Entre el 2 de septiembre de 1994, fecha en la que Miguel Indurain entraba en la historia del récord de la hora, y el 15 de octubre de 1995, día en el que el navarro no pudo con su segunda tentativa, por un cúmulo de adversidades y errores, hay dos fechas fundamentales en la historia de esta plusmarca, y ambas tuvieron como protagonista al que fue el gran antagonista de Indurain, Toni Rominger.
Y es que el 22 de octubre, apenas mes y medio después, el suizo superaba claramente la plusmarca del ciclista de Banesto (53,832 frente a los 53,040). Pero el gran día fue el 5 de noviembre de 1994, es decir, hoy hace treinta años, cuando el corredor del Mapei-Clas reventaba su propia marca, mejorándola en 1.459 metros, la mejor progresión desde la mejora de Francesco Moser sobre el récord de Merckx (1.377), y dejando definitivamente la plusmarca de Indurain 2.251 metros atrás. Y todo ello a nivel del mar, en el mismo recinto donde el español había establecido su récord.
Aunque nunca había montado en un velódromo, no entrenó mucho tiempo Rominger en el de Burdeos antes de su primera tentativa e incluso tuvo una aparatosa caída el primer día -17 de octubre- que subió al peralte del velódromo bordelés a tan poca velocidad que fue inevitable que se fuera al suelo. De hecho, se hablaba de que iba a ser simplemente una prueba de cara al definitivo intento, en la altitud de Quito o México. Pero dos días más tarde realizaba un test de 25 kilómetros, tremendamente positivo, ya que sin elementos especiales conseguía ser seis segundos más rápido, rodando a una media de 53,220.
Con ello se decidió a afrontar el récord apenas tres días más tarde. Y con un desarrollo de 59×14 lograba ese primer registro de 53,832. Lo más curioso es que a diferencia de la sofisticada ‘Espada’ de Indurain, la Colnago de Rominger era una máquina bastante convencional, salvo la extensión del manillar. Un cuadro de 6,5 kilos, con un peso total 8,2, bastante más normal que cualquiera de las que se emplean hoy en día en una contrarreloj, pero el suizo tuvo la mala suerte de que se le metiera en el mismo saco junto a Graeme Obree, Chris Boardman e Indurain en lo que se refiere a la conversión de su récord de la hora en un ‘mejor esfuerzo humano’.
“Un récord espontáneo”
Por ello, se habló entonces de que “le he quitado protagonismo a la tecnología; ha sido el triunfo del hombre, de la fuerza”, como comentaba su director, Juan Fernández, aunque no se descartaban innovaciones de cara al intento definitivo, el de la altitud. “Ha sido un récord espontáneo”, insistía el granadino, mientras que el corredor insistía en esta tesis: “No he venido aquí a batir un récord, sino a probarme”.
Por cierto, la marca estuvo acompañada de una cierta polémica, ya que la venta de los derechos televisivos conllevó que se realizase a puerta cerrada -solamente con 170 personas-, y en principio se pensó hasta prohibir la presencia de medios gráficos, aunque al final se autorizó. Tanto es así que, de cara al segundo intento, la UCI estableció la propiedad intelectual del récord de la hora -es decir, que la retransmisión televisiva debía proporcionarle algún ‘rédito’- y que debía ser obligatoriamente con espectadores.
Sin embargo, esa segunda tentativa en altitud, que estaba prevista en torno al 20 de noviembre, no llegó a producirse. No se sabe si fue porque les asustaba la necesaria y larga adaptación de más de 20 días las condiciones menos previsibles de los velódromos sudamericanos o simplemente el hecho de que no hubiera un patrocinador dispuesto a asumir el alto coste. El caso es que el 25 de octubre se anunciaba que se descartaba esa opción… y que se realizaría una segunda también en Burdeos, a principios de noviembre…. para comenzar unas vacaciones que ya estaba deseando tomarse inmediatamente después, lo que puede ser otro motivo para que no se volase hasta América.
Trabajo en la sombra
Durante esos días la versión oficial fue que Rominger no hizo ninguna preparación específica diferente a la del primer intento, aunque también se habló mucho del ‘trabajo en la sombra’ del suizo. Lo que sí que es cierto es que su médico y preparador, Michele Ferrari, tuvo bastante más protagonismo en esta segunda tentativa. Por lo demás, la Colnago apenas tenía cambios, algo más ligera, lo mismo que las lenticulares, y el desarrollo empleado subió un diente en el plato, un 60×14, es decir, 9,02 metros por pedalada.
2.000 espectadores asistieron a la tentativa, que comenzó a las 13:33. con una importante presencia suiza, aunque como en el récord de Indurain se procuró que no entrasen muy pronto para que la temperatura no superase los 22 grados ni que la humedad se disparase. El objetivo, rodar por encima de los 54 kilómetros por hora, aunque se dice que Ferrari le entregó a la mujer del ciclista un papel con un premonitorio 55,2.
Y si las condiciones fueron perfectas, la actuación de Rominger también lo fue. “Yo soy el primer sorprendido”, indicaba. Fiel a su estilo, salió como si fuera una contrarreloj, sin atender demasiado a las indicaciones de su director o de su preparador, “porque conozco mi cuerpo y sé dónde están mis límites”. Y la clave fue la regularidad, plasmada en 102,1 pedaladas por minuto, con una media de 16,26 por vuelta y 1:05 por kilómetro, aunque posiblemente lo que más influyó fue la aerodinámica del suizo, mucho más favorable que la de Indurain, que lo tuvo que compensar a base de potencia.
Fue entonces cuando descartó definitivamente un nuevo intento en altitud, al no haber ningún velódromo cubierto y ser los descubiertos bastante sensibles a las condiciones climatológicas, algo de lo que se daría cuenta desgraciadamente Indurain unos meses después. Ferrari consideraba que este era el verdadero récord a nivel del mar, “aunque en esta pista es imposible mantener los 60 km/h. por culpa de la fuerza centrífuga. En un velódromo de cuerda más larga, como el de Moscú, sí que es factible”.
Y es curioso porque todo el mundo apuntaba a ese contraataque de Induran, que llegó un año después, aunque fuese fallido, pero también se dejaba ver el nombre de Chris Boardman, que sería quien acabase un año después con la marca de Rominger, con 56,375, y sin necesidad tampoco de la altitud, pero poniendo punto y final a esta etapa que fue borrada por la UCI.