Después de doce temporadas en el World Tour, el alemán André Greipel, el corredor en activo con más triunfos en su palmarés, buscó un nuevo reto enrolándose en el Arkéa Samsic francés, un equipo PCT donde iba a tener, en principio, menos presión y donde el corredor alemán esperaba volver a encontrar ese golpe de pedal que le convirtió en el gran dominador de las llegadas masivas.
Pero los meses van pasando y Greipel, que terminó 21º el Premio Escalda, sólo ha sido capaz de ganar en La Tropicale Amissa Bongo, una de esas citas, a todas luces menor, que pueblan el arranque de temporada y donde las primeras figuras van a acumular kilómetros (y hacer caja) para deleite de la afición local.
El octavo puesto de la Kuurne-Bruselas-Kuurne no fue más que un espejismo en una temporada terrible que, pese a tener contrato en vigor hasta el final de 2020, ha hecho que Greipel se plantee seriamente colgar la bicicleta.
En declaraciones a Het Laatste Nieuws, el corredor germano explica que en la prueba de ayer “todo salió mal. Mi posicionamiento, mi velocidad. A dos kilómetros de la meta ya estaba muy mal colocado. Todo es culpa mía, sé hacerlo mucho mejor, pero siempre tomo las decisiones equivocadas. He perdido mi instinto”.
Todo ello ha llevado al corredor de Arkéa Samsic a plantear que “no sé si completaré mi programa previsto. Tengo que ir a la París-Roubaix y ver qué tal me encuentro allí”. El problema principal es que “no sé qué me ocurre. Sencillamente, no me encuentro preparado para pelear las buenas posiciones. He perdido mi instinto como sprinter”.
Esta cuestión no es baladí ya que, según él mismo explica, “cuando sprinto en los entrenamientos sigo moviendo los mismos datos que en mis mejores años, así que, físicamente estoy bien. Quizás me he hecho viejo”. Y ante esta realidad, el corredor asegura que “tengo que ser honesto conmigo mismo. ¿Merece la pena seguir así?”.