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Ángel Olmedo Jiménez / Ciclo 21
Aunque a algunos, tras lo vivido en los últimos años les pueda parecer sorprendente, hubo una época en la que encontrar a un eslovaco en las posiciones de honor de una carrera ciclista suponía un evento episódico e infrecuente. Ahora que la pequeña nación eslava puede disfrutar del inusual hecho (en las últimas décadas) de contar con el titular del maillot arcoíris durante dos años consecutivos, la marcha del que, aún a la fecha, es el corredor con un mejor puesto en una de las grandes, parece que la tristeza se puede ahogar en el magnífico porvenir que augura para su compatriota Sagan.
Hablamos de Peter Velits (Bratislava, 1985), quien ha decidido colgar la bicicleta tras unos tres últimos años prácticamente anónimos en el equipo estadounidense BMC (si hacemos excepción de su Campeonato del Mundo de contrarreloj por equipos de 2014 en Ponferrada y la victoria en la etapa inaugural de la Vuelta del siguiente año en Marbella. No obstante, durante el año de su despedida, el eslovaco ha cosechado, como resultado más relevante un magro vigesimosexto puesto en la Clásica de Hamburgo, sin conseguir hacerse hueco en el nueve titular de Giro, Tour o Vuelta.
Antes de recalar en el BMC, Velits vistió el maillot del Omega durante dos temporadas. Curiosamente, con los belgas también tuvo ocasión de ser galardonado con el primer puesto en la disciplina de contrarreloj por equipos en las dos pruebas disputadas, además de ganar el exótico Tour de Omán.
Hablamos de un hombre que siempre ha destacado por sus prestaciones en la prueba de contrarreloj individual. De hecho, se aupó lució el maillot que le acreditaba como el mejor especialista de la práctica en Eslovaquia durante el trienio 2012-2014.
Sin embargo, el momento álgido de Velits como ciclista profesional (no debemos olvidar que el eslovaco fue campeón del Mundo sub-23 en el año 2007) llegó en 2010, cuando alcanzó el tercer puesto del pódium (Mosquera) en la Vuelta a España, defendiendo los colores del equipo estadounidense Columbia.
Aquella fue una ronda española bastante atípica. Arrancó en Sevilla con una contrarreloj nocturna que sirvió para vestir de líder a su compañero de equipo, el británico Mark Cavendish. No obstante, y tras la etapa de transición, del día siguiente, la Roja (que se estrenaba aquel año) pasó a la espalda del belga Gilbert, que se imponía en la llegada a Málaga y que aguantaría como primer clasificado hasta la primera subida dura, el Xorret de Catí. Aquel día venció el francés Moncoutié y el vasco Igor Antón llevaba la alegría a un Euskaltel que estaba dispuesto a defender las opciones de su jefe de filas.
El vasco, salvo la interrupción de la jornada de Vilanova i la Geltrú, en la que el andorrano Purito le arrebató ese puesto, continuó liderando la prueba hasta la ascensión a Peña Cabarga. Purito se imponía en meta y el italiano Vincenzo Nibali (con los colores del Liquigas) se hacía con la primera posición de la general. Nadie podría arrebatarle el privilegio de lucir el distintivo salvo, nuevamente, Purito Rodríguez, que en la jornada de Cotobello recuperó, si bien efímeramente, la prenda que señala como hombre más rápido de la carrera.
Purito se dejó sus opciones, y una auténtica salvajada de tiempo, en la crono de Peñafiel, en la que nuestro protagonista de hoy, Peter Velits, sacó lo mejor de su repertorio, para colocar un tiempo inalcanzable para los demás y, de paso, consolidar sus aspiraciones para subirse al cajón en Madrid. Para subrayar la prestación de aquel día de Velits basta reparar en que su distancia respecto del líder superó los seis minutos. Nibali, que sería el vencedor final en Madrid, perdió un minuto y cincuenta y cuatro segundos. Un especialista como Menchov perdió doce segundos, Cancellara treinta y siete. Solo Larsson se situó por debajo del minuto (en concreto a 50 segundos). Velits, gracias a su vuelo en la crono, se situaba tercero.
Por delante, además de las metas en Salamanca (victoria de Cavendish) y Toledo (triunfo para Gilbert) quedaba la jornada donde se decidiría la Vuelta, la subida a la Bola del Mundo. En lo alto de la cima madrileña se impuso, sobre la bicicleta, el gallego Ezequiel Mosquera, poniendo en apuros, por momentos, hasta la victoria en Madrid de Nibali (el tiempo reveló, posteriormente, que el ciclista del Xacobeo había consumido hidroxietil almidón y sus resultados, por lo tanto, fueron anulados. Y ello a pesar de que, con posterioridad, la Audiencia Nacional anuló la sanción por defectos formales). Velits concluyó séptimo aquel día, a 52 segundos del ganador de la etapa, y pudiendo mantener su pódium en Madrid.
Nibali alzaba sus brazos en el Paseo de la Castellana, habiendo distanciado en 43 segundos a Mosquera y en 3 minutos y 4 segundos a Velits. Purito, que sería cuarto, se marchó hasta los 4 minutos y 22 segundos.
Nunca volvimos a ver a un Velits tan brillante, en lo individual, como el de aquel año 2010. Sin embargo, los eslovacos tienen motivos para la esperanza. Han encontrado en Sagan un hombre que, a buen seguro, no podrá pisar cajón de la general en Vuelta, Giro o Tour pero ¿a quién le importa cuando su calidad le alcanza para hacerles partícipes de sus triunfos en monumentos, Mundiales y etapas de las grandes vueltas?