margen de comparación con la gesta por la que Piedra (Sevilla, 1985) alcanzó su mayor fama en el pelotón, la victoria en la etapa reina de la Vuelta a Ciclista a España de 2012, con final en Los Lagos de Covadonga.
Conviene retrotraerse a ese año, en el que la participación en la ronda española era de excepción, destacando la presencia del segundo clasificado del Tour de Francia, Chris Froome (que había dado muestras de poder superar a su jefe de filas Sir Bradley Wiggins), y la del tridente español compuesto por Alberto Contador, Alejandro Valverde y Purito Rodríguez que, tras una bellísima batalla, y por ese orden, ocuparon los distintos cajones del pódium en Madrid.
La etapa que hoy nos ocupa contaba con un total de 186,7 kilómetros y partía de La Robla. Ocupaba el decimoquinto lugar desde el banderazo de inicio (que se había dado en Pamplona, en una cronometrada por equipos en la que el equipo local, el Movistar, no permitió que nadie le superara). El trazado era sinuoso y los ciclistas habían de franquear un tercera, Santo Emiliano, para concatenar las subidas de El Mirador de El Fito y el temible ascenso a los Lagos.
Piedra celebra su victoria en la meta de Los Lagos © Tim de Waele
La subida a Covadonga es de una dureza irresistible durante sus más de trece kilómetros, reservando rampas de hasta el 15% durante su escalada. Ese tramo, el más exigente, recibe el nombre de La Huesera y depara unas imágenes de extrema belleza en el esfuerzo de los competidores, siendo núcleo de atención para la parroquia asturiana, que, ávida, aguardaba la llegada de los profesionales.
La carrera llegaba tremendamente disputada y todavía muy abierta. El líder era el catalán de Katusha, Rodríguez, que aventajaba a Contador en 22 segundos, y a Valverde y a Froome en 1 minuto y 41 segundos.
Con ese menú, y teniendo en cuenta que aún se reservaba la llegada al Cuitu Negru al día siguiente (un inédito puerto del que se proclamaban pendientes de hasta el 30%) y a la Bola del Mundo, en la antesala de Madrid, la clarificación de los puestos de cabeza se hallaba más que discutida y con numerosas variables.
Como suele ser habitual en este tipo de jornadas, se conformó una fuga numerosa de inicio que fue abriendo hueco conforme avanzaban los kilómetros. En ella, se había colado uno de los hombres más presentes en los cortes en etapas anteriores, el sevillano Piedra (de Caja Rural, equipo batallador y que justificaba, sobradamente, su invitación a la carrera), y otros nueve corredores: De la Fuente, compañero de Piedra, Pérez (Euskatel), Seeldraeyers y Kashechkin (Astana), Mondory (Ag2r), Lastras (Movistar), Geschke (Argos-Shimano), Reynes (Lotto) y Lagutin (Vacansoleil).
Que la victoria se iba a disputar en ese grupo se supo, de manera incontestable, cuando, al coronar el Fito, la distancia con el pelotón de las principales figuras se marchaba hasta más allá de los 14 minutos. Las circunstancias de carrera eran totalmente divergentes y mientras que por delante el sueño era la gloria de la etapa, por detrás las calculadoras se ponían en marcha pensando en portar la Roja en Madrid.
Nada más iniciar el ascenso a los Lagos, el Saxo de Contador puso un ritmo muy exigente, que puso en aprietos al británico Chris Froome. Tanto Dani Navarro como Jesús Hernández, dos gregarios del pinteño, se fueron hacia delante, para servir como puente de un eventual ataque de su jefe de filas. Hubo multitud de demarrajes, de escaladores de renombre como Nairo, Igor Antón o el polaco Majka.
Pero los ataques del principal favorito llegaron, vaya si lo hicieron, muchos y continuados, pero no fueron capaces de desgastar al líder Rodríguez que, haciendo muchísimos y denodados esfuerzos, se soldaba a la rueda del madrileño. Valverde, en cada empellón, hacía la goma y se reintegraba cuando descendía el ritmo mientras que Froome, envite tras envite, perdía comba y recuperaba la estela de los mejores cuando éstos reducían su velocidad.
Delante, el sevillano Piedra se marchó de sus compañeros de fuga cuando restaban once kilómetros para alcanzar la meta, en una apuesta que se antojaba, a iguales partes, arriesgada pero de una estrategia implecable, puesto que su compañero De la Fuente se mostraba como uno de los más enteros en el grupito perseguidor, en el que el entendimiento iba fluctuando a la luz de la coyuntura de carrera (nadie quería gastar un gramo de las escasas fuerzas que restaban para beneficio de otro Caja Rural).
En el tramo de la Huesera, donde Piedra sufrió un evidente descenso de ritmo, el cronómetro marcaba una diferencia, con sus inmediatos perseguidores, de 1 minuto y 18 segundos. Quedaban algo menos de siete kilómetros para la conclusión de la etapa pero la apuesta del sevillano se presentaba agónica y heroica, situada en ese fiel de la balanza que podía concluir tanto en magnífica victoria como en un desfondamiento nada apetecible. Desde su coche de equipo no paraban de trasladarle gritos de ánimo que perseguían, en la medida de lo posible, mitigar el dolor de piernas del bravo corredor.
Y ese aliento se convirtió, al final, en lágrimas de emoción para un equipo como el Caja Rural que obtenía su primera victoria de gran relevancia en el entorno internacional y que, de una vez por todas, transformaba la ingrata tarea de aventurero en el oropel y el champagne que riega el sufrimiento de los vencedores.
Antonio Piedra había ganado ese mismo año en Noruega el Gran Premio de Rogaland, también en solitario. Y años antes, en 2009, su palmarés refería otro triunfo en la novena etapa de la Vuelta a Portugal, llegando a meta junto a su compañero, en el equipo Andalucía-Caja Sur, José Antonio López Gil. Ninguna de ellas comparable en repercusión y gloria si bien todas ellas comulgaban del mismo índice de sacrificio y entrega anónimo.
A pesar de sus múltiples ataques, Contador no pudo dejar de rueda al líder Purito en las rampas de Los Lagos © REUTERS/Miguel Vidal
Mucho tiempo después, hasta 9 minutos y 24 segundos más tarde, se personaron los protagonistas de la general. Contador, contrariado por ver cómo Purito no cedía, y un Valverde (que a duras penas había conseguido mantener la rueda de los dos grandes escaladores) satisfecho porque el hombre de Sky Froome se retrasaba otros 35 segundos más (un botín que permitía al murciano confiar en sus aspiraciones al pódium final).
El resto de la Vuelta lo conocen. El ataque en la etapa de Fuente Dé de Contador (que algún día será objeto de repaso individualizado), el inesperado liderato del ciclista de Saxo y su victoria final en Madrid, debiendo defender ese primer puesto en una etapa tan dura como la de la Bola del Mundo. Esa historia es la más recordada, la de los grandes titulares.
Pocos, muy pocos, recuerdan que Piedra hizo historia en los Lagos y que, todavía hoy, puede presumir de ser el último español en haber ganado, en competición, en esa inigualable cima en La Vuelta (en 2014, la carrera también visitó el paraje, venciendo el polaco de Lampre, Przemyslaw Niemiec).
