Aunque seguramente a él le gustaría que estos últimos días del año fuesen más tranquilos, el estreno de la película ‘The Program’ le ha vuelto a situar en el centro del ojo mediático. La última vez que su nombre copó titulares fue este mismo verano. Él solito se lo buscó entonces, cuando decidió anunció que participaría, junto al internacional inglés Geoff Thomas, en una iniciativa para recaudar fondos para la lucha contra el cáncer que pasaba por recorrer, antes de que lo hicieran los corredores, algunas etapas del Tour de Francia.
Esta vez, sin embargo, no es él quien controla el tempo del mensaje y, como siempre en su vida, es algo que no le gusta. Le molesta profundamente. Y, como ha venido siendo habitual desde aquella confesión en el programa de Oprah, ha vuelto a verse al Armstrong victimista. El que asegura que no tiene interés en obtener tanta atención. El que hace guiños a sus ‘víctimas’ asegurando que entiende su sufrimiento. Y, por supuesto, el que se presenta como un hombre derrotado.
Esta vez ha sido en una entrevista en el diario The Times donde Lance Armstrong ha intentado amortiguar el –nuevo– golpe que a su imagen asesta la durísima ‘The Program’. Y lo hace, a la vez, defendiéndose de las acusaciones que sigue sin haber reconocido por el momento y atacando duro con insinuaciones de que los corredores actuales podrían no estar tan comprometidos como aseguran con un deporte más limpio.
“Nunca le dije a mis compañeros de equipo que debían de doparse. Eso es cien por cien mentira”, defiende sobre todas esas declaraciones realizadas por parte de ex componentes del US Postal –y posteriores– en las que todos le señalan como el incitador y conseguidor del equipo. “En aquella época el deporte tenía otra cultura. Había entonces una sustancia, la EPO, que era enormemente eficiente. Si mañana saliese al mercado una sustancia como la EPO y que fuese indetectable, todo el mundo en el ciclismo la usaría”, asegura sin ningún tipo de rubor”.
Pese a haber reconocido que consiguió todos sus grandes triunfos recurriendo al uso de sustancias dopantes, Armstrong deja claro que “todavía me enfada mucho que la gente piense que gané todo lo que gané únicamente por haberme dopado. Eso no es así. Uno de mis ex compañeros, Kevin Livingston, lo expresó muy bien cuando dijo aquello de que de los 190 corredores que participan en el Tour de Francia, 200 usan EPO”, en un nuevo intento por hacer ver que compitió en igualdad de condiciones con todo el resto del pelotón y que, por lo tanto, sus triunfos, aunque manchados por el dopaje, fueron fruto de ser el mejor corredor de su generación.
Como viene siendo habitual desde que los medios de comunicación franceses comenzaran a acusarle, todavía sin pruebas documentales, de uso de sustancias dopantes, Armstrong sigue defendiéndose negando su uso en ciertas partes de mi carrera. Es el caso de los dos años de su regreso al ciclismo tras su primera retirada y lo hace atacando duramente a la USADA. “En 2009 y 2010 no hice nada. Lo dije bajo juramento. Si existiese un test fiable que funcionase con absoluta seguridad y ellos dijesen ‘Lace, danos tus muestras’, estaría a favor de hacerlo al cien por cien. Pero ellos no quieren eso porque si se demostrase que estaba limpio en 2009 y 2010, eso iría contra toda su historia”. Sigue manteniendo que “la USADA ha mantenido tres ideas fuerza: el programa de dopaje más sofisticado de la historia, el mayor fraude de la historia del deporte y Lance Armstrong forzó a jóvenes atletas a usar sustancias peligrosas para su salud. Todo eso es mentira”.
En su discurso victimista y naif, Armstrong busca dar ahora la imagen de un hombre que no supo medir sus pasos hasta anteayer. “Mi confesión en el programa de Oprah llegó demasiado pronto. Me ha llevado años entender a la perfección las cosas que digo ahora, por eso considero que esa confesión llegó pronto. Estaba bloqueado y lo único que quería era quitarme de en medio, pero era demasiado pronto. Todo estaba demasiado fresco. Todavía no lo había repasado todo mentalmente. Todavía no lo he conseguido”.
En ese mismo sentido, asegura que ahora entiende muchas cosas que el día que reconoció todas sus trampas en horario de máxima audiencia no entendía. “He llegado a comprender el enorme sentimiento de traición que siente muchísima gente. Especialmente, aquellos que confiaban en mí. Me apoyaron, lucharon por mí, algunos de ellos incluso recaudaron fondos. Ahora entiendo que se sienten como idiotas. Es un peso enorme que debo de llevar y vivir con él”. Aún así, incluso cuando habla de esas personas traicionadas, vuelve a salir a la superficie el Armstrong retador y vengativo. “Todo eso es así para aquellas personas que actuaban de forma desinteresada y que no sabían nada. Pero para los que sí sabían y ahora actúan horrorizados… para ellos tengo guardado un sitio especial”.