Los organizadores del Tour de Omán ya han oficializado que, salvo que se produzca un milagro de última hora, la séptima edición de la carrera omaní, que comenzará el 16 de febrero, será la última de su historia. Pese a contar con el apoyo [no sólo] logístico de ASO, parece que los responsables del ciclismo omaní y, sobre todo, sus patrocinadores, han caído en la cuenta de que invertir dos millones de riales (casi 5 millones de euros) por temporada en una prueba que no despierta el más mínimo interés entre la población local y que, pese a los esfuerzos realizados por conseguir lo contrario, tampoco levanta ningún tipo de pasión en el mercado europeo, es algo que podría calificarse como de auténtico despilfarro y, aunque los pozos de petróleo siguen lanzando su oro negro a buen ritmo, seguramente haya nichos de mercado más interesantes donde invertirlos.
Además, se da la circunstancia de que hasta ahora los mejores nombres del pelotón mundial –importante incentivo económico mediante– era gustoso de subirse a un avión y comenzar a tomar tono competitivo bajo el tórrido sol del desierto. Un inconveniente, el del calor, que se sobrellevaba mucho mejor gracias a los mimos y las atenciones de los anfitriones y sus hoteles de siete estrellas. Pero eso también parece que se ha terminado. Este año 2016 son varios los ciclistas del más alto nivel que han decidido quedarse en Europa y, concretamente, en España para preparar ese primer objetivo del año como son las clásicas de primavera.
Y, el tiempo dirá si es así, el regreso de la Volta a la Comunitat Valenciana puede tener un efecto importantísima en que esta tendencia se consolide todavía más. Hasta no hace tanto tiempo, el pelotón mundial pasaba estos primeros días del año en la zona del levante español. No les quedaba otra, claro, porque Australia, Oriente Medio o Argentina eran, si es que existían, carreras consideradas critériums sin ningún interés en un ciclismo que seguía mirándose al ombligo en tierras europeas.
Todo eso cambió por el auge de esas carreras y, sobre todo, por el declive de las pruebas españolas. El calendario típico de cualquier equipo pasaba por concentrarse en hoteles de la mitad norte de la península o Baleares (Canarias quedaba todavía muy lejos) y, aprovechando que tenían aquí toda su infraestructura, enlazar, una detrás de otra, Mallorca, Andalucía, Murcia, Valencia, Luis Puig, Almería e, incluso, Catalunya. Pero llegó la crisis y, de la misma forma que el sector turístico español se ha aprovechado de las revueltas e inestabilidades del norte de África, los organizadores extranjeros vieron la veda abierta.
Valencia y Luis Puig desaparecieron, Murcia tembló enormemente, Andalucía supo capear el temporal… pero el daño estaba hecho. Ya no existía la posibilidad de quedarse en un ‘cuartel general’ durante el periodo de febrero-marzo. La cosa se desmoronó y las grandes figuras emigraron a Omán, San Luis, Down Under, Dubai…
Ahora Ángel Luis Casero ha hecho revivir a la Volta a la Comunitat Valenciana. Preguntes a quien preguntes en el panorama internacional, todos han recibido con enorme alegría el retorno de una carrera que oficialmente califican de “muy bonita e interesante” y cuando el periodista guarda la grabadora y el bolígrafo, confiesan que es “cómoda y barata para nosotros”. En otras palabras: la combinación perfecta.
Desaparece, con casi toda seguridad Omán, y Valencia tiene la oportunidad de fagocitar por completo a Oriente Medio. Las circunstancias son las idóneas: los equipos prefieren quedarse por España (es más barato y el clima igual de benigno) y, sobre todo, da la impresión de que el ciclo económico comienza a cambiar y, por lo tanto, es posible que veamos a otras carreras españolas resurgir de sus cenizas. La presencia de Valencia en el calendario vuelve a dejarnos un periodo de un mes en el que la costa mediterránea española se convierte en el centro del mundo del ciclismo de forma ininterrumpida. Si se fijan bien, ya hemos visto las primeras consecuencias de ello: los equipos, aunque nunca dejaron de venir a estas tierras para ello, han prolongado y aumentado el número de concentraciones invernales en Levante. Todo ello, siempre y cuando Casero y los suyos sean capaces de darle continuidad a este proyecto que ahora comienzan, debería de ser capaz de producir un efecto dominó en otras carreras como Murcia que podría plantearse, con un mejor cartel, mantenerse como clásica y subir a la categoría .HC o, incluso, volver a su formato tradicional de carreras por etapas (fue carrera de cinco etapas hasta 2010, pasó a contar con tres jornadas hasta 2013 y durante los dos últimos años ha sido una clásica).
Los mejores ciclistas atraen a los patrocinadores y estos, evidentemente, traen dinero a los organizadores que, a su vez, pueden montar mejores eventos. Todo ello, por supuesto, retroalimenta el interés de los aficionados, de los grandes medios, de las televisiones… y, en última instancia, se convierte en la base sobre la que asentar el crecimiento del ciclismo en las categorías inferiores, en las féminas, en especialidades olvidadas como la pista o el ciclocross y, en general, en el aumento de posibilidades de contar con más equipos y más corredores en el pelotón internacional.
La ocasión, por lo tanto, ha llamado a la puerta del ciclismo español. Ahora, sólo hace falta comprobar si todos los actores de este mundillo son capaces de aprovecharla. Si, pese a lo que ha sucedido en los últimos años, son capaces de resurgir de las cenizas de lo que no hace tanto tiempo fue.