Hace tres años, recuerdo, Nairo Quintana ganó por estas fechas la Vuelta al País Vasco. Era 2013, de Nairo se hablaban maravillas, había ganado el Tour del Porvenir, brillado en la Vuelta del año anterior, rodando al nivel de los tres magníficos -Valverde, Contador y Purito- en muchos pasaje- y había conseguido sus primeros resultados en el Movistar.
Aquella Vuelta al País Vasco fue realmente pestosa, de un tiempo inhumano, frío y lluvia casi a diario, sin tregua. Una carrera de las que curten, una carrera que pareció en manos del Team Sky, comandado por un Richie Porte que iba sin cadena. Pero en la crono final, oh sorpresa, un colombianito liviano, pequeño y ligero le dio la vuelta a la situación. Fue la primera vuelta del WT, la primera semana de una grande.
El año pasado Nairo no logró tocar mucho pelo, de hecho su plan hacia el Tour secó el caladero de victorias porque interesaba el premio gordo. Sin embargo, en otro gélido marzo, ganó la Tirreno en la cima del Terminillo cuando la nieve empezaba a agarrar en el asfalto. Un ataque, una victoria, y general final en los dos mares. Sin discusión. Segunda semana de una grande.
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