Mundial Doha elite: La gran oportunidad de los sprinters

mundial-doha-2016

Peter Sagan pondrá en juego su título mundial en Doha (Catar) / © Ciclo21

DORSALES OFICIALES Y PALMARÉS

Edición 2015: Peter Sagan

España en Doha © RFEC

España en Doha © RFEC

Nicolás Van Looy / Ciclo 21

Es imposible, incluso a estas alturas, poder asegurarlo, pero lo cierto es que cuesta mucho trabajo pensar que en algún momento de toda esta historia alguno de los responsables de la Unión Ciclista Internacional (UCI) que tomaron en su momento la decisión de llevar el mundial de ciclismo en ruta de 2016 hasta el desierto catarí o a su artificial capital Doha, que para el caso es lo mismo, pudiera pensar que aquello fue una buena idea. Cegados, qué duda cabe, por los petrodólares que surgen a raudales de los pozos que se hunden en la arena y sustentados sobre una economía que no hace ascos a prácticas esclavistas, los mandamases de la UCI llevaron a lo más granado del pelotón internacional a jugarse el arcoíris, ese maillot legendario al que con tanto empeño ha devuelto el lustre perdido Peter Sagan en el último año, a un circuito ominoso sólo comparable –en los últimos años– a aquel insípido Zolder 2002, pero con el agravante de no interesar, literalmente, ni a los camellos.

En Catar, a falta de otras cosas, hay desierto. A puñados. Arena y viento. Pero, en el cúmulo de los despropósitos que se han acumulado minuto a minuto desde que en Maastricht (Países Bajos) se eligiera la sede en el año 2012, el circuito lleva a los corredores a una ratonera llamada La Perla que, además de ser fea en extremo, se muestra tan desierta como el resto del país y se revela tremendamente peligrosa para un pelotón lanzado tal y como ha quedado demostrado en lo que llevamos de semana.

Por si todo esto no fuera ya lo suficientemente obsceno, hay que añadir el último ingrediente a la receta de este ridículo que, por fortuna para el ciclismo, no tardará en ser superado por el fútbol, que también ha decidido traer su mundial a estas tierras y ese ingrediente no es otro que el calor. O calor extremo, como prefieran. Un calor que, además de no aportar absolutamente nada a nivel de espectáculo –no es comparable el sufrimiento que induce la canícula francesa de julio o la española de septiembre con el horno de inducción catarí–, pone la salud de los corredores en un riesgo innecesariamente alto. A tal punto ha llegado la cosa que algunos corredores, como es el caso de Iver Knotten (Noruega) se han desplomado a causa de las altísimas temperaturas soportadas durante la carrera. O como, no menos impresionante, Enzo Wouters (Bélgica) que interrogado por el mal papel de su combinado sencillamente acertó a asegurar que “no puedo dar una opinión porque [de lo ocurrido] después de la meta no recuerdo absolutamente nada”. Todo ello después de, como en el caso del corredor nórdico, perder el conocimiento durante algunos minutos tras llegar a la meta.

Pero las cosas son como son. O, al menos, como se deciden en los despachos de Aigle y, guste más o guste menos, a las 9:30 horas del próximo domingo (hora peninsular española) el pelotón elite masculino iniciará los 257 kilómetros que deberán de decidir el nombre del sucesor de Peter Sagan, un puesto para el que destacan los nombres de los grandes velocistas y, por supuesto, el de algún superclase que deberá de confiar, sobre todo, en que el calor y/o el viento hagan que el guión previsto se vea alterado de una forma u otra.

Marcel Kittel y André Greipel, al frente de la selección alemana, son los nombres que más se han venido repitiendo a lo largo de toda la temporada cuando se trataba de apuntar a los aspirantes al arcoíris y es precisamente ahí, en ese enorme favoritismo de ambos, donde puede radicar el punto más débil de la mannschaft, que tiene en algunas no demasiado lejanas actuaciones de combinados históricos como Italia, Bélgica o España el mejor ejemplo de lo que puede pasar cuando no queda bien claro y definido quién, llegado el momento, debe de supeditarse a quien.

