Mundial Zúrich (F): El despropósito neerlandés

La selección neerlandesa, en la salida de la prueba © UCI

Rafa Mora / Ciclo 21

En los últimos tiempos Demi Vollering no para de coleccionar actuaciones, como poco, cuestionables. A veces es su gestión de carrera y otras sus gestos, sus actos, y en este Mundial de Zurich, todo junto. No quisiera estar en el hotel de ese equipo neerlandés que, analizando lo ocurrido, solo puede tener dedo acusador en una dirección. O yo no entiendo nada. Es que la gravedad del caso es grande, tres, cuatro corredoras naranjas entre las mejores, y no solo se van sin oro, sino que se van sin podio y, si me aprietan, fue la misma Vollering la que le puso en bandeja de plata la victoria a la belga Lotte Kopecky que, estando muerta como estaba, porque lo estaba, supo gestionar ella sola los dramas ajenos para sumar su segundo mundial consecutivo. El enemigo en casa.

Primero vayamos a lo menos grave del dia: hay que decir que es ya hasta cansino ver a Demi, siempre que no le cuadran las cosas, gesticular, pedir, exigir una colaboración que, oye, a veces sí y a veces no, como haría ella misma si estuviera en el otro lado. En fin, que en ciclismo ya se sabe que da relevo quien tiene algo que ganar, y si en el grupo en el que rondas están las jefazas y tú no lo eres, pues ya sabes que te toca guardar, guardar y guardar. Y esta sabiduría de toda la vida parece no entenderla Demi, o entenderla cuando quiere.

Segundo, vayamos a lo hiriente, que es que los Países Bajos dominando la carrera, seleccionándola, machacándola y habiendo podido tener dos buenas opciones al final pese a que las cosas finalmente no salían como ellas querían, fue la propia Vollering la que cavó la tumba naranja. Kopecky debe de estar aún dando gracias a esta suerte de situación extraña en la que se metió la propia Demi, que le hizo el trabajo llevada por sus ansias de victoria.

Riejanne Markus y Marianne Vos, en las vueltas finales al circuito © UCI

Oye, que a lo mejor es cosa de los pinganillos, y vete tú a saber si Demi, pese a haber llegado al grupo de Vos, escapado, y arrancar ipso facto, pese a tirar como una descosida y salir a todos los ataques mientras por detrás sufría una Vos que podía ser una buena opción de sprint para su selección, pese a todo eso, yo qué sé, llámenme loco, pues ella no supo verlo, no supo leer la carrera o directamente, para qué ir con medias tintas, ni lo vio ni lo leyó.

El caso es que a nueve de meta su arreón en un repecho por querer soltar a Kopecky, que ya salivaba por el oro, con Vos luchando por contactar, no hizo más que darle una fuerza a la belga que sabía que, ahora sí, con todo lo que había sufrido durante el día, el segundo oro era para ella.

Válgame el despropósito. Y no se trata de creer o no en las opciones que hubiera tenido, reales o no, una Vos contra una Kopecky, sino que se trata de que la belga se viera en inferioridad, y que tuviera que vigilar dos ruedas, más las de las otras rivales, entre las cuales no queda otra que quitarse el sombrero, genuflexión incluida de admiración y respeto, ante Chloe Dygert, que ella a su ritmo se quedaba y volvía, se quedaba y volvía, y Elisa Longo Borghini, que atacaba, atacaba y atacaba, y para colmo ambas, con todo el gasto, segunda y tercera respectivamente. Y mientras tanto, las neerlandesas no sé buscando qué, mirando la jugada con estupefacción y, supongo, dolor.

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