Llamado a todo desde el primer día en que puso un pie en el Tour para terminar segundo en aquel maravilloso debut de 2013, año en el que se llevó su, hasta ahora, única etapa en la ronda gala, Nairo Quintana (Boyacá, Colombia, 4 de febrero de 1990) se ha estrellado una y otra vez contra ese maldito sueño amarillo que hace doce meses le hizo conocer la otra cara del estrellato ciclista. La de la derrota aplastante, que nunca humillante. Se embarcó el colombiano en el empeño de hacer doblete Giro-Tour en el año equivocado y eso trajo consigo no sólo el peor Tour para el de Boyacá sino, sobre todo, una enorme tensión en su relación con Movistar y su mánager, Eusebio Unzue, que llegó a amenazar las costuras de una unión que, hasta ese mes de julio, parecía a prueba de bombas.
Se fue Valverde al suelo en Düsseldorf y se le vino el mundo encima a un Quintana que, en realidad, ya sabía en ese momento –aunque la primera norma del manual del buen deportista marque no reconocer en público las propias debilidades– que le iba a tocar sufrir enormemente durante tres semanas para, simplemente, terminar el Tour. Quizás, y esto no va más allá del ciclismo ficción, viendo como se desarrollaron las cosas después, si el murciano no se hubiese ido al suelo, Quintana podría haber disfrutado de un Tour muy distinto. Al servicio del español. Incluso, llegado el punto, echando pie a tierra cuando todo dejó de tener sentido. Pero las cosas no siempre son como uno quiere y el Tour de 2017 fue, sencillamente, una pesadilla. De principio a fin. Ahora, doce meses después, llega el momento de demostrar que, como todo buen deportista, Nairo Quintana también ha sabido sacar la parte positiva de esas tres terribles semanas padecidas el pasado año.
La presión alcanzada tras esas tres semanas de miradas desafiantes, declaraciones a destiempo y actuaciones poco edificantes de terceros no hizo más que aumentar cuando se supo que Unzue había llegado a un acuerdo con Mikel Landa para las dos siguientes temporadas. Con el free Landa todavía muy fresco y el alavés marcando terreno desde el primer día, Quintana vio más amenazado que nunca un liderato que no dudó en disputarse con el recién llegado a través de declaraciones cruzadas en los medios de comunicación.
De puertas para afuera, todo va como la seda. Han coincidido dos veces en la carretera. Empate técnico. Landa fue mejor en Euskadi y Nairo lo fue en Suiza. Los dos se echan flores, pero recuerdan que será la carretera la que ponga a cada cual en su sitio. Valverde, mira y calla.
Quintana ha reconocido en una entrevista reciente que su campaña de 2018 se ha enfocado de forma muy distinta a otras temporadas. Ha sido más tranquila. Ha corrido, más o menos, la misma cantidad de días, pero se los ha tomado de otra manera. Esa puede ser una explicación –o una excusa– a su falta de grandes resultados. Sólo un triunfo. Una etapa en Suiza. Pese a ello, dice, sólo hay un objetivo: ganar.
Narionman llega a este Tour, por lo tanto, con dos claras misiones. Por un lado, conseguir el triunfo. Por otro, quizás más importante, recuperar la credibilidad perdida el pasado año. Quintana se dejó, tras tres podios consecutivos (no participó en 2014) una parte importante de su rédito como hombre Tour no por terminar 12º, que son cosas que pasan, sino, sobre todo, porque, sin fuerza en las piernas por ese fallido doblete, mostró también una brecha importante en su fortaleza mental y eso es algo que, como el valor al soldado, al ciclista se le supone.
Este Tour, en general, le viene bien. Mucha montaña y poca contrarreloj, colocada al final del camino, donde importan más las fuerzas que la especialización de cada cual. Es un Tour, eso sí, en el que Nairo tendrá que recuperar su versión más agresiva. La que enamoró al principio de su andadura en Francia y que perdió, casi por completo, hace dos años. El mayor peligro para él y su moral llegará al final de la siempre peligrosa primera semana. Hay un par de puntos, en esos primeros días, en los que Quintana puede dejarse ver y ganar algo; pero hay una etapa en la que el colombiano, apenas 60 kilos de fibra escaladora, no tiene absolutamente nada que ganar y sí mucho que perder: la peregrinación a Roubaix a través de los 15 tramos adoquinados.
Si Quintana supera ese primer asalto sin dejarse medio Tour y, sobre todo, si su estado de forma es tan bueno como el que él mismo asegura, las cosas sólo podrán ir a mejor. Será el momento de, pensando en la última crono, comenzar a ganar tiempo. De atacar. De ser valiente. Porque si no lo es él, lo serán sus rivales… e, incluso, sus compañeros.
Nairo Quintana (Movistar), 28 años
Días de competición: 29
Victorias: 7ª etapa Tour de Suiza (2.WT)
Otros resultados: 2º 5ª etapa y General Final Colombia Oro y Paz (2.1), 3º 4ª etapa y 2º General Final Volta a Catalunya (2.WT), 5º General Final Vuelta al País Vasco (2.WT), 3º General Final Tour de Suiza (2.WT)
Clasificación UCI World Tour: 23º
Puesto Tour Francia 2017: 12º
Mejor resultado Tour de Francia: 2º (2013 y 2015)
Días de amarillo en el Tour de Francia: 0
Etapas Tour de Francia: 1
Mejor resultado Vuelta a España: 1º (2016)
Mejor resultado Giro de Italia: 1º (2014)
Nairo Quintana es hasta ahora el ciclista más grande de Colombia. Lo ha dado todo por nuestro país. Siempre lleva consigo una mentalidad ganadora y lucha por la victoria haciendo casi lo inhumano. Es posible que en el 2018 gane la única grande que le hace falta en su gran palmarés, el Tour de Francia. Si no es así, NO IMPORTA, ya suficientes alegrías y gratas emociones nos ha dado. Además, como deportista de altísimo rendimiento, y a pesar de su juventud, los organismos tienen una respuesta gradual que es coherente con los grandes esfuerzos realizados a lo largo de tantas temporadas llenas de sufrimientos, enfermedades, accidentes, climatología, alimentación, lejanía de los seres queridos, entre otras circunstancias adversas, por las cuales tiene que pasar una persona como él. Seguiremos apoyándolo, admirándolo, y por supuesto deseándole muchísimos triunfos más. VIVA NAIRO!!!!!!!!!!!!!!!!!!