El próximo día 9 de abril tiene una marca de rojo intenso en su calendario, pero también en el de cualquier aficionado al ciclismo. Tras el adiós hace sólo unos meses de Fabian Cancellara, Tom Boonen, el que fuera su archirrival en lo que el alemán John Degenkolb denominó en Ciclo 21 como Tierra Santa, dirá adiós desde el velódromo de Roubaix. “El lugar que me vio nacer como ciclista y, ahora ya lo veo muy claro, el que me tiene que ver decir adiós”, tal y como reconoce el corredor belga en una extensa entrevista publicada hoy en Het Laatste Nieuws y en la que no sólo repasa su pasado y futuro más próximos, sino que echa la vista atrás y habla de lo que han sido estos 16 años como corredor profesional que están a punto de terminar y en los que se ha convertido, por derecho propio, en una auténtica leyenda del ciclicmos mundial.
“Es cierto que podría seguir un par de años más”, reconoce en el rotativo de su país. “Pero la realidad es que después de 16 temporadas como ciclista profesional empiezo a estar cansado de estar tanto tiempo fuera de casa. Eso sí, no me he cansado de la competición, pero he preferido dejarlo en un momento en el que todavía me gusta lo que hago. Eso hace que en las últimas once semanas de mi carrera deportiva todavía quiera, por última vez, dar lo mejor de mí mismo”.
Boonen reconoce que tomar la decisión de colgar la bicicleta el próximo día 9 de abril en Roubaix ha sido una decisión que ha llegado fruto de la maduración y de la reflexión. “Son las circunstancias las que me han llevado a tomar esta decisión. Después de la fractura de cráneo de Abu Dhabi no estaba listo para dejarlo porque no pude alcanzar mi nivel normal en mis clásicas. Así pues, decidí estirar mi carrera un poco más. El plan original era el de seguir un año completo y después volvería a pensar en qué hacer. Pero entonces las negociaciones se prolongaron. Esperé, esperé y esperé esperando y deseando ese poquito más. Todo el mundo me tiraba de la manga y eso iba acompañado con mucho lloriqueo. Tenía demasiadas cosas en la cabeza así que un día llamé a Paul De Geyter, mi mánager personal, y le dije ‘ha llegado el momento, Paul. Lo dejo en Roubaix, el lugar que me vio nacer como corredor y el que me verá morir. Da igual el resultado que tenga allí. Dame un contrato hasta el día 9 de abril y basta‘. Visto desde la perspectiva que ahora me da el tiempo, esa fue la mejor decisión que podía haber tomado”.
“Hubo un momento en que me vi fuera de Quick Step”
Durante ese largo tiempo de negociación, Boonen reconoce que podría haber acabado lejos de la estructura cuyos intereses ha defendido durante toda su carrera profesional a excepción de su 2002 como neo. “Es cierto, en un determinado momento, incluso yo mismo pensé que mi marcharía de Quick Step Floors. Dos equipos me ofrecieron un contrato por dos temporadas. Si hubiese cambiado de equipo tendría que haber sido en esos términos. A mi edad no es algo que tengas que hacer para media temporada. Patrick no me podía ofrecer un contrato más allá de un año porque no tiene la seguridad de contar con un patrocinador más allá de 2016. Al final, me decidí por esos tres meses. Creo que mudarme ahora no hubiese sido una buena idea”.
Después de tantos años en lo más alto del ciclismo, Boonen hace una lectura muy positiva de su carrera ya que “he tenido más días buenos que malos, aunque es cierto que a mi edad las cosas ya no van tan fáciles. Es cierto que no estoy libre de mi ración de mala suerte, especialmente en los últimos años. En un par de ocasiones he tenido que salir de agujeros muy negros y profundos, pero al final creo que eso también me ha hecho más fuerte como persona. Son cosas que me han convertido en la persona que soy hoy en día”. Pese a ese optimismo, Boonen asegura ahora que “mi último regreso ha sido el más duro de todos, pero lo he conseguido. Si la salud me respeta, estaré en las clásicas compitiendo por el triunfo”.
Una salud y un estado de forma que ya ha dado que hablar en estas últimas semanas y que el propio Tom Boonen asegura que “no se puede compara con la del año pasado. Entonces acababa de tener esa fractura de cráneo en Abu Dhabi y apenas había podido entrenar en invierno. Volví a montar en bicicleta en diciembre. En comparación con otros años, ahora estoy muy bien. Después del mundial de Catar sólo paré durante diez días y empecé a entrenar otra vez porque sabía que me enfrentaba únicamente a tres meses de competición”.
Poco a poco se acerca el momento en el que todas las conversaciones con Tom Boonen, al menos las relativas a su etapa como ciclista prorfesional, se harán en pretérito. En ese sentido y echando la vista atrás Tornado Tom reconoce que “nunca hubiese imaginado llegar a donde he llegado. Ni tan siquiera cuando ya pasé a profesional. Intentar ganar algún día una clásica, ese era mi plan. Al final, han sido unas pocas más. Por todo ello, estoy enormemente agradecido a este deporte por todo lo que me ha dado. Sí, he conseguido mucho más de lo que hubiese deseado conseguir”.
Pero ese sentimiento de felicidad no siempre ha sido igual. De su primer año como profesional, cuando defendiendo los intereses de US Postal corrió su primera París-Roubaix, recuerda que “acabé enfadado por no haber ganado. En el sector de adoquines previo a la zona donde aceleró Museeuw le dije a Hincapie que debíamos de progresar a la cabeza, pero nos quedamos remoloneando en el grupo. Johan ganó y yo me quedé con la sensación de que podría haberle seguido”, aunque finalmente se tuvo que conformar con debutar con una tercera posición en el Infierno del Norte.
