Via de los Foros Imperiales. Línea recta. Tiro de cámara perfecto. Coliseo al fondo, en primer lugar Alejandro Valverde, en inmaculado azul, sacudiendo el puño. Hoy sí, triunfo sin paliativos, de esos que, desde nuestra siempre crítica lectura, se merece un ciclista mayúsculo, con don, con clase, con talento. Alejandro Valverde Belmonte, tras muchos podios, miles de tweets cuestionándole, se ha cobrado un triunfo de los que se guardan en la retina: felicidades.
Esta Roma Maxima entronca por eso en la intrahistoria de la Strade Bianche. Me decían durante ésta última: “El día que Valverde gane se incendia twitter”. Ante las críticas de un servidor sobre las carencias tácticas del murciano me espetaron: “Criticas por criticar”. Y completaron: “Pues no le echaremos de menos cuando no esté”. La sangre no llegó al río, ni mucho menos. El ciclismo, como todo, es opinable, y hay ciclistas, muy pocos, que movilizan como este murciano de Las Lumbreras.
El título que ilumina este post no es mío, es prestado. Es fruto de un tweet también generado en la Strade Bianche. Su autor se llama Israel Loranca. Es perfecto para definir la situación. Alejandro Valverde no tiene fans, tiene fieles correligionarios que en el ejercicio ciego de su pasión por tal excepcional ciclista no permiten que se le cuestione absolutamente nada de lo que haga.