Algo parecido podría suceder en la selección francesa, donde Arnaud Démare y Nacer Bouhanni deberán de pelear –y no, no va con segundas intenciones– por el derecho a ser el último vagón de ese tren que, según todas las previsiones, organizarán las selecciones más potentes para lanzar a sus mejores sprinters.

Mientras que el problema de Francia y Alemania radica en el exceso de hombres rápidos, Fernando Gaviria ha visto como Colombia, con derecho a alinear nueve hombres, ha inscrito únicamente a seis corredores para acompañarle en una aventura que podría poner un broche de oro –y qué broche– al año mágico de ese país. Pese a ello, Gaviria ya demostró en la París-Tours que, primero, tiene el golpe de pedal y el fondo necesarios para aspirar al triunfo y, segundo, que no es, en absoluto, cojo a la hora de buscarse la vida cogiendo ruedas ajenas.

Por su parte, Gran Bretaña todavía tiene que decidir qué carta es la que quiere jugar. Con Mark Cavendish enfermo, Ben Swift podría ganar enteros, pero será la evolución del ganador de cuatro etapas en el Tour de Francia (esta temporada) la que finalmente incline la balanza a favor de uno u otro.

Pero, pese a que el (ausente) perfil de la carrera invite a apostar por los velocistas más puros, el calor y la distancia arrojan enormes dudas sobre las opciones de estos. Cierto es que en Zolder Cipollini supo hacer valer aquella aceleración que le hizo famoso, pero también lo es que sólo una avería en la parte final del último giro al circuito alejó a un pletórico Óscar Freire de la pelea por un triunfo que en más de una ocasión ha asegurado haber tenido en las piernas.

Tom Boonen, Peter Sagan, John Degenkolb (otro alemán para la quiniela), Alexander Kristoff, Dylan Groenewegen, Elia Viviani, Greg Van Avermaet, Caleb Ewan y, por encima de todos ellos, ese genio de la bicicleta llamado Peter Sagan que aparece en todas las previsiones como el más favorito de los no-sprinters.

Tornado Tom podría convertirse en el campeón del mundo que más años (11) ha tardado en repetir triunfo, muy por encima de los siete años que transcurrieron entre el primero (1949) y el segundo (1956) de su compatriota Rik Van Steenbergen mientras que, por su parte, Peter Sagan podría sumar un segundo arcoíris consecutivo, algo que sólo han hecho antes Van Steenbergen (1956 y 57), Georges Ronse (1928 y 29), Rik Van Looy (1960 y 61), Gianni Bugno (1991-92) y Paolo Bettini, último hombre en conseguirlo (2006 y 2007).

España, que se quedó fuera del podio el pasado año por primera vez desde 2011, llega a Doha dando la sensación de tener la menor de las opciones de medalla desde tiempos casi inmemoriales. Sería injusto, dada la presencia de Juanjo Lobato, decir que el combinado de Mínguez acude a la cita de Doha, como antaño, con el único objetivo de evitar el ridículo, pero lo cierto es que el andaluz, que el próximo año iniciará su aventura holandesa en el LottoNL-Jumbo, no ofrece, al menos sobre el papel, esa garantía sólida que en otras circunstancias representaban Alejandro Valverde (con seis podios, el hombre que más veces se ha colgado una medalla en un mundial), Purito Rodríguez u Óscar Freire.

Con todos estos mimbres, sólo queda esperar que el sinsentido catarí acabe de la mejor manera posible para corredores y aficionados, algo que se traduce en que el calor no afecte la salud de ningún corredor y, sobre todo, que podamos ver el mejor espectáculo posible en el desierto.

Comentar

Su dirección de correo electrónico no será publicada.Los campos necesarios están marcados *

*