El día 4 de octubre de 1995 la mirada de todo el mundo ciclista estaba fija en Colombia. En Duitama. Allí se disputaba la segunda edición de la prueba de contrarreloj individual. Entonces, como ahora, las naciones con más tradición ciclista, las europeas, robaban horas de sueño y se pegaban al televisor en horarios extraños para ver pedalear a los corredores. Entonces, como ahora, el ciclismo español disfrutaba de una salud envidiable. Entonces, al contrario de lo que sucede ahora, un ciclista, Miguel Indurain, copaba la popularidad del deporte español. Era el héroe. El referente de toda una sociedad. Era lo que hoy en día son Rafa Nadal, Fernando Alonso o Pau Gasol. Y, como siempre que un deporte arroja a un fuera de serie como él, a su sombra, bajo sus alas protectoras, se desarrolló una generación de hombres que, de forma justa o injusta, quedaron relativamente eclipsados por el brillo de la estrella más luminosa. Uno de ellos fue Abraham Olano, el vasco que ese día se colgó la plata y que sólo cuatro días más tarde, el 8 de octubre, alcanzó la gloria y abrió un nuevo camino para el ciclismo español cuando se enfundó, por primera vez en toda la historia de nuestro deporte, el maillot arcoíris. Conquistadas ya las tres grandes vueltas, ese triunfo de Olano abrió, no cabe duda, el despertar hacia el ciclismo clásico. Ahora, en 2015, se cumplen 20 años de aquello. Ciclo 21 ha querido hablar, con motivo de esa efeméride, con el hombre que conquistó el primer Mundial español.
Hace 20 años, un día 4 de octubre, se colgaba la medalla de plata en la prueba de CRI en Colombia. Como este año, le prueba fue al otro lado del mundo. Además, en aquella época el ciclismo seguía siendo un deporte mucho más europeo que ahora. ¿Fue complicada la fase de aclimatación al uso horario colombiano, la altura y demás?
Como se suele decir, hasta que no pasa una semana, apenas se notan los efectos fuertes del cambio de altitud. En cuanto al cambio horario sí. Recuerdo que nos habían comentado que lo íbamos a notar a partir de la segunda semana. Que notaríamos un bajonazo debido a la falta de oxígeno y que la musculatura iba a dar la sensación de no aclimatarse. Lo que ocurre es que Miguel [Indurain] y otros cuantos venían de haber estado concentrados en Colorado (EEUU) y nosotros llegamos justo una semana antes. Habíamos acabado la Vuelta a España aquí y prácticamente fue terminar y arrancar para allá. Terminábamos un fin de semana aquí y al siguiente ya teníamos el Mundial.
Los de su generación estaban menos acostumbrados a disputar carