Diecisiete meses después del final de la Primera Guerra Mundial, la crème de la crème del ciclismo se encontraba en la capital francesa para competir en la 21ª edición de la Paris-Roubaix, el 4 de abril de 1920. La participación es cualitativamente notable. Lógicamente, los mejores franceses están presentes, con el ganador de la edición de 1919 Henri Pélissier pero también Eugène Christophe (el primer maillot amarillo de la historia del Tour de Francia), Jean Alavoine y Honoré Barthélémy como puntales galos.
Por primera vez, el excepcional Costante Girardengo (el primer campionissimo de la historia, que terminará su carrera habiendo ganado 6 Milán-Sanremo, 3 veces el Giro de Lombardía y 2 Giros de Italia) estaba presente. Lo acompañan entre otros italianos Gaetano Belloni, que acaba de ganar Milán-Sanremo, y Ugo Agostoni.
En el lado belga, la armada es impresionante con Léon Scieur, Lucien Buysse, Jules Van Hevel , Jean Rossius, Firmin Lambot, Henri Van Lerberghe, los hermanos Carolian Louis y Hector Heusghem, Emile Masson, Louis Mottiat, Odile Defraye o Jules Masselis. El suizo Henri Suter completaba la lista favoritos, en aquel momento, en un nivel bastante parejo.
El organizador, el periódico francés L’Auto, lo recogió ampliamente en sus páginas del día. Solo faltaban los belgas Philippe Thys (ganador del Tour de Francia en 1913, 1914 y 1920, que se reservaba para Paris-Tours y Burdeos-París) y Alexis Michiels (el ganador de París-Bruselas 1919).
El recorrido por donde iba a transitar el pelotón era necesariamente muy diferente del que conocemos hoy. El comienzo realmente sí que comenzaba en París, hoy en Compiègne -desde 1977- a más de 80 kms de la capital francesa y no transitaba por las principales tramos adoquinados actuales, dificultades que llegarían bien pasada la segunda gran guerra: Sin el Trouée d’Arenberg (primera aparición en el recorrido oficial a partir de 1968), sin Mons-en-Pévèle (1978) ni tampoco el Carrefour de Arbre (1958) -los 3 pasos catalogados 5 estrellas en el periodo contemporáneo-.
Las carreteras están obviamente en peores condiciones que en la actualidad, mezclando grava, tierra y adoquines. Las huellas de la I GM aún no se han borrado. La principal dificultad en ese momento era la terrible Côte de Doullens, al norte de Amiens, de 2.500 metros de largo. En la parte superior, el viento sopla muy a menudo, aumentando la dificultad.
93 corredores se presentaron al inicio (de 140 registrados). Las condiciones eran muy duras lo que desanimó a un tercio del grueso del grupo. Lloviendo continuamente desde el día anterior, se formarían enormes charcos de lodo a cada lado del terreno. El clima era terrible, combinado con un frío penetrante. Una verdadera «cruzada en favor de la reina de la bicicleta«, escribió L’Auto el 5 de abril.
La firma del registro se realiza entre las 4:30 am y las 5:30 am. El inicio neutralizado se da a las 6 am para enfrentar 263 kilómetros, detrás de un automóvil oficial dadas las condiciones climáticas. El sol aún no había salido.
Después de un comienzo lento, todo se acelera en el rápido descenso del Bois de Molle, en las inmediaciones de Beauvais. Un grupo de treinta aventureros se marchan en cabeza. Se forman varios grupos, a varios cientos de metros de distancia unos de otros. Todos los favoritos están salpicados en esos cortes pero por delante del pelotón principal, excepto Firmin Lambot, que se descolgó víctima de numerosos pinchazos.
Como de costumbre, Henri Van Lerberghe, «el hombre con la cabeza hinchada», lanzó el primer ataque serio muy lejos de meta. Llegó primero en los avituallamientos situados en Amiens, con Ernesto Azzini y Jules Van Hevel. El ganador del Tour de Flandes de 1919, Lambot, se cayó poco después intentado conectar sin éxito.
Ya a los pies de la Côte de Doullens se reunirían en punta los nueve elegidos para disputarse la victoria final. Están Pélissier, Azzini, Girardengo, Deman (el único que no fue citado entre los ganadores potenciales por el periódico L’Auto en la previa), Christophe, Lucien Buysse, Barthélémy, Gerbaud y Van Hevel.
Costante Girardengo aceleró, un ataque demoledor. Deja detrás de sí a los que estaban con más problemas, a costa de múltiples aceleraciones. Solo Henri Pélissier se resistió en un principio, pero se quebró su voluntad ante el empuje del piamontés. «Una de las batallas más magníficas que he visto«, escribió el enviado especial de L’Auto, que seguía de cerca al grupo líder.
Solo en cabeza, Girardengo abriendo camino para más tarde tener que retirarse. En el camino a Lens, los que asistían a su exhibición fueron testigos cómo su bicicleta quedó completamente dañada después de un dura caída que causó su abandono. Misma situación para Azzini, casi en el mismo lugar. Pero pudo regresar, reanudó la marcha y sería octavo en meta clasificado.
