Decía ayer Peter Sagan (Bora-Hansgrohe), nada más cruzar, derrotado, la línea de meta de la Via Roma de San Remo, que el resultado obtenido por cada cual no era lo importante. Que lo fundamental, y entendemos que se refiere al ciclismo en general y no sólo a la Classicissima, es que el espectáculo que dan los corredores esté a la altura de lo que el aficionado espera de las grandes citas del calendario, ya sean estas uno de los cinco Monumentos de este deporte o una de las 63 etapas en las que se dividen las tres grandes vueltas. Estas pruebas, la máxima expresión de las dos especialidades ciclistas en esto de darle pedales a la bici en una carretera (no vamos a filosofar ahora sobre pista, ciclocross, BTT, BMX…), son, en lo que a espectáculo se refiere, nuestro equivalente a una Super Bowl, una final de Champions, la lucha por las medallas olímpicas del hectómetro o cualquier otro símil que le quieran ustedes poner. Son nuestro Santo Grial por el que cualquiera de los –redondeando– 200 corredores que toman la salida en cada una de ellas se dejaría matar. Algunos, como sabemos, lo hicieron a manos de matasanos sin escrúpulos, pero esa es otra historia.
El caso es que las redes sociales, el injusto termómetro por el que hoy en día se mide todo, ardieron, caliente todavía el personal por el final de infarto que nos brindaron Sagan, Kwiatkowski y Alaphilippe (sí, él también estaba ahí), en un debate en el que, como todos los que se generan en ese mundo aparte que es el de las identidades virtuales, se mezclaban argumentos más o menos lúcidos tanto a favor y en contra, con los habituales –siempre son los mismos– trolls que aprovechan cualquier mínima ocasión para proyectar sobre los demás sus propias miserias.
Las redes, esas mismas que durante las más de siete horas en las que una carrera como la Milán-San Remo ofrece para la conversación debatieron, como toca cada año por estas fechas, sobre si es una prueba venida a menos o si es el último reducto de un ciclismo, el de las kilometradas imposibles, desaparecido y, por lo tanto, absolutamente intocable en su esencia; se centraban ahora en debatir, ojo al oxímoron, de forma muy sesuda las declaraciones de un deportista que todavía no ha recuperado completamente el aliento tras 291 kilómetros de pedaleo.
La Milán-San Remo, como el resto de las clásicas de primavera que llevamos vistas –cada una con su particularidad– ofreció, exactamente, lo que se espera de ella: siete horas de aburrimiento televisivo –eso es innegable– y diez minutos que, como las buenas historias de amor, valen para toda una vida. Es lo que tiene esto del ciclismo de un día: es la quintaesencia del show business ciclista.
Y Sagan, aunque alguno no quiera reconocerlo o no sepa verlo –de la misma manera que otros no quieren ver que la Milán-San Remo es un Monumento por ser como es y, por lo tanto, cualquier cambio sustancial en su planteamiento la convertiría en otra carrera–, tenía toda la razón del mundo. ¿Lo dijo porque había perdido? ¿Su reacción habría sido distinta de haber sido su tubular el primero en cruzar la meta? ¿Fue un consuelo de postureo para quedar bien ante las cámaras? ¿Fue un guiño a su conocida querencia a arrancar el aplauso facilón de los fans? Pues no lo sabemos. En realidad, es lo de menos.
Las de Peter Sagan deben llevarnos a todos, pero especialmente a corredores y directores, a una reflexión muy profunda sobre la esencia misma de este deporte en el que, en los últimos años, la mayoría de sus protagonistas andan con el ceño fruncido y con aires graves. Como si sobre sus espaldas –sus piernas– recayese todo el peso de los problemas del mundo. La crisis económica. El Brexit. El auge o no de los populismos. La crisis de los refugiados. El cambio climático. Trump. Las hambrunas… Da la impresión, cuando se les ve caminar o se les pone un micro delante de la boca, que andas más desvelados por la gravedad de sus asuntos que los propios dirigentes mundiales.
