Todo el mundo se preguntaba por los vatios de Van der Poel en Strade Bianche y esa cifra ya ha salido.
Dijimos el otro día a raíz de la crono de Ganna en el UAE Tour que hoy todo en ciclismo, hasta algo tan intangible como la emoción, se mide en vatios…
Cierto, es cierto, todo se mide, todo se cuantifica, pero se pierde la magia del ciclismo, esa misma que nos enamoró un día de él y nos pegó a la televisión, nos llevó a la cuneta e incluso, en el caso de algunos, les hizo pensar que un día ellos pudieran ser uno de esos tipos que enardece las masas de un puerto en los Alpes.
Luego los ciclistas crecen, ven lo que hay y la realidad está distante de aquello. Y se nos olvida una cosa, como me contaba en un podcast que en breve verá la luz el responsable de la Fundación Euskadi, Jesús Ezkurdia: «El ciclista que entrena feliz, compite feliz, si compite feliz, conseguirá resultados y si logra resultados será feliz».
Ni más ni menos, ante ese círculo virtuoso nos encontramos un ciclismo carente de magia, lleno de números, performances, vatios y toda la parafernalia que ha quitado a este deporte la esencia que lo hizo grande. En el directo por las redes de la Strade Bianche, las palabras «vatios» con «Van der Poel» empezaron a trepar por nuestro TL.
Artículo completo en El Cuaderno de Joan Seguidor