Aunque las consecuencias de la pandemia están siendo muy negativas para el ciclismo en pista, en este caso se puede aplicar aquello de que hay bien que por mal no venga: el aplazamiento del calendario nacional, en concreto de esa Copa de España, puede ser una segunda oportunidad que demuestre ese cambio de actitud que se está ‘vendiendo’ desde Ferraz y que no se quede todo en la confirmación de ese titular de hace unos meses, que es aplicable también a esta faceta: ¿Comienzo de un ilusionante ciclo o el mismo perro -agonizante- con distinto collar?
Como bien decía en un reciente tuit la medallista olímpica Leire Olaberria, “no sólo nos llevan ventaja en recursos económicos, aunque la diferencia es enorme…En realidad donde marcan la diferencia es en su capacidad de reflexión y autocrítica para mejorar esos sistemas de trabajo. Si no somos capaces de pensar, podríamos aprender a copiar, ¿no?”
Afortunadamente, en los velódromos nacionales hay suficientes personas con capacidad reflexiva, aunque también se necesitaría algo más de crítica. Y también ejemplos geográficamente no demasiado lejanos para copiar y conseguir un calendario nacional de calidad que sirva al ciclismo español. Porque una de las coincidencias de este desaprovechado sanedrín de la pista es que la Copa de España en su formato actual no sirve para nada, al menos en lo referido a la elite nacional.
Las Copas de España tienen que dejar de ser, al menos en pista, una serie de reuniones interesadas en tener esa ‘etiqueta’ para cumplir el expediente de un calendario de tres o cuatro pruebas. Tienen que ser un conjunto de competiciones que sirvan para cumplir los objetivos de la pista nacional, promovidas desde la Española. Y tienen que articularse mediante un pacto, un compromiso entre la Federación Nacional y, como poco, aquellas Autonomías que tienen los velódromos que pueden acogerlas, es decir, Palma, Valencia, Tafalla, Barcelona, Anoeta y Galapagar. Tampoco tienen que ser siempre todas: puede establecerse un calendario rotativo que también incluya la organización de los Campeonatos de España. Y no tiene por qué ser necesariamente todas en invierno, al haber trasladado la UCI la temporada de pista al verano, lo que permitiría incluir a Barcelona en ese circuito, incluso con la misma prueba que organizan todos los años, la única ahora mismo del calendario internacional.
Y por supuesto estas pruebas tienen que ser internacionales. En principio CL2, aunque podría estudiarse en el futuro la promoción a la máxima categoría CL1. Al ser internacionales, posibilitarían que nuestros corredores pudieran conseguir de forma más fácil -y más barata que un desplazamiento al extranjero- los puntos UCI cada vez más necesarios para participar en los Mundiales, algo que muchas veces no se tiene en cuenta, Y al mismo tiempo, servirían como piedra de toque para calibrar el verdadero nivel de nuestros corredores ante ciclistas extranjeros de nivel. Con ello se dejaría de tirar dinero en concentraciones para ‘conocer’ a los corredores y se tendrían referencias máas exactas de los corredores que deben formar parte de la selección.
Este nuevo calendario de Copas de España estaría ceñido a élites y a juniors, ya que los cadetes tendrían sus propias competiciones de calidad en base a una Liga de Pista que también necesita una profunda remodelación en su concepción y desarrollo, y que analizaremos en otro post. En cuanto al programa, que sería bastante más ligero con sólo dos categorías, tampoco hay que devanarse los sesos: dos o tres días de competición -podría comenzarse el viernes tarde- y con las pruebas habituales en este tipo de reuniones, aunque no estaría de más comenzar a incluir pruebas cronometradas, como las persecuciones, menos espectaculares para el público, pero absolutamente necesarias para un ciclista en pista.
Si a esto le unimos la retransmisión en streaming de estos eventos -con ejemplos sencillos pero efectivos el de Fiorenzuola, y no experiencias lamentables como la de Tafalla-, se ganará en visibilidad e interés.
¿Y que debe hacer la Española? Pues aparte de escuchar ese clamor unánime para remodelar las Copas de España, poner los medios económicos para posibilitar esa internacionalidad de las pruebas, es decir, abonar las tasas UCI, que en la situación actual es algo perfectamente asumible y más si se ahorra con ello en concentraciones, aparte de otras medidas de las que ya hablaremos; y, por supuesto, articular un calendario con la suficiente proyección para estas Copas, que no tengan competencia directa de pruebas de carretera que obliguen a los corredores -y a los equipos- a elegir. Y si de paso se habla con Portugal y se combina con lo que se está haciendo en Anadia, miel sobre hojuelas.
Un plan que debe entenderse como inversión en la pista, y quitarse esa absurda mentalidad de gasto que ha tenido en los últimos años, y que debe orientarse por lo menos en todo lo que resta en el presente ciclo olímpico… si no puede ir aún más lejos.
Por mucho que se traten de unas reflexiones de y desde TrackPiste, pueden ser asumidas por la inmensa mayoría del ciclismo en pista nacional. Y las divergencias, que seguro que las hay, pueden ser perfectamente discutidas y resueltas.