Pero en el ámbito del ciclismo en carretera, con una difusión mucho más generalizada como todos sabemos, decir Roubaix es decir adoquines, es hablar del ‘Infierno del Norte’ y en última instancia del ‘André Pétrieux’, el ‘otro’ velódromo que acoge el final de la carrera desde 1942… aunque antes hubo más, un tercero, que fue el primero de todos.
Nuestra historia comienza cuando dos empresarios textiles de la localidad, Théodore Vianne y Maurice Perez, construyeron un velódromo en 1895, en las afueras de Roubaix, aunque realmente estaba en la vecina localidad de Croix. Se trataba de una pista de cemento, de 333,3 metros y que fue inaugurado el 9 de junio con una prueba que congregó a miles de espectadores. Y es que las opciones de ocio no eran muy numerosas en aquella época, y en ello pensaron los promotores.
Vianne y Perez dieron un paso más y contactaron con el periódico ‘Le Velo’ para proponerles una carrera ciclista que uniera París con Roubaix, que sería una gran promoción para la ciudad y para sus negocios. Y pese a las muchas dificultades, aceptaron. La primera edición de la prueba se programó para el 19 de abril, domingo de Pascua, lo que supuso la oposición del Clero, al que se le calmó con la promesa de una misa antes de la salida… que finalmente no se celebró por lo temprano del horario. Y de ahí el nombre de ‘La Pascale’.
Pero volviendo al recinto, el conocido como ‘Vélodrome Roubaisien’, para distinguirlo del contemporáneo, tuvo una gran actividad, con pistards como el francés Paul Bourrillon, el mítico estadounidense Major Taylor y el danés Thorvald Ellegaard, e incluso acogió una de las ediciones de la Bol d’Or, una de las pruebas más prestigiosas de aquellos tiempos, en 1898, así como varios Campeonatos de Francia.
De la madera a la leña
En 1910 era ya un recinto tan importante que se mejoraron y cubrieron las gradas, con un nada desdeñable aforo de 10.000 personas… y con una pista de madera con un peralte de 45º. Desgraciadamente la I Guerra Mundial acabó con ella -posiblemente usada como leña- y dañó bastante el recinto, que en 1924 fue demolido para construir viviendas.
Por cierto, en aquellos años de posguerra fue cuando se gestó la denominación de ‘Infierno del Norte’, que no es por los tramos de pavés en sí, sino por el estado de destrucción total de las vías de la región a causa del conflicto bélico.
Desde 1922 hasta 1939, la carrera finalizó principalmente en dos avenidas locales, ya que en 1929 se llevó a un estado de fútbol, y en 1936 y 1936 al hipódromo de Marcq-en-Barœul, con el fin de poder cobrar la entrada al público. Por ello, la creación de un nuevo velódromo no solo enlazaba con la tradición, sino que también posibilitaba esos ingresos.
El nuevo velódromo de Roubaix se levantó como culminación del proyecto de reordenación y remodelación de la ciudad, con el ahora conocido como Parc des Sports, a apenas dos kilómetros de la frontera belga, y en definitiva con esta nueva pista, que fue inaugurada en 1936. Sin embargo, no acogió el final de la prueba hasta 1943, la primera tras el parón de tres años por la Guerra. Eso sí, no todos los años fue así, ya que, en 1986, 1987 y 1988, la pancarta de meta fue situada en la Avenida de las Naciones Unidas, frente a la sede de La Redoute, la empresa que patrocinaba la carrera.
Ciclismo en pista, carretera, ciclocross y rugby
¿Y quién era André Pétrieux, que da nombre al velódromo? Pues no es quien, sino quienes, ya que el padre era el propietario del Café ‘Chez Pétrieux’, situado en las proximidades del velódromo y creador del velo-club local, que lógicamente tenía allí su sede. Y el hijo, aparte de continuar la tradición, fue concejal de Deportes. Y aunque el nombre se le puso por el segundo, hoy en día se considera que es un homenaje a ambos.
Por lo demás, se trata de una pista de hormigón, de 499,75 de cuerda -suponemos que por una mala medición no se completaron los 500 metros-, y 6 metros de ancho, con una pendiente máxima en los virajes de 15,4º. También acogió Campeonatos de Francia, en 1966 y 1971, pero su mayor relación con el ciclismo, aparte de ‘La Pascale’, se encuentra en el ciclocross, ya que allí se celebra una importante prueba que incluso ha sido varias veces puntuable para la Copa del Mundo. Aunque más que el ciclismo, su uso está relacionado con otro deporte, ya que es el terreno de juego del Rugby club Roubaix.
(*) Jean Stablewski, conocido como Stablinski por una errata periodística en sus inicios, nunca llegó a ganar la Roubaix, pero tuvo un importante papel en la conservación de la misma. Minero antes que ciclista, conocía perfectamente los caminos adoquinados de la región, muchos ellos en peligro de ser asfaltados a causa de la modernización propugnada por muchos políticos de la zona, y de los que informó a la organización. Fue quien descubrió la Trouée o Tranchée d’Arenberg (el Bosque de Arenberg, en su denominación castellana), uno de los tramos de pavés más reconocidos, y del que presumía diciendo que era la única persona que la había recorrido por encima y por debajo, ya que bajo la misma pasaba una de las galerías de la mina en la que trabajó algunos años.
Podéis conocer más sobre esta carrera en el magnífico ‘Monumentos’, de Peter Cossins.