El cuaderno de Joan Seguidor / Ciclo 21
Cinco Tours y dos Giros, a ello sumado un buen número de éxitos, no fueron pocos los rivales que Miguel Indurain dejó por el camino.
De ellos hubo de todo, su situación, generación del 64, con Breukink, Bugno y Alcalá, se decía entonces, le confirió choques con los mayores del momento, desde Fignon a Lemond pasando por Roche, y rifirafes con los que vendrían más tarde, Olano, Berzin, Ullrich, Pantani…
En definitiva una amalgama de corredores, que hay no están todos, de los que surgieron épicos momentos que desde luego hoy miramos con nostalgia.
¿Cómo no mirar así La Plagne, Sestriere, Marmolada en esos años?
Fueron tiempos de heroísmo, incluso también de controversia, muchos de esos ciclistas ya sabemos cómo acabaron, aunque algunos quieran mirar para otro lado, pero fue en el cogollo de todo eso, donde cimentamos el amor que le tenemos a este deporte.
Así las cosas Miguel Indurain irrumpió en el ciclismo que mamó de las ubres, directamente además, de Bernard Hinault.
En un grado inferior Stephen Roche coincidió en alguna contienda con el gigante navarro, aunque serían Greg Lemond y Laurent Fignon quienes le sufrirían en sus carnes.
Hete aquí la famosa crono de Luxemburgo y el doblaje, triple, firmado por el navarro.
Una hazaña, no se puede describir de otra manera, que Laurent Fignon describió como increíble, cuando saliendo seis minutos más tarde, Indurain dio cuenta de él en el tramo final de la crono más increíble jamás vista.
Indurain fue testigo directo del duelo de Fignon con Lemond, Tour de 1989, una visión privilegiada de la mejor carrera de los tiempos modernos que cimentó la leyenda de Lemond.
Esa leyenda, ese dominio americano, cayó por la borda con la irrupción de Indurain, un par de años después.
El americano, en ese momento, en ese lugar, la cima del Tourmalet, le daría el relevo en la corona de la mejor carrera del mundo.
Despegaba entonces la leyenda de Indurain a lomos del caballo más desbocado que le tocó domar, Claudio Chiapucci.
Juntos construyeron un monumento a la historia del ciclismo en las laderas de Val Louron, aquella tarde julio.
En esa cabalgada pudo estar Gianni Bugno, pero no estuvo y se perdió la fiesta.
Si un día nos pedís quiénes fueron los rivales más genuinos, directos y cercanos Miguel Indurain.
Rivales íntimos, querríamos decir, aquellos en los que pensamos primero cuando relatamos la concurrencia del momento.
Como Tony Rominger, quien ganó mucho esos años, pero que con Miguel Indurain tendría un duelo, al sol del Tour del 93, aquellas tardes de Isola 2000, Saint Lary, pero sobre todo Serre Chévalier y el previo Galibier.
No coincidieron mucho suizo y español, pero su rivalidad se llevaba en la distancia en tiempo y lugar: el récord de la hora que Rominger le batió dos veces, nada menos.
Para Rominger, como para Chiapucci y Bugno habrá un monográfico a más no tardar.
Ellos son los primeros en quien pensamos cuando hablamos de los rivales de Miguel Indurain.
Pero no perdamos el hilo, por que en esos años dos ciclistas aparecieron desde el GB-MG: primero Franco Chioccioli, efímero en la película, pero intenso con aquella cabalgada de Imola, Giro del 92, y Zenon Jaskula, el frío polaco que popularizó el término «goma» mejor que nadie para ganarse un hueco en el podio del Tour del año siguiente.
Efímeros también fueron Moreno Argentin y sus troupe Eugeni Berzin y Piotr Urgumov.
Éste último letón que anduvo como un tiro en el Giro del 93, aquella etapa de Oropa, y luego en el Tour del año siguiente, trepando y trepando hasta ser segundo, aunque sin amenazar de forma directa el liderazgo de Indurain.
Moreno Argentin fue maestro de ceremonias confabulando contra Miguel en aquellos Giros del 93 y 94.
En el primero Ugrumov se quedó en el camino, en el siguiente dio en la diana con Berzin, infringiendo la derrota más dura de todo el «ciclo» Indurain.
Pero Berzin llegó, ganó y se fue, así, con la misma naturalidad que entró, salió de escena.
Duró más Marco Pantani, el ciclista que tronaba hacia arriba que coprotagonizó la etapa más demencial jamás vista, aquella de Aprica, Giro del 94, junto a Sestriere el día que las palomitas no daban de sí ante la televisión.
Pantani fue una constante ante Miguel en sus últimos dos años en lo más alto y acompañó al mentado y a Olano en el podio del mundial de Colombia.
Siguiendo con la lista los ONCE no pueden caerse de la lista.
Alex Zulle estuvo siempre ahí, pero nunca tan cerca como en el último Tour: mientras el suizo volaba en La Plagne, Indurain destrozaba, uno a uno, el grupo trasero.
Zulle tenía potencia para estar con Indurain en muchos momentos, pero siempre le fallaba algo.
Y a veces la mentalidad que sí tenía Laurent Jalabert, posiblemente el más coral de los rivales de Indurain.
El francés se cruzó con él muchas veces y no sólo en el Tour, aunque aquí la jornada de Mende siempre será esencial.
El epílogo de esta historia de grandes nombres se escribe con el de un percherón danés que interrumpió el ciclo de seis Tours.
Bjarne Riis fue posiblemente el último de los rivales de Miguel Indurain y en su recuerdo se entremezcla la amargura de la derrota con todo lo que le vino después.
Pero fue otra historia, la que centró ésta habla de los rivales de Miguel Indurain, cuyo sólo relato y ubicación temporal nos da la medida de lo grande que fue ese periodo.