A alguien se le olvidó, en el camino que nos ha traído hasta aquí, que esto no es más que un entretenimiento. Un show. Un juego. Un deporte. Un espectáculo. Un pasatiempo. Una maravillosa distracción que, en realidad, no tiene absolutamente ninguna importancia en el devenir del mundo y las civilizaciones que en él han sido. Contador, Froome, Quintana, Porte, Boonen, Cancellara, Kwiatkowski, Van Avermaet… pongan el nombre que quieran. ¿Cuándo fue la última vez que los vieron reírse a carcajadas en público? ¿Cuándo fue la última vez que los recuerdan haciendo el tonto en una salida? ¿Y en una meta? ¿Delante de una cámara? ¿Cuándo fue la última vez que les oyeron algo parecido a una relativización de sus resultados? Fíjense, por ejemplo, en la foto del podio de la última Vuelta a España. ¿Quién es el que más sonríe?
Y en esto nos aparecen Peter Sagan y Esteban Chaves. Uno, el colombiano, el tipo más sonriente del mundo en un equipo que destila buen rollo por todos los costados. Otro, el eslovaco, que se ríe hasta de su sombra. Que se transmuta en Danny Zuko. Que duda públicamente de si Catar es el mejor lugar del mundo para montar una fiesta (y no crea un conflicto internacional). Que trollea a cualquier periodista ante cualquier pregunta. Aparecen, decía, estos dos hombres y, de repente, todo vuelve a ser mucho más sencillo. Más normal. Más real. Esto, el ciclismo, vuelve a ser un deporte sin importancia. Porque, en realidad, que un corredor vaya a toda prisa al aseo cuando termina una carrera no es síntoma, como sugería en aquella entrevista Renaat Schotte, sino que, como le contestó el campeón del mundo con toda normalidad, “es normal que la gente vaya al aseo… ¿o no?”
Y así, sin darse importancia y riéndose hasta de su sombra, es como Sagan se ha convertido no sólo en el mejor corredor del momento e indiscutible dominador de la jungla ciclista, sino también en el gran ídolo de las masas y, por qué no reconocerlo, en el niño bonito de la prensa. Y todo, por entender que el ciclismo es –sigue siendo– única y exclusivamente lo que siempre fue: un espectáculo sin importancia que existe única y exclusivamente para el disfrute y entretenimiento del aficionado.
Harían bien, decíamos antes, corredores y directores en aprender esta lección porque las cosas tienen que cambiar para que el Tour, que es la carrera más importante del año y el evento deportivo más grande del mundo después de los Juegos Olímpicos, se está convirtiendo en un absoluto aburrimiento protagonizado por ciclistas demasiado graves que corren con más miedo a perder que con ganas de ganar. Ciclistas que, durante el mes de julio, levantan pasiones, pero que cuando se retiran a sus tenerifes, sierra nevadas, sudáfricas y demás, apenas son recordados por un aficionado que, sin embargo, buscará en Internet, curioso, la última ocurrencia de Sagan. Porque, efectivamente, lo importante para el aficionado no es el resultado, sino que le diviertan. Algo que, dicho sea de paso, ya dejó dicho Alejandro Valverde hace unos años a este mismo periodista.
Un corredor, por buen clasícollanonómano que sea, o buen ganamundialesllanoscomolapalmadelamano, que no ha ganado una gran ronda por etapas ni tampoco una pequeña, el Tour de California ..bueno,en fin…, no puede ser considerado el mejor corredor de el momento bajo ningún concepto. Quizás en Parlamiento Ciclista si (do mora lo peor de cada casa, Saganás inclusive claro, si, el, el, ^^ quién si no el? el mismo que apaliza a diario a los incautos y a los no tan incautos con las fantásticas fantasias sobre el futuro triunfo en una gran vuelta por etapas de el falso Sagan, y digo el falso Sagan por que en realidad el es el verdadero, pues es mas Sagan que Sagan)., pero vaya, o sea, en serio no.
Ell gran dominador de la sabana es el escarabajo pelotero, si, ¡un líder! pero La Jungla de verdad es EL TOUR DE FRANCIA, quien lo gana y los que lo disputan son el dominador y los referentes de este deporte y el resto son pajas mentales de puristas o mas bien pseudopuristas. Apellidándose Van Looy es difícil de aceptar, claro, pero..es lo que siempre hubo, ahora hay y habrá en el futuro de este deporte, al menos aquel que queda para el recuerdo: EL TOUR Y LA MONTAÑA. Si combina las dos cosas, clásicas y grandes vueltas entonces es.. Eddy Merckx o Bernard Hinault, lo demás…para los que van de puristas.
La San Remo un truñazo, pero truñazo truñazo, de lo gordos. Y lo sabes! ^^
Y bueno, en cuanto.. a el artículo ¿Qué quería vd decir Van Looy? es que lo he leído dos veces y …sigo sin enterarme. :(
El Sr. Masai demuestra un flaco conocimiento de la jungla, algo sorprendente para una Masai, pero leyendo las barbaridades que ha escrito se hace evidente. El susodicho en «cuatro» líneas intenta cargarse y desprestigiar las carreras del calendario más abiertas, más valientes, más difíciles y sobretodo, más emocionantes, las clásicas.
Y es que actualmente las clásicas son las únicas carreras del panorama ciclista que, salvo en alguna ocasión en que monstruos del ciclismo como Contador y algún otro rara avis arman una de buena en las carreras por etapas, se ofrece un espectaculo valiente, con ataques inesperados y suicidas, emboscadas, derroches de fuerza y grandes exhibiciones, grandes exhibiciones de unos corredores valientes que ofrecen un show sin comparación a la comunidad ciclista.
Hubo una época en la que la vueltas por etapas, y de forma especial las tres grandes, podían ofrecer lo que antes describía, pero salvo pocas excepciones, se han convertido en carreras diseñadas en los coches de los directores y con escaso o nulo margen para la improvisación. Dónde antes había ataques a 90 km de meta, ahora se atacan en el último km, cuando antes se corría a base de instinto y de olfato, ahora se corre a base de vatios. Hemos canviado los Merckx y los Hinault , por ciclista-calculadoras faltados de instinto y de carismo. Y claro está, todo esto provoca que las grandes vueltas se conviertan en guiones predecibles, y aburridos, salvo que se realizen heroicidades ailladas o que aparezcan los abanicos.
Por este motivo no entiendo con qué finalidad pretender desprestigiar las clásicas? Motivos estrictamente ciclistas ya vemos que no tiene.
También me sorprende que no quiera ver en Sagan la figura del gran dominador del mundo ciclista. Un corredor que gana mundiales, clásicas, etapas en vueltas de una semana y etapas en vueltas de tres semanas. Un corredor que gana en terrenos llanos, en carreras y etapas con muros y repechos, etapas de media montaña e incluso CRI. Yo no veo, ni por asomo, corredor más completo en el pelotón. Y mucho menos Nairo Quintana, un escarabajo que hasta el momento se ha visto aplastado en todos los Tours en los que ha participado. En los que además, ha dejado una imagen de flaqueza y falta de mentalidad ganadora brutal.
Espero que la dinamica de las grandes vueltas canvie y volvamos a disfrutar de auténticas exhibiciones ciclistas, mientras tanto, siempre nos quedarán las clasicas y sus gladiadores.
tu tienes una percepcion del ciclismo diferente a la mia,pero eres un poco irrespetuoso y eso demuestra que no amas este deporte, tu tendras tus gustos y yo no tengo que tener una opinion parecida a ti pero no por eso te voy a criticar, cada uno puede pensar del ciclismo lo que quiera, pero siempre respetando la opinion de los demas.