La desaparición de la persecución individual del programa de los Juegos Olímpicos, en 2012 fue un ‘palo’ en todos los sentidos. Para entendernos, es como si hubiesen suprimido el 1.500 del atletismo. Pero el Olimpismo es como un cubo de Rubik, que el movimiento deseado de unas piezas –dar entrada al BMX- conllevó la descolocación de otras –el kilómetro y la persecución-… aunque los efectos colaterales durante cuatro años sean graves.
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Ni siquiera el record del mundo batido por Jack Bobridge en 2011 (4:10.534), que acababa con una plusmarca de Chris Boardmann (4:11.114) con más de 15 años de antigüedad, supuso un aliciente para competir en esta prueba. El adiós del más grande persecucionista de aquellos años, Bradley Wiggins, estaba justificado por otras razones, su transformación para afrontar, y ganar, el Tour de Francia. Pero pistards de la talla de Michael Hepburn, Geraint Thomas, Taylor Phinney, Stefan Küng o incluso el propio Bobridge se centraron en el trabajo con sus cuartetas o simplemente abandonaron los velódromos para defender su suerte en la carretera con mayor o menor fortuna
Todo comenzó a cambiar cuando Ashton Lambie, un desconocido estadounidense de Nebraska, más identificable por su poblado mostacho que por sus prestaciones en pista –solía competir en carreras sobre hierba o gravel- marcaba un récord inesperado, amparado en la altitud de Aguascalientes (México), en el transcurso del Panamericano de 2018. Pistards como el alemán Domenic Weinstein, el italiano Filippo Ganna o el británico Charlie Tanfield (4:12.263 en la Copa del Mundo de Minsk 2018, segunda mejor marca de la historia a nivel del mar) habían comenzado a acercarse a la ya viaja marca del australiano, pero ninguno con la épica –y la estética, que siempre es lo que más ‘vende’- de este norteamericano que se fue a 4:07.251. Su estilo, arrancado a muerte y yendo ‘a petar’, hubiera sido un suicidio a nivel del mar, pero resultaba perfecto con esa menor densidad del aire.
Mucho más que el hermano de Katie
John Archibald fue el siguiente protagonista en ‘caldear el ambiente’, ya que, a finales del año pasado, en una prueba menor como la Track Cycling Challenge en el velódromo suizo de Grenchen, marcaba un tiempazo de 4:10.534, que algunos consideraban record del mundo a nivel del mar, aunque la UCI ya no distingue plusmarcas en altitud o no. Simplemente era la segunda mejor marca de todos los tiempos y un aviso de las posibilidades de este escocés, que también tenía una curiosa historia detrás, aunque fuese más conocido simplemente por ser el hermano de Katie.
Los dos confluirían en ese proyecto tan maravilloso como incomprendido por la UCI que es el HUUB-Wattbike, el popular equipo de ‘Derbados’, aunque volverían a ser rivales en un Mundial de Pruszkow que, por primera vez en muchos años, presentaba la persecución masculina como una de las pruebas con más alicientes. Desgraciadamente para ellos, ni estadounidense ni británico fueron protagonistas el pasado 1 de marzo, terminando quinto y séptimo, respectivamente.
Quien se llevó el gato al agua fue el italiano Filippo Ganna, que no era un desconocido ni mucho menos –campeón del mundo en 2016 y 2018, subcampeón en 2017-, pero más conocido en esos momentos por haber ingresado en las filas del todopoderoso Sky/INEOS. Más que la victoria, lo más destacado del de Verbania fue establecer las dos mejores marcas a nivel del mar: 4:07.456, en la clasificatoria, y 4:07.992, en la final.
Por cierto, por un error de cronometraje su tiempo matinal fue anunciado, incluso en redes sociales, como un 4:05 que entonces nos pareció imposible, pero que resultaría premonitorio.
La persecución volvía a estar en boca de todos. Por si fuera poco, en categoría junior comenzaban a descollar persecucionistas como el británico Ethan Vernon y el ruso Lev Gonov, que en el Mundial 2018 habían batido sucesivamente el record del mundo del suizo Stefan Bisseger (3:12.416), con registros de 3:12.226 y 3:11.143, aunque más llamativo era el 3:08.815 del neozelandés Finn Fisher-Black, que no sería homologado por no haber control antidopaje en dicha prueba, aunque lo batiría posteriormente, dejándolo en 3:09.710.
Salvo el ‘kiwi’, centrado ahora mismo en carretera como integrante del equipo de promoción de Jumbo-Visma, los otros tres comienzan a descollar en la máxima categoría, aunque la distancia sea un kilómetro más larga. Y ojo en esta nueva hornada con el alemán Tobias Buck-Gramcko, triple campeón junior este verano en Frankfurt (Oder).
El bigote más rápido del mundo
Tan solo había que esperar al momento propicio para ver el record caer. Y ese no era otro que el Campeonato Panamericano de 2019, celebrado el pasado mes de septiembre. Si los Continentales anteriores se habían disputado en los 1.800 metros de altitud del velódromo hidrocálido, los de esta temporada se desarrollaban a 2.550 metros, en la que será la pista talismán en poco tiempo, la de Cochabamba, aunque no sólo por su altitud sino por su magnífica construcción.
Lambie volvía a golpear. Y por partida doble. Con su particular estilo, como bien analizaba el ex seleccionador Didac Navarro, el ‘bigote más rápido del mundo’ bajaba su plusmarca a 4:06.407, en la clasificatoria y a 4:05.423, en la final, es decir, un segundo menos que el primer registro.
Con esos tiempos, parecía que habría que esperar a que algún valiente volviera a subir a Bolivia para intentarlo. El HUUB-Wattbike ya anunciaba el mes pasado que su objetivo de esta temporada sería afrontar, casi con seguridad en Cochabamba, tres plusmarcas mundiales: el siempre prestigioso record de la hora, el de los 4.000 metros por equipos –últimamente ceñido a los enfrentamientos Gran Bretaña-Australia, aunque Dinamarca está ya al acecho- y el de la individual, con Lambie o Archibald como protagonistas… pensando en un 3.59.
De la premonición a una feliz realidad
Pero esos planes se han visto trastocados, aunque quizá sea más oportuno decir alentados, por lo sucedido el domingo en Minsk. Por mucho que fuese la única vez en la temporada que tenían una persecución en una manga de la Copa del Mundo, no parecía el mejor escenario para vivir un record del mundo. En el caso de Ganna, podíamos pensar que estaba más pensando en un descanso tras su temporada de carretera que en la propia persecución, y más tras haberse ‘saltado’ esta disciplina en el Europeo, dos semanas antes.
Craso error. En la clasificatoria se iba por debajo del premonitorio, pero falso, tiempo de Pruszkow, con 4.04.252, para rodar apenas dos horas después –esto no es como el Mundial que tienen más descanso hasta la sesión vespertina- en 4.02.647. Ya no era solamente el descomunal registro, sino haberlo mejorado en casi dos segundos con tan escasa recuperación. Precisamente Archibald y Lambie le acompañaban en el podio.
La nueva plusmarca estuvo todo el domingo en boca de todos, especialmente en las redes sociales que se rindieron a Filippo Ganna. De todas formas, me quedo con el comentario de Marc Cavendish en Twitter, el primero que lanzaba lo que puede ser otro reto: que INEOS aproveche todo su potencial económico y tecnológico para afrontar esa barrera, cada vez más cercana de los 4 minutos, de los 60 kilómetros por hora… si no se lanza a por los 60 minutos, a batir el record de Victor Campenaerts, algo a lo que parece decidido, aunque reconoce que aún le falta fondo.
Sean ellos, o sean los hombres de Derbados, el desafío está servido. Y el prestigio de la persecución, plenamente recuperado. El carácter olímpico, bastante más complicado, desgraciadamente.