Hace un año, uno escaso, contábamos las horas que le quedaban a Mark Cavendish escribiendo su historia en el ciclismo.
La Gante-Wevelgem, edición de octubre a causa de la pandemia, fue el escenario de la reivindicación de Mads Pedersen y del pique llevado al extremo entre Van der Poel y Van Aert, pero también el de las lágrimas de Cavendish anunciando que la llama se apagaba.
Cuando decía esto el inglés, lo hacía enfundado en los colores rojo-naranja del Bahrain, como ese ciclista de occidente que se pagaba unos buenos años finales de su carrera tras tanto brillo y éxito.