5ª Tour Francia: «Long way to go»

Cavendish, feliz y aliviado tras su gesta © ASO / Charly López

Rafa Mora / Ciclo 21

En el Tourmalet, en el 2010 en el que Armstrong se presentó vacilón al Tour con aquel RadioShack sacado de la manga -duró una temporada, y luego ya él echó la persiana-, Mark Cavendish se arrastraba, como siempre, entre los últimos ciclistas del pelotón. Unos aficionados noruegos, de manual, casco de vikingo, banderas al viento, cerveza en mano, a grito pelado en la última curva a derechas ya del último kilómetro le cantaban: “Long way to go, long way to go”, porque aquello, hasta Pau, era todavía un trecho de etapa por delante. Los noruegos, chulangas, eran rivales, por entonces, de Cav, claro, porque el británico, que ya había ganado tres etapas hasta ese día en ese año, era el máximo rival de Thor Hushovd, un vikingo de esos de Astérix en Normandia, que ya sumaba una victoria en esa edición.

Aquello que vi in situ me llamó la atención porque es verdad que siempre se habló de las dificultades de Cavendish -de los sprinters en general, pero más si cabe en él- para subir un puente -pone puente, no puerto, puente-, pero cuando lo ves en directo, desencajado, rostro y gesto de estar dándolo todo como si fuera a ganar la etapa, pero realmente luchando por acabarla a tiempo, es entonces cuando le das muchísimo más valor a que ciclistas así lleguen a París. Y ganen. Porque ese año, el británico se apuntó cinco etapas, desde aquel paso por el Tourmalet cayeron dos de ellas, y una fue en los Campos Elíseos. He ahí su gran valor.

Hoy, este señor, defenestrado por muchos -me incluyo, hay que reconocerlo-, ha callado a veinte millones, trescientas cuarenta y seis mil doscientas veintitrés personas -o más- que no confiaban en él. Lo que parecía una jugada de márquetin, ya desde el año pasado cuando dijo querer batir la cifra de las 34 victorias en el Tour de Eddy Merckx – reverencia-, esta tarde ha valido un récord histórico por el que será recordado. Siempre. Y con el máximo respeto. 35 etapas. God save Cav.

Con esa visión 360º que tiene un sprinter de lujo, este señor, sir, mister, lo que quieran, jefazo, ÉL, ha hecho un sprint maravilloso. Incluso diría que se ha marcado un embalaje rememorando aquellos cambios de dirección peligrosísimos que hacía y que, en ocasiones -hoy no, menos mal-, provocó varias caídas a 70 por hora… Al final, esta gente funciona como un caballo desbocado que se agarra abajo, levanta el culo y palea piernas haciendo fuerza hasta con la aorta, y lo que pase por los lados, luego, si eso, lo pensamos. Pero hoy, un genio: se ha visto encerrado, se ha buscado la vida, ha olido el hueco, lo ha ocupado, ha esperado paciente, se ha lanzado, se ha abierto, y ni el mismísimo Philipsen ha podido ni cogerle rueda. Magia. Como las 34 veces anteriores.

Viva el Tour.

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