Samuel Sánchez es un ciclista de esos de la edad de oro. No tiene el palmarés de otros, pero su savoir faire le ha situado en el pelotón de cabeza. Ha sido un maestro en eso. Estaba en el otoño de su carrera deportiva, llevaba ya tiempo ahí, con 39 años, si no es el más viejo, era mejor dicho, del pelotón, poco le faltaría, perdonad no lleve la cuenta.
Samu tiene su público, una parroquia devota que le lleva en volandas y tiene tatuada en la memoria esa mañana de Pequín en la que todos nos levantamos con el primero oro olímpico de la España de 2008, esa que entraba irremediablemnte en la crisis.
Samuel Sánchez fue TT ese día, no sé si entonces había Twitter, o era un edifico en andamios. Hoy Samu ha vuelto a ser TT, hasta que unos desgraciados nos han amargado con la catástrofe de BCN. Sea como fuere, y volviendo a la raíz del post, Samu escaló en ese peldaño por un positivo –otros hablan de resultado adverso como quien habla de crecimiento negativo- que cumple el ABC de estas situaciones, un manual que él mismo se apresuró a narrar:
“Estoy sorprendido”
“Tengo la conciencia tranquila”
“Espero que todo quede en un susto”
Es la retórica, el relato, ahora a esperar al tarro B, la muestra que rara vez da un resultado diferente al primero, para desgracia del implicado.
Artículo completo en El Cuaderno de Joan Seguidor