Ángel Olmedo Jiménez / Ciclo 21
El Giro de Italia es, de las tres grandes, la prueba que, quizá, más apego guarda a las cronoescalada. La disciplina, que no siempre ha contado con gran predicamento, aúna, posiblemente, los dos elementos más bellos de este deporte, a saber: la exigencia del ascenso y la emoción de ir recibiendo las referencias de los corredores durante su disputa, pudiendo producirse importante vaivenes durante su trayecto.
En el presente año, la organización ha planteado una nueva cronoescalada que discurrirá entre las localidades de Castelrotto y Alpe di Siusi, en una jornada en la que los ciclistas habrán de completar un total de casi once kilómetros. Después llegará la segunda jornada de descanso y los ciclistas aún tendrán que afrontar importantes citas que, en su caso, podrán impedir (salvo hecatombe) que el primer clasificado en el Alpe pueda contar con seguridad de un triunfo definitivo en Turín.
Nuestra historia de hoy es de ésas que abundan en una de las grandes lacras de este deporte, el dopaje, y que nos obligan a asumir, con cautelas, cualquier resultado producido hasta que el tiempo confirma la tesis de que se superaron los controles establecidos.
Corría el 24 de mayo de 2012, y el Giro enfrentaba su última semana, avecinándose su final en Milán. En todo caso, las últimas etapas reservaban hasta tres platos fuertes. La última crono (26 kilómetros por Milán), la durísima jornada del día anterior, con final en Sestriere y la cronoescalada, de 12,7 kilómetros entre Belluno y Nevegal.
La clasificación general se hallaba comandada por el ciclista de Saxo Bank, Alberto Contador, que venía portando la maglia rosa desde la subida al Etna, en la que se había impuesto por delante del venezolano Rujano.
Prestos a su posible error, los italianos Michele Scarponi (del equipo Lampre) y Vincenzo Nibali (defendiendo los colores del Liquigas), que venían mostrándose incapaces de disputar la supremacía ofrecida por el pinteño en la carretera.
Sin embargo, aquella tarde, el líder volvió a demostrar que deseaba ganar la competición y hacerlo del modo más monumental posible. Contador cubrió la distancia, con pedaleo alegre y solvente, en un tiempo de 28 minutos y 55 segundos. Nibali quedó a 34 segundos y Scarponi necesitó cuatro segundos más. Su triunfo fue tanto más heroico porque su progresión reveló que podía hacer frente a la buena salida de sus rivales, que le batían en el primer punto kilométrico, situado en Caleipo. Los «tifossi» se mostraban esperanzados, pero la dictadura de Alberto Contador estaba aún por revelar sus extremos y alcances.
La victoria del hombre de Saxo Bank contó, además, con una dedicatoria muy especial. Unos días antes, el ciclista Xavi Tondo había fallecido fruto de un infausto accidente doméstico. En el podio, enfundado en la maglia rosa, los brazos de Contador se dirigieron al cielo para recordar al prometedor ciclista catalán al que el azar le había deparado una suerte más que esquiva. Eran tiempos aciagos para el ciclismo puesto que, en plena disputa del Giro, Wouter Weylandt había muerto, fruto de una estremecedora caída bajando el Passo del Bocco.
En Nevegal, el madrileño consolidaba su liderato, alejando a Scarponi en 4 minutos y 58 segundos y a Nibali en 5 minutos y 45 segundos, distancias que parecían insalvables a pesar del recorrido que aún quedaba pendiente de completar.
El Giro concluyó en Milán, con una victoria en la crono del británico David Millar. No obstante, y toda vez que Contador venía corriendo gracias a la suspensión obtenida, y a pesar de recibir los oropeles y los distintivos de la victoria, la competición vio alterado su resultado cuando se confirmó el resultado positivo del ciclista madrileño en un control, en concreto por consumo de clembuterol en la disputa del Tour de Francia de 2010.
El laudo del TAS entendió probada la culpabilidad de Contador y anuló los resultados desde dicho Tour hasta los dos años siguientes de su palmarés, impidiéndole competir hasta el 6 de agosto de 2012.
Con la anulación de los resultados de Alberto Contador, y además de la victoria final, Scarponi le sucedía en la clasificación por puntos, que otorga la maglia rosa.
Sin embargo, pocos recordarán ese Giro con el verdadero ganador oficial (Scarponi), al igual que la cronoescalada de Nevegal pertenece, en el imaginario popular, para Contador y no para Vincenzo Nibali que fue quien ocupó la segunda plaza en aquella tarde.
Es la dicotomía existente entre el recuerdo de lo vivido en el momento y lo posteriormente acontecido por las sanciones. Es el daño del dopaje que incluso se permite afrontar, cara a cara, la impermeabilidad de la verdad.