Van Hevel fue el primero en reventar. Robert Gerbaud y Eugène Christophe chocaron, se tocaron el pedal y rápidamente relegados. En Seclin, al sur de Lille, solo eran cuatro por delante.
El final es una locura. Barthélémy y Deman se lanzan, aprovechando los múltiples contratiempos de Buysse y Pélissier. Christophe, que ha recuperado toda su energía, regresa gradualmente al dúo que iba por delante, que precede a Buysse por unos segundos. Al frente, Barthélémy coloca un ataque… que será fatal. Rompe su cadena y pierde unos preciosos segundos. Deman, el primer ganador de la Vuelta a Flandes de la historia, se encuentra en una inmejorable circunstancia: solo en cabeza.
Entraba al velódromo de Roubaix, lleno hasta la bandera donde había entre 4000 y 5000 personas, según el periódico «L’Egalité Roubaix-Tourcoing«, a las 16:51 casi 11 horas después del inicio. La carrera llega muy tarde, casi dos horas después de lo que estaba previsto. El ambiente es vibrante, sobre todo encendido por los belgas que acudieron en masa a la cita. Paul Deman estaba ganando en solitario para convertirse en el primer hombre en completar el doblete Flandes — Paris-Roubaix.
Detrás, su compañero de equipo Eugène Christophe firma el doblete para el equipo «La Sportive» al vencer a Lucien Buysse en el sprint, a 43 segundos del ganador. Honoré Barthélémy es cuarto por un minuto. Jules Van Hevel, quinto, cruza la línea a más de 6 minutos de Deman.
Las condiciones fueron particularmente terribles. Los deportistas parecen «estatuas de barro«, explicaba el Petit jounal del 5 de abril. «L’Egalité Roubaix-Tourcoing» subrayaba que el ganador tenía los ojos completamente rojos, los pantalones rotos y estaba exhausto, que los otros corredores no estaban en mejores condiciones. Solo de los 25 que tomaron la salida rellenaron la clasificación final. Nacía la leyenda de Deman.
Paul Deman, espía condenado a muerte
No mencionado entre los posibles ganadores de la carrera antes del comienzo, Paul Deman sorprendió a los seguidores al ganar en Roubaix. Esto valdrá una editorial llena de disculpas el día después de la victoria del belga en el periódico L’Auto. «¿Tengo que admitir que no esperaba que tuviera un regreso tan triunfante?«, titulaban. Porque de hecho, Paul Deman había vuelto a la competición después de seis años sin haber tocado una bicicleta en carrera.
Ganador de la Vuelta a Flandes en 1913 y la París-Burdeos 1914 (una de las carreras más importantes del calendario en ese momento y competencia de Roubaix), el belga se vio frenado en su prometedora carrera por la Primera Guerra Mundial. Se convierte en espía y usa su bicicleta para enviar mensajes codificados a los aliados en la frontera neerlandesa, dentro de la red de inteligencia La Dame Blanche planeada por los británicos para ofrecer resistencia al avance alemán en territorio flamenco-francés. Los mensajes, la mayoría, iban ocultos en un diente hueco bañado en oro.
Finalmente arrestado en noviembre de 1918 después de 14 misiones exitosas, fue condenado a muerte el 10 de noviembre por las tropas germánicas. La ejecución estaba programada para el día siguiente, el 11. Debe su salvación a una casualidad, la firma del Armisticio en Compiègne, realizada en la misma fecha de su ejecución a las 5:15 a.m. Sin embargo, no salió de inmediato de su aprisionamiento, el ejército británico sospechaba que era un agente doble.
Sería la primera de las dos veces que estuvo a punto de ser eliminado. Según el historiador Marcos Pereda, unos días después el ejército británico libera a unos reos que aún estaban en la prisión de Leuven. No se sabe muy bien la razón, pero alguien se toma especiales molestias con Deman. Quizás fuera su aspecto fuerte y atlético, quizás el cerrado acento “alemán” que su origen flamenco le confiere, quizás fuera alguna mala contestación del rebelde ciclista. El caso es que los ingleses le creen un germano, y deciden continuar con la ejecución. En otras palabras, Deman vuelve a ser un condenado a muerte, que espera otro día más sentado en la misma celda donde sus enemigos le encerraron y donde ahora le vigilan sus aliados. Afortunadamente para él una carta de la Autoridad Belga llega al recinto de Leuven, explicando su verdadera identidad e importancia durante la guerra. Así es como el protagonista consigue sobrevivir a su segunda muerte.
Entre esta y la tercera, la definitiva, esa que se lo llevará en 1961, alzó los brazos mientras tanto en la narrada París-Roubaix y en una París-Tours (1923). Condecorado con la Cruz de Guerra del Gobierno francés en agradecimiento a los servicios prestados se convirtió en entrenador de ciclismo. Pero hasta el último día en Outrijve, en su Flandes natal, donde había abierto una tienda de bicicletas, siempre será el primer ciclista en ganar el doblete más famoso de la extensa «mitología» de las clásicas empedradas del ciclismo.
Fuentes ©: Artículo de Sylvain Rouquet en RTBF.be – Marcos Pereda: Las tres muertes de Paul Deman