No erramos si decimos que Jonas Vingegaard es la revelación del año. En la sucesión de nombres que fluyen de la campaña recién finalizada, el danés posiblemente sería uno con el que no contáramos hace un año.
Pero el ciclismo se abre y se cierra a conveniencia, con pronósticos que no se cumplen, predicciones que quedan en el olvido y golpes de guion que ponen y quitan gente de la palestra sin previo aviso.
La nueva vida de Jonas Vingegaard, la vida ciclista me refiero, es muy diferente a la de hace un año. En un Jumbo en el que abunda el talento y opositores a tomar el mando, si Primoz Roglic da un paso al lado, el danés ha tomado la delantera.
Podríamos decir que está a la derecha del rey, como en la foto de los Campos Elíseos, como segundo del Tour. Si en Jumbo Roglic está en el centro, en París, Pogacar. Los eslovenos son una constante en la vida de este danés que se ve trabajador, hormiguita, convencido y austero.
Fue premonitoria la Itzulia, en la que el danés acabó entre Roglic y Pogacar, siendo una figura clave en la preciosa partida de estrategia que jugaron Jumbo y UAE y acabó rompiendo en la enorme etapa de Arrate. En Euskadi, Vingegaard evidenció que el inicio de campaña que había protagonizado no era cualquier cosa.