Javier Mínguez dice que deja la selección porque se siente engañado. Como si el día de la marmota planease sobre nuestras cabezas, hace ayer cinco años, comentamos esto sobre Javier Mínguez…
Con la entrada de Jose Luis López Cerrón y la paupérrima situación de las arcas de la Real Federación Española de Ciclismo, la política de la casa en material de contratación de técnicos se volvió estricta y austera. La amistad vallisoletana del presidente con Javier Mínguez sirvió para plasmar un acuerdo que dudo se diera en alguna de las selecciones restantes el pasado domingo en Florencia: el seleccionador nacional ejercía sin cobrar un duro. Esto es el ciclismo en España, el país que pone la mayoría de corredores en el corte bueno de la carrera reina y está bajo las directrices de una persona que no cobra por que la situación económica es horrible.
Aquellas palabras salieron de los borbotones que nos dejó el mundial de Florencia y sus consecuencias. La gestión de aquello no fue sencilla. Todo lo contrario. De vernos con las dos mejores medallas posibles, a quedarnos con las dos peores en unos metros fatídicos, en aquel puente que Rui Costa abre gas y Vincenzo Nibali deja cortado a Alejandro Valverde.
Javier Mínguez capeó aquel temporal
Aquello acabó en drama griego en la ciudad de las maravillas.
Cinco años después leemos Javier Mínguez esto en Ciclo21.
Lo que leemos esos dos años trabajó a coste cero, mientras otros sí cobraban.
Ser seleccionador de ciclismo, exclusivamente de los pros, es un trabajo que de puertas hacia afuera se resume en las seis o siete horas de campeonato del mundo, más los dos ratos de la crono.
Pero no es tan sencillo.
Javier Mínguez entró en una federación arruinada, en un país en estado de shock por una crisis bestial.
Aceptó el cargo por amistad con el presidente.
Y ahora esto:
Artíclo completo en El Cuaderno de Joan Seguidor