Internacionalización. Globalización. Apertura a nuevos mercados. Llegada a países emergentes. En pleno siglo XXI estos conceptos son repetidos una y otra vez en los consejos de administración de cualquier gran empresa. No son el futuro. Son el presente de cualquier negocio que quiera tener éxito. El ciclismo, como deporte, no es ajeno a estos deseos. La UCI, como cualquier otra gran federación (ahí tienen el ejemplo de los JJOO de China y Brasil o el Mundial de fútbol de Qatar) busca desesperadamente los petrodólares de oriente medio, los yuanes del gigante asiático o, con menos ahínco, Eldorado de América del Sur. Pero la jugada no acaba de salir. O, al menos, eso parece al investigar un poco entre los bastidores de los motivos de la salida del pelotón de la multinacional americana Belkin.
Hubo un tiempo en el que de la mano de Lance Armstrong (quizá habría que tener en cuenta el prólogo escrito por LeMond) vivimos un espejismo en el que parecía que el ciclismo había roto, por fin, la barrera de la aventura americana. ¡Hasta se habló de que la Vuelta a España podría salir de Nueva York! Pero cuando el castillo de naipes se derrumbó también lo hizo el interés de aquellas multimillonarias inversiones con billetes con el retrato de Grover Cleveland o James Madison.
Belkin tenía un contrato firmado hasta finales de 2015 con la escuadra heredera de la estructura de Rabobank. Un acuerdo que, como todos –especialmente los que implican tantos millones de euros de inversión– cuentan con cláusulas legales de todo tipo. Una de ellas, al parecer, permitía a los americanos dar un paso al lado una vez que se cumpliera un año de su llegada al ciclismo, algo que se cumplirá con el inicio del próximo Tour de Francia. Chet Pipkin, Consejero Delegado (CEO) de Belkin ha sido claro al explicar los motivos: “sólo tienen que ver con un cambio de estrategia en nuestra política de patrocinios”.
El problema no es tanto un inesperado y no bien reflexionado cambio de timón en la empresa, sino un descontento con el retorno obtenido por su inversión. Pipkin lo explica diciendo que “hasta el pasado año nuestra empresa sólo vendía productos bajo el nombre de Belkin. Este año hemos incorporado también la marca Linksys y ahora mismo hemos lanzado al mercado una línea de productos con el nombre de WeMo. Nuestro objetivo estratégico es hacer conocidas todas nuestras líneas de trabajo a nivel mundial con los tres nombres: Belkin, Linksys y WeMo”.
Y ahí radica todo el problema. Con la frialdad típica de un CEO que habla de cifras con un normal y entendible desafecto absoluto por el deporte al que está abandonando, Pipkin continúa explicando que “como es sabido, el patrocinio de un equipo World Tour supone una inversión muy importante. Nosotros debemos de asegurarnos que nuestros esfuerzos económicos den como resultado un conocimiento y, por lo tanto, demanda de nuestros productos lo más amplio posible. La inversión que hemos realizado en el ciclismo nos ha dado un buen retorno de conocimiento de marca en gran parte de Europa. A nivel global, tenemos opciones más atractivas que nos llevarán a llegar a lugares donde no podríamos hacerlo con el patrocinio de un equipo ciclista. El ciclismo es demasiado europeo”.