«Tiene que bajarse el culote hasta la rodilla y subirse el maillot hasta el pecho», le dice a un corredor el encargado del control antidopaje del Tour, el doctor Le Calvez. Sorprendido, el ciclista con el que mantiene esta conversación le dice: «Esto es nuevo, no». El médico le responde, «no, no es nuevo, se trata simplemente de aplicar el reglamento», lo que quería decir que hasta ese momento se había producido una cierta laxitud.
El interpelado, el corredor, se llamaba Michel Pollentier y el doctor Le Calvez había llegado al Tour en la tercera semana de la carrera. Sus predecesores permitían a los corredores que tenían que pasar el control que lo hiciesen casi vestidos.
A Pollentier se le vino el mundo encima el 16 de julio de 1978. En esa etapa que había finalizado en Alpe D´Huez se había vestido de amarillo, distanciando a Kuiper, Hinault y Zoetemelk.
Mientras tomaba una copa de champán en la mano, fue expulsado del Tour de forma inmediata y privado de correr durante dos meses. En aquella época, la lucha antidopaje no se realizaba con la pulcritud con la que debería de hacerse.
Pollentier era el líder del equipo Flandria y utilizaba un producto llamado Alupen, para poder respirar mejor. Puso toda su buena voluntad para explicarlo: «En Bélgica ese producto no lo buscan los laboratorios. Hay que ir a Suiza para que lo analicen». ¿Qué le había pasado a Pollentier para explicar el producto que tomaba?
Sencillamente, que le habían cogido intentando cambiar su orina. El vencedor de la etapa aquellos años tenía una hora para poder pasar el control antidopaje, aunque normalmente todo el mundo lo hacía al término de la etapa.