El ciclismo es una profesión arriesgada y dura. Exige mucho sacrificio y mucho aguante, tanto físico como moral, sobre todo por las continuas acusaciones de dopaje que se vierte sobre él. Comidas estrictas, entrenamientos exigentes y carreras a merced de un tiempo caprichoso y a veces extremo son el día a día para los profesionales y los amateurs que sueñan algún día con correr por el pavés del noroeste francés, los Alpes italianos o las atestadas carreteras belgas y neerlandesas. Pero si además del sacrificio propio que la alta competición exige se le suma una complicación más como la diabetes, el sueño se puede torcer más aún.
Javier Megías y David Lozano son dos currantes de los pedales. El primero está empezando en el ámbito profesional de este deporte; el segundo está curtido después de siete temporada repartidas entre el Saunier Duval y el Novo Nordisk, un equipo al que da nombre una farmacéutica danesa y que tiene como seña de identidad que sus 16 corredores son diabéticos de tipo 1.
La escuadra es llamativa. Tiene corredores de todo el globo, su patrocinador se dedica a esta enfermedad y su sede social está en Atlanta. Forman parte de la segunda división del ciclismo -Continental Profesional-, han corrido sobre todo en Estados Unidos, Canadá, México, Asia y quieren tener más presencia en Europa, corazón de este deporte, para el próximo curso. Ambos corredores encontraron el mismo problema en sus anteriores equipos: la falta de comprensión. «Es difícil porque no sabes con quién hablar sobre la enfermedad», explica Javier, al que detectaron la diabetes hace nueve años.