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Ángel Olmedo Jiménez / Ciclo 21
La Vuelta a Flandes (De Ronde) es uno de los monumentos del ciclista cuya única cita permite evocar magníficos momentos de este deporte y, sobre todo, auténticas gestas. La clásica belga ocupa, por méritos propios, un lugar alzado dentro de la historia del ciclismo y, para cualquier corredor, alzarse con esta competición justifica toda una andadura profesional.
De Ronde nació en 1913 (gracias a la labor de Karel Van Winenjdaele, el cofundador del periódico Sportwereld) y, durante todos estos años, los locales han sido los que han convertido la prueba en un lugar propicio para sus intereses. El último belga en coronarse es Tom Boonen, en 2012 (ganador en tres ocasiones) y que recuperaba el cetro de su paisano Nuyens.
Por la dureza de la carrera y sus peculiares condiciones (con numerosos tramos adoquinados), el Tour de Flandes nunca ha sido especialmente subrayado en los calendarios de los ciclistas españoles, salvando contadísimas excepciones, por entenderse que sus aspiraciones de obtener un buen resultado eran prácticamente nulas.
El argentino de nacimiento, Juan Antonio Flecha (Junín, Buenos Aires, 1977) es el único ciclista español que puede presumir de haber mirado el cielo de Meerbeke aupado en el cajón de De Ronde. Ocurrió en 2008, desde el tercer puesto, y se hizo acompañar de dos belgas, el ganador Stijn Devolder (quien repetiría triunfo el año siguiente) y el ya mentado Nuyens.
La nonagésima segunda edición del Tour de Flandes se disputó un 6 de marzo de 2008 y reservaba para los valientes el paso de hasta diecisiete muros. Como suele ser habitual, la meteorología no acompañó demasiado, puesto que, durante el recorrido, los ciclistas tuvieron que hacer frente a constantes chubascos.
La escapada del día se formó en la primera de las dificultades, el Kluisberg, donde se lanzaron en avanzadilla Veelers, Renders, Vicent Jerome y Tombak. Pronto pudieron ir haciendo hueco y alcanzaron algo más de dos minutos frente al pelotón de las principales figuras, que se reservaban en busca del momento de apertura de las hostilidades.
La ventaja de los escapados se fue viendo reducida, a poco más de un minuto, gracias al tren que se marcaba atrás, al paso por el Kwaremont. Y, a pesar de que los de delante perseveraban en su esfuerzo, su lucha concluyó al poco de coronar el famoso Koppenberg.
En ese ascenso, de algo menos de 800 metros y con rampas que superan el 20%, el belga Devolder mostró su gran estado de forma, poniendo al resto de favoritos en fila de a uno y sufriendo mucho para aguantar el poderoso ritmo marcado por el hombre del equipo Quick-Step que, además, lucía el maillot de campeón belga.
Sería la primera llamada de atención del, a la postre, ganador de De Ronde. No obstante, la batalla no había hecho más que empezar y, al paso por el Berg Ter Stene, Freire y Ballan (que defendía título) tomaron unos metros de ventaja del pelotón.
Su empresa fue baldía y, ya con la carrera totalmente lanzada, la siguiente fuga fue de mayor envergadura. Aprovechando Berendries, una de las zonas duras del recorrido, ocho hombres comenzaron a trabajar para demarrar. Se trataba de Devolder, Langeveld y Flecha por Rabobank, Spilak, el estadounidense Hincapie, Nuyens, Kroon y el belga Philippe Gilbert.
La unidad duraría poco y, coronando la cima, tan solo Kroon, Hincapie, Devolver y Langeveld continuaban por delante. Por detrás, tiraban los italianos del Liquigas y su esfuerzo sirvió para que, en la fuga, fueran cayendo, uno tras otro, los ciclistas, a excepción del belga Devolder quien, a poco menos de 30 kilómetros para el final sacaba algo menos de veinte segundos.
El belga tenía que afrontar, todavía, tramos muy duros. El famosísimo Kapelmuur (uno de los lugares con más sabor del deporte y que siempre genera postales que mezclan esfuerzo y afición) y el Paterberg. En el Kapelmuur se vio que, salvo sorpresa, Devolder iba a alzarse con el triunfo. Su ritmo no decrecía y, por detrás, como suele ser habitual, existía miedo en gastar fuerzas en luchar por agarrar al fugado.
Si de Kapelmuur, Devolder había salido con unos 18 segundos, tras finalizar Paterberg, el último muro de la carrera, el belga contaba con 16 y tan solo 10 kilómetros para alcanzar la ansiada meta de Meerbeke.
Cuando quedaban unos seis kilómetros, Flecha realizó su apuesta, demarrando del grupo perseguidor. El español consiguió reducir la diferencia con Devolder hasta los diez segundos, pero no tuvo capacidad para darle caza viendo cómo, unos pocos metros después, se le unía el belga de Cofidis, Nick Nuyens.
Con ventaja más que suficiente para celebrarlo, Devolder cruzó el triángulo rojo. Se arregló el maillot de campeón de Bélgica y elevó los brazos al cielo, celebrando su primera victoria en Flandes.
Catorce segundos más tarde, los perseguidores se presentaban en meta y en el sprint final, Nuyens se adelantó a Flecha. Seis segundos más tarde llegaría el grupo del resto de favoritos, encabezado por Alessandro Ballan.
Nunca antes un español se había aupado al pódium en Flandes, ni tan siquiera cosechado un “top-ten”. De hecho, la mejor clasificación hasta ese momento era la obtenida el año anterior por el madrileño Jesús del Nero, que había concluido undécimo.
Flecha es, a día de hoy aún, el ciclista español que mejor se ha desempeñado en las clásicas de primavera. En su palmarés, lucen, además del tercero aquí recordado, dos terceros puestos en la París-Roubaix (en 2005 y 2010) y un segundo (en la edición de 2007, solo por detrás del australiano Stuart O´Grady).
Este año, en el que De Ronde alcanzará los 255 kilómetros, parece poco probable que ningún ciclista español pueda repetir la hazaña de Flecha.