Yo no conozco a Anna González en persona. Supe de ella hace unos meses, cuando sacó junto a Eva Clausó un vídeo grabado durante la ultima Volta a Catalunya en el que salían las principales estrellas del ciclismo español pidiendo una ley justa para los ciclistas que fueran víctimas en la carretera. Entonces Eva nos explicó la intrahistoria del vídeo que corrió de mano en mano por las redes e inició un camino llamado #Porunaleyjusta.
Con el tiempo mantuvimos el contacto. Anna me informaba de sus progresos y a finales de agosto escribió este post en el que explicó el recorrido hecho para llegar a las 160.000 firmas -una auténtica barbaridad que habla del esfuerzo- que recogían una petición al congreso en la que se mejorara una ley que a día de hoy desprotege al ciclista y los suyos ante un accidente en la carretera.
Durante este tiempo, Anna me ha convencido de lo excepcional de su persona. Ha perdido a su marido sobre una bicicleta. El conductor que lo atropelló le negó el auxilio. Con ese mazazo, en el peor trago de su vida, ha emprendido una carrera contra el tiempo para intentar que los que vinieran detrás no tuvieran el desamparo que ella padeció. Me parece de tanta generosidad ese gesto, que no tengo palabras para describirlo. Es más, creo que si me pasara a mí, escondería la cabeza bajo la tierra y me olvidaría de lo que me rodea.
Como dice Eva en su artículo, Anna es peluquera en La Seu d´ Urgell, una persona como tú, como yo, o cualquiera que pase por la calle ahora mismo, por delante nuestro, o que salga en la televisión. Una persona que tiene familia que acostumbra a ir en bicicleta y que se expone de forma denigrante a conductores desaprensivos, cuando no descuidados que pueden segar su vida y desgraciar la de los suyos en un momento, en un zas.
Artículo completo de Joan Seguidor aquí