Nicolás Van Looy / Ciclo21
La eritropoyetina o más bien su acrónimo EPO ha sido una de las sustancias más tristemente conocidas en el mundo del ciclismo durante gran parte de las dos últimas décadas. Hubo un momento, incluso, en el que la EPO parecía el gran milagro para los tramposos y la piedra angular sobre la que se basó la gran mentira de Lance Armstrong y, para algunos, de todo el ciclismo de aquella época. Pero, un nuevo estudio holandés ha llegado para desmontar toda esta teoría y asegura ahora que la EPO resultaría absolutamente ineficaz cuando es usada por ciclistas bien entrenados como, por otra parte, son todos los que conforman el pelotón internacional.
Según la cadena pública NOS, que ha tenido acceso al estudio realizado por los científicos del Center for Human Drug Research (CHDR) de Leiden (Países Bajos), todos los atletas profesionales que hayan competido utilizando EPO lo han hecho “bajo los efectos de un placebo”. Para este equipo de expertos, que trabajan en un centro cuya actividad se basa en analizar el efecto que producen distintos medicamentos en el cuerpo humano, “existen grandes dudas” acerca de la eficacia que el uso de EPO podría tener sobre deportistas de alto nivel ya que “no se han llevado a cabo estudios concluyentes del efecto de la EPO en atletas bien entrenados”.
Los responsables del CHDR de Leiden pusieron a prueba su teoría en una “carrera simulada” y, aunque reconocen que sus conclusiones habría que verificarlas a través de un ensayo en “competición real”, admiten que todo parece indicar la absoluta ineficacia de este método dopante cuando el usuario es un atleta bien entrenado.
La carrera simulada a la que hacen referencia y sobre la que se realizó el estudio enfrentó a los individuos examinados al ascenso del Mont Ventoux después de 120 kilómetros de pedaleo y el resultado fue asombroso: los sujetos que habían sido tratados con EPO necesitaron una media de 38 segundos más para alcanzar la cima que aquellos que habían sido inyectados con el placebo. Por supuesto, para garantizar la validez del muestreo, ninguno de los participantes en el estudio sabía si se le había administrado EPO o el placebo.
Dados los sorprendentes resultados del estudio, los científicos preguntaron a los sujetos a estudio, una vez finalizada la etapa si pensaban que estaban dentro del grupo que había usado EPO o no y “nos encontramos con que sólo el 38% de los sujetos a los que habíamos inyectado EPO pensaban que la habían usado, pero el 74% de los corredores que estaban en el grupo del placebo acertaron al pensar que lo que se les inyectó no era una sustancia prohibida”.
Los científicos, incluso, han podido demostrar a través de este estudio que “el rendimiento de los ciclistas tampoco sería un buen indicador para evaluar la efectividad de la EPO” como medicamento.
Así pues, en caso de que futuros ensayos y estudios pudieran confirmar este extremo, podríamos estar ante el absurdo más absoluto de tener que explicar que toda una generación de deportistas (la EPO no es cosa exclusiva del ciclismo) vivió una mentira dentro de la propia gran mentira que intentaron esconder.
Es el día de los inocentes?
Vamos hombre… sólo hay que ver los tiempos de subida de los ciclistas en la EPOca.