A nosotros no, no nos gusta ver a Valverde trabajando para terceros, de gregario, desde luego. Y seguro que a muchos de vosotros también os disgusta ver a Alejandro como un doméstico de lujo, un gregario de Arco Iris.
Que sí, que tienen mucha razón los que elogian su grandeza, su dignidad y sencillez portando el maillot de campeón del mundo y trabajando con humildad para su equipo. Esto no se lo puede quitar nadie.
Dicho esto, a nosotros nos sigue doliendo ver a Valverde, con sus 39 años y su impresionante trayectoria, marcar el ritmo del Movistar. De acuerdo que ya hacía más de un mes que lo venía diciendo, que él venía a trabajar para Landa y Quintana. Nada que reprochar.
Algunos quizás no nos lo creímos, pero no por nada, no porque mintiera, por supuesto, pero sí pensando que se guardaba ese as en la manga que le diera libertad para hacer lo que le diera en gana en carrera. Sin tener que depender ni sacrificarse por nadie.
Incluso el propio Movistar se vanagloria de que Alejandro, “con 39 años y toda una vida como ciclista profesional, con un Arco Iris en su pecho y espalda, no se le han caído los anillos para poner un paso durísimo al frente del pelotón por sus compañeros en todo un Tour de Francia”. De acuerdo, pero… ¿para eso lo han llevado?
Incluso lo de “paso durísimo” podría ser muy discutible. Que nosotros sepamos no descolgó a nadie. A nosotros nos dio la sensación de que no iba a tope, tampoco a medio gas, pero no «a full». Tampoco su relevo, después de quitarse Marc Soler al frente del grupo, fue demasiado duradero. Tan sólo unos pocos minutos, ¿cierto?
Artículo completo de Jordi Escrihuela en El Cuaderno de Joan Seguidor