En un hipotético abecedario del ciclismo, la letra B correspondería claramente a la palabra ‘bicicleta’, que designa al objeto más bello del mundo y a la razón de ser de nuestro deporte. Para la A, podríamos pensar en ‘ataque’, otro término esencial para ilustrar ese momento en el que el corredor se alza sobre los pedales y agrede a sus rivales sin tocarlos, aumentando el ritmo hasta hacerles daño en las piernas. ¿Y para la letra L? Tendríamos que irnos con el látigo.
La palabra “látigo” hace referencia a un concepto que a veces ni siquiera los propios ciclistas entienden completamente y, sin embargo, influye muchísimo en el desarrollo y la resolución de las carreras. El látigo es la principal dificultad que afronta un corredor cuando va a rueda: la diferencia de velocidad entre el primer corredor del grupo y los siguientes, que deben compensar con una aceleración extra en la salida de una curva o la cima de un repecho para no descolgarse. Un látigo es soportable; diez son devastadores. Aunque funcione por defecto, un equipo bien organizado puede hacerlo restallar a su favor.
En el Equipo Lizarte aprendimos valiosas lecciones sobre el látigo en el Tour de Bretagne, una vuelta de categoría UCI 2.2 con un perfil llano sazonado de cotas y circuitos urbanos que disputamos en 2019. Dos de los ciclistas ‘rosa’ que participaron en él, Àlex Jaime y Raúl Rota, nos cuentan su experiencia sufriendo y utilizando el látigo a continuación.
El látigo consiste en imponer un ritmo alto para enfilar el pelotón y apretar a la salida de las curvas para obligar a un sobreesfuerzo a los ciclistas que viajan a rueda. En un pelotón enfilado, quien va primero no tiene que frenar para tomar la curva; pero, si el segundo frena, el tercero tendrá que frenar como mínimo lo mismo que él… Y así se genera una situación en que el primero del pelotón sale de la curva a 40 km/h mientras que el último lo hace a 20, y tiene que esprintar para no quedarse atrás.
Si un equipo va tirando del pelotón, los que van a rueda del primero pueden tocar el freno para crear un poco de espacio tras la curva y obligar a los demás a perder inercia. Son los compañeros que siguen al que marca el ritmo quienes juegan con el látigo.
En todas las carreras hay látigos, aunque son más importantes en las etapas que no son montañosas porque, si hay subidas de entidad, el pelotón suele esperar que sean ellas las que dicten sentencia. En los días llanos y rompepiernas pueden ser definitivos.
Un buen ejemplo lo vivimos en el Tour de Bretagne. Recuerdo la sexta etapa, por ejemplo, que acababa junto a la playa. Los últimos 50 kilómetros consistían en dar vueltas sobre un circuito llano, revirado y con arena en el asfalto. Vital Concept entró con el cuchillo al circuito y yo [Raúl Rota] no logré remontar un solo puesto hasta meta; si acaso cedí alguno, para coger un poco de aire entre tanto látigo.
El terreno más propicio para los látigos es ondulado y con muchas curvas. El efecto del látigo al coronar un repecho es similar al que ocurre saliendo de una curva: quienes van en cabeza toman velocidad mientras quienes van a rueda todavía están subiendo y no tienen la misma velocidad que los primeros.
Recuerdo que en la etapa reina de la pasada Vuelta a Zamora, por ejemplo, encaramos en una zona con mucho repecho y mucha curva entre puertos. Allí iba tirando yo [Álex Jaime] e hice mucho daño aprovechando el látigo. Sufría muchísimo más el que iba vigésimo del pelotón que yo, que iba cara al aire. A cola fueron descolgándose de uno en uno.
Yo [Raúl Rota] recuerdo que el año pasado organizamos un par de abanicos en el Trofeo San José [antiguo Iberdrola] y terminamos de romper la carrera haciendo uso del látigo. También en la Bizkaia Saria, defendiendo el liderato de Ibon Ruiz en Mungia, fuimos tirando durante toda la carrera e hicimos daño en los repechos y el circuito usando el látigo.
En nuestra opinión, el látigo apenas se aprecia desde fuera. En televisión sólo se ve un pelotón enfilado y no se percibe la dureza que supone tener que esprintar después de cada curva. Sin embargo, nuestra experiencia nos dice que es bastante importante. No deja de ser una herramienta más, como lo puede ser una subida o un abanico, para que un equipo organizado juegue con el ritmo y la resistencia de sus rivales, para eliminarlos o por lo menos desgastarlos.