La muerte de Wouter Weylandts, “el peor día de mi vida”
Una carrera que le ha dado “el mejor día de mi carrera deportiva, que fue el triunfo en la París-Roubaix de 2012”. Por contra, su peor día como corredor profesional lo recuerda lejos de la competición. “He tenido muchos días malos, pero el peor, con mucha diferencia, fue en 2011 mientras estaba con Iljo Keisse en una concentración en mitad de la nada en la zona de Font-Romeu. Acabábamos de llegar de entrenar y nos íbamos a duchar. Recuerdo que Iljo entró en el cuarto de baño tranquilo y me dijo que acababan de llamarle por teléfono para decirle que Wouter Weylandts se había caído en el Giro. Me duché y me imaginé que todo iría bien. Cuando ya había terminado me llamó mi madre. Estaba llorando. ‘¿Estás bien?’, me preguntó. ‘Claro que estoy bien‘, le dije. No entendía nada. ‘Wouter ha muerto‘ me dijo. Ese ha sido el peor día de mi carrera… y de mi vida”.
También en este mismo tono de repaso a lo que ha dado de sí su vida como ciclista, Boonen considera que “para mí, lo más importante es que haya podido servir como inspiración a otras personas y, en especial, a los niños. ¿En qué sentido? Pues, por ejemplo, en la manera en la que me cuido, o cómo me he repuesto a grandes contratiempos. Ese es el ejemplo que podemos dar los atletas. No podemos cambiar el mundo, pero sí subir a los niños a una bicicleta y que se adentren en la naturaleza en lugar de quedarse sentados en el sofá con la Play Station. Ahora ha llegado una nueva generación, con Sagan y Kwiatkowski a la cabeza que empezaron en el ciclismo porque me veían correr a mí y esa es una sensación maravillosa… pero eso es sólo la punta del iceberg”.
Con poco más de dos meses de vida ciclista por delante, Tom Boonen piensa ya en cómo será su paso a la vida civil y asegura que no se siente asustado por ese paso. “Tengo claro que la vida no es una línea plana y que hay altos y bajos. No todo puede ser siempre perfecto. Tienes que ser capaz de jugar con las cartas que te tocan. En el deporte he aprendido a lidiar con los contratiempos, así que ahora tendré que hacer lo mismo en la vida normal”.
Pero, como decíamos, quedan poco más de dos meses para ese día en el que muchos aficionados sueñan con verle decir adiós desde lo más alto del podio de Roubaix. Él mismo reconoce que en relación a ese último día como ciclista y cómo le gustaría que se desarrollase, “no es que no quiera pensar en ello, pero por el momento vivo el día a día y eso me llevará a la línea de meta de Roubaix y al momento en que tiraré la bicicleta lejos de mí y diré ‘se acabó‘. Veremos cómo se desarrolla todo. ¿Me emocionaré? ¿No sentiré nada? No tengo ni idea. Lo que sí sé es que será un día muy bonito”.
El ciclismo es una profesión que demanda mucho de los corredores, pero Boonen asegura que, pese a haber decidido poner el punto y final el día 9 de abril, “en realidad, todavía encuentro todo esto muy divertido. No he llegado al punto de no querer hablar con vosotros [los periodistas] y esas cosas, aunque es cierto que en ocasiones hay más presión que otras y las cosas no siempre van tan bien, pero lo hago. No hay nada en el ciclismo que odie. ¿Si me hará infeliz no seguir en activo? Me sigue divirtiendo mucho correr y viajar, pero cada vez es más complicado. Mis hijas se van haciendo mayores y cuando le pregunto a Lore si me echan de menos la respuesta es obvia: claro que me echan de menos y quieren estar más tiempo con papá. Creo que a su edad es muy importante que papá no esté 200 días fuera de casa”.
“Quizás haga algo de BTT tras retirarme”
Pero Tom Boonen es un animal competitivo y está claro que echará de menos la competición. Por ello, no descarta encontrar la manera de matar el gusanillo. “Nadie puede pensar que cuando me retire no volveré a tocar la bicicleta. Me encanta el BTT y quizás en el futuro afronte algún reto en este sentido, pero será algo que ocupe el cien por cien de mi tiempo. Es el momento de hacer otras cosas. Esquiar, por ejemplo. Tengo muchas cosas guardadas en el armario esperando que llegue el momento de poder hacerlas”.
Pero por muy preparado que uno esté para colgar la bicicleta, Tom Boonen sabe que habrá cosas que echará de menos. “Lo que más echaré de menos es la amistad y este estilo de vida tan alternativo que te ofrece el ciclismo y que no puede compararse con nada”.
El corredor belga avisa que “no me habrás oído decir que la París-Roubaix sea el único objetivo que tengo esta temporada”, pero por muy impopular que pueda ser en su país, sí ha reconocido en más de una ocasión que el Infierno del Norte es su carrera favorita… incluso por encima de la Vuelta a Flandes. “Carreras con el mismo perfil que De Ronde tienes muchas: el Circuito Het Nieuwsblad, E3 Harelbeke, A Través de Flandes… durante el periodo previo a la Vuelta a Flandes pasamos unas 20 veces sobre el Viejo Kwaremont, pero sólo existe una auténtica París-Roubaix. Larga vida a De Ronde, un Monumento con una afición orgullosa y entusiasta, pero su ADN no es tan especial. Me decanto más por la magia del Infierno”.