PERFILES DE TODAS LAS ETAPAS Y SUBIDAS
Con poco más de dos días por delante para que comience el Tour de Francia 2017 ya hay muy poco que se pueda decir, desvelar o añadir acerca del recorrido que ASO ha preparado para esta nueva edición de una Grande Boucle que, de nuevo, se plantea como la pelea de Chris Froome (Sky), triple ganador de la carrera y defensor del título, y todos los demás contendientes que, como ahora veremos, confían en poder, por fin, encontrar el punto débil del británico y, sobre todo, de su potentísimo Sky que, en opinión de algunos, ha perdido algo de potencial respecto a otros años.
Pero eso, al menos hasta que la carrera eche a rodar, no pasará de ser una sensación. Un deseo, quizás, de todos aquellos que año tras año se han ido estrellando contra el sólido y seguro muro que, incluso en sus peores días, ha sabido proteger y llevar en volandas a Froome hasta el podio de París. Un equipo capaz, para desesperación de los rivales –y de aficionados–, de neutralizar todos y cada uno de los ataques, más o menos poderosos, que ha ido recibiendo un líder que, justo es reconocerlo, ha sabido estar donde debía en todas y cada una de las ocasiones en que la carrera lo ha requerido, pero que, a la vez, más de uno opina que no ha tenido frente a sí un rival con el calado y la entidad suficiente como para llevarlo, de verdad, hasta su límite.
Froome llega al Tour como uno de los corredores más frescos del pelotón. Su palmarés de 2017 está en blanco y eso es porque, más que nunca, ha preferido centrarse al completo en preparar el gran objetivo francés. Eso hace que las legítimas opiniones de aquellos que quisieron ver en su rendimiento durante el pasado Critérium du Dauphiné sean, al menos, un tanto aventuradas ya que la lógica invita a pensar que, con tan poco ritmo de competición en las piernas, el estado de forma del británico sólo puede ir creciendo a medida que pasen los días.
Una estrategia, la de llegar algo corto al inicio de la carrera, que quizás esté pensada para contrarrestar las tradicionales buenas terceras semanas de Nairo Quintana (Movistar), que en el pasado ha conseguido, siempre en esa parte final, poner contra las cuerdas la hierática imagen de Froome. Sin embargo, al menos si atendemos a los calendarios de uno y otro, este año la dinámica, habida cuenta del cansancio que puede tener acumulado el colombiano tras la disputa del Giro de Italia, podría ser radicalmente opuesta.
Quintana, a París se va por Milán
Quintana, una vez más, aparece como el gran rival de un Froome que, eso sí, no podrá centrarse únicamente en las evoluciones del Cóndor. Al de Movistar, pese a sus repetidos podios en los Campos Elíseos (dos segudos y un tercero en tres participaciones), un bagaje por el que muchos venderían su alma al diablo, parece que se le va agotando el crédito del público que, de alguna manera, ven complicado que vaya a poder superar en Francia a un Froome pletórico y que, por otro lado, ven cómo por detrás empuja una nueva generación que, como ha demostrado Dumoulin en Italia, ya ha dejado de llamar a la puerta para plantarse, de lleno, en medio del salón de esa pequeña casa que habitan los grandes favoritos al triunfo en las vueltas de tres semanas.
Pero si de Quintana, 27 años y sólo tres Tours en la mochila, decimos que debe de comenzar a preocuparse seriamente por aquellos más jóvenes que llegan dispuestos a pasarle por encima, la situación es doblemente acuciante para un Alberto Contador (Trek-Segafredo) que este año, como Froome, se ha centrado absoluta y completamente en la preparación del Tour arropado y mimado por un nuevo equipo que ha querido darle al pinteño todas las herramientas para, al contrario de lo que vivió en años anteriores, llegar a Düsseldorf con la mayor calma y paz posibles.
Contador, la baza española
Una calma y una paz, eso sí, que se ha visto enturbiada por el positivo del portugués André Cardoso (Trek-Segafredo), uno de los hombres que debía de acompañar al pinteño en los momentos complicados de la carrera y cuya sangre mostró, en un control antidopaje realizado el pasado día 18 de junio, restos de EPO que ahora están a la espera de ser confirmados con el contraanálisis.
En cualquier caso, Contador, 34 años y nueve Tours (dos de ellos borrador por un positivo), sabe que su favoritismo de cara a poder subir al podio de París vistiendo el añorado maillot jaune descansa más en el miedo que, como le ocurría al Cid, pueda infundir su nombre que en lo que el análisis objetivo de sus opciones pueda deducirse.
En ese grupo que formarían los tres hombres con más opciones de destronar a Froome volveremos a ver al que hasta hace sólo un par de años era uno de sus lugartenientes más fieles y efectivos: Richie Porte (BMC). El australiano, hasta el momento, no ha mostrado la infalibilidad que precisa un gran aspirante al Tour, pero la clara apuesta del BMC por su figura en detrimento de Tejay van Garderen, y, sobre todo, las muy buenas sensaciones que ha ido mostrando durante esta campaña le sitúan, con todo merecimiento, entre los tres hombres con más opciones, como ya hemos indicado, a heredar la corona de Froome en caso de que el británico se vea obligado a abdicar del trono francés.
Pero ellos, aunque sí son los más claros, no serán los únicos aspirantes. Por detrás de ese cuarteto se abre un amplio abanico de outsiders que, como siempre ocurre en una carrera tan larga y, sobre todo, tan dura como el Tour de Francia irá perdiendo integrantes a medida que se sucedan las etapas y, por qué no, sumando alguno más que, dentro de un mes, será reconocido por todos como la revelación de la carrera.
Romain Bardet (Ag2r-La Mondiale) es la gran esperanza francesa. Con cuatro participaciones en su haber, en las que ha sumado tres top-10, su segundo puesto de 2016 catapultó hasta el Tour de Francia a esa generación de corredores que entiende el ciclismo de una manera completamente distinta a lo que hemos visto en la última década. Una forma de competir mucho más cercana a la de Alberto Contador que a la hiperestudiada táctica del Sky.
Bardet, el aventajado entre los mortales
Bardet aporta al Tour esa alegría, espontaneidad y valentía que gente como Sagan aporta a las clásicas. El francés es valiente y le gusta dejarse llevar por sus instintos más que por los datos del ordenador, pero pese a esa segunda posición de hace doce meses parece que sigue estando un peldaño por debajo de otros grandes nombres debido, sobre todo, a ese talón de Aquiles que para él supone la lucha contra el crono.
Junto a él, aunque por separado quizás no deberían de estar tan altos en la predicción, nos encontramos a la dupla del Astana formada por Fabio Aru y el flamente ganador del Dauphiné, Jakob Fuglsang. Los dos han demostrado que han medido perfectamente sus esfuerzos para llegar al cien por cien al Grand Départ de Düsseldorf. El italiano, como Bardet, tiene su gran hándicap en la contrarreloj mientras que el rendimiento del austríaco es toda una incógnita especialmente cuando las piernas acumulen ya más de la mitad de la carrera y lo que prevalezcan sean más las reservas del depósito que las supuestas fortalezas y flaquezas que sobre el papel tiene cada cual.
Chaves, la incógnita de la temporada
Además, la duplicidad de líder no siempre es una buena idea dentro de un mismo equipo y habrá que ver cómo, llegado el momento de tener que hacerlo, resuelve Astana la situación. Ese problema, por fortuna para él, no lo tendrá colombiano Johan Esteban Chaves (Orica-Scott). El siempre sonriente Chaves es el paradigma de uno de los equipos que más buen rollo es capaz de proyectar hacia el exterior, algo que no debe de confundirse con falta de compromiso o de profesionalidad por parte de sus componentes. Precisamente, según sus responsables es en ese buen ambiente donde radica buena parte el éxito del conjunto.
Sin embargo, Chaves ha atravesado un larguísimo periodo de inactividad que le ha mantenido alejado de la competición desde el arranque australiano de la temporada hasta el Dauphiné. No peleó por el triunfo, pero sí es cierto que da la sensación de haber superado por completo sus problemas físicos, por lo que sería demasiado aventurado descartarle para el triunfo así como, tal y como podría sugerir su estupendo papel en la pasada Vuelta a España, equipararle con los más claros favoritos.
Tampoco habrá que perder de vista a un Rafal Majka (Bora-Hansgrohe) que por primera vez ha tenido la oportunidad de centrar todos sus esfuerzos en preparar la gran cita del mes de julio. El polaco, que en el pasado supo aprovechar las oportunidades que las caídas y abandonos de Contador le granjearon, comparte ahora galones en el Bora-Hangrohe con un Peter Sagan que tiene el verde entre ceja y ceja.
Majka podría ser, quizás, el más flojo de los hombres que merecen un mención especial dentro de ese grupo de outsiders que acaban completando los Daniel Martin (Quick Step Floors), Louis Meintjes (Dimension-Data) –quizás el gran aspirante al maillot blanco–, Simon Yates (Orica-Scott) –que dependerá de un hundimiento de Chaves– o Rigoberto Urán (Cannondale-Drapac).
Valverde, el eterno plan B
Y, por supuesto, no nos olvidamos de un Alejandro Valverde (Movistar) que, un año más, acude al Tour, esa carrera por la que tanto ha sacrificado y que finalmente le correspondió con un podio en 2015, con la clara misión de mantenerse a las órdenes de Nairo Quintana, aunque sabiendo que no sólo será el gran plan B de su equipo en caso de que el colombiano falle, sino que su peso específico y su experiencia le dotan de una libertad de movimientos gracias a la que nadie vería con malos ojos que, si no perjudica los intereses del de Boyacá, busque sus propias opciones en alguna etapa.
Valverde no tiene absolutamente nada que demostrar en este Tour. En realidad, tras su impresionante paso por los primeros meses de la campaña, no tiene nada que demostrar en lo que queda de año, pero el murciano ya ha dejado claro que su gran objetivo –Bergen aparte– de la parte final de 2017 es la Vuelta a España y habrá que ver si, de una vez por todas, demuestra que sabe contener sus instintos de killer y puede pasarse tres semanas de julio en Francia pensando más en objetivos futuros que en la gloria inmediata.