El Cuaderno de Joan Seguidor / Ciclo 21
La historia de hoy ocurre entre dos nieblas, la del recuerdo carcomido por 35 años y la de Luz Ardiden envolviendo la hazaña de Perico, que 29 años después desmontó Pello Ruiz Cabestany en una entrevista a JotDown según la versión del vasco.
Hasta la década de los ochenta, muchos vericuetos habían llevado a la fábrica de Orbea hasta una situación límite.
La floja gestión de la tercera generación de la familia, con el que fuera alcalde de Eibar al frente, Esteban Orbea, dejó la empresa, entonces sociedad anónima, al pie de los caballos a finales de los sesenta.
Luego, a partir de 1969, la empresa encontró acomodo entre sus propios trabajadores, quienes un día tomaron la decisión de hacerse con el mando de nave en medio de una tormenta perfecta: una competencia muy fuerte como la de BH, una percepción de marca pesada y anticuada, una cruda crisis económica, una plantilla con elevada media de edad, una tesorería maltrecha,…
Pero de aquel atolladero se salió sentando las bases de una época más floreciente cuando el mundo entró en los ochenta.
Hubo alguien, Peli Egaña al frente, que un día pensó que a Orbea le vendría bien un equipo ciclista para acabar de redondear su presencia en el mercado.
Se decidió retomar la historia de los “antiguos Orbea”, como le gusta decir a Txomin Perurena. Los Cañardo, los Montero, los Berrendero,… tenían ahora herencia, cincuenta años después de sus malandanzas.
Y se pusieron a ello, un puñado de entusiastas ciclistas, con dos símbolos por bandera llamados Peio Ruiz Cabestany y Jokin Mujika, un tipo cuya humildad abruma.
Con ellos en vanguardia se sacó un equipo pro en 1984 que tuvo continuidad al año siguiente con uno de esos fichajes que tuercen la historia de una marca, de una empresa y por ende de cientos de familias.
Pedro Delgado recaló en Orbea en 1985, con el copatrocinio de Gin MG en la Vuelta y Seat en el Tour.
Julio Delgado le dijo a su hijo, en el momento de saber del interés de la firma vasca, que “muchas bicis habrán de vender estos para poder pagar tu sueldo”.
Pero pudieron y Perico apostó por Orbea, equipo en el que estuvo un año, pero qué año.
El año que cambió la suerte de la cooperativa.
Hace cinco años por estas fechas se conmemoró en Navacerrada un acto que recordaba las tres décadas del triunfo del segoviano en la Vuelta a España, aquella que sin obedecer a otro objetivo que ganar la etapa, acabó llevándose tras galopar con Pepe Recio en medio de la niebla física e informativa, porque las referencias que manejó el líder, Robert Millar, aún hoy siguen siendo más misteriosas que las brumas de Navacerrada.
Al poco tiempo, Perico ganó en Luz Ardiden la etapa reina de los Pirineos, también en medio de la niebla, entre cortinas de confusión y emociones cruzadas pues nadie sabía cuán cerca venía el «Jardinerito» Lucho Herrera. Fue otro día memorable, como si la pizarra del hotel se encajar en los muchos kilómetros que van desde el Aspin a Luz Ardiden, pasando por el Tourmalet.
Una victoria de equipo, con Pepe del Ramo, el hoy mentor de Catlike, Peio y Perico encadenados a la memoria del momento. Un triunfo con tantas interpretaciones como actores intervinieron. Al año siguiente Perico no siguió en Orbea, pero el segoviano había torcido la historia, la había enderezado.
Tras años de incertidumbre financiera, con la familia en su últimos momentos de gestión y los complicados arranques de la cooperativa, la firma de origen eibarrés habían encontrado el camino para ser lo que es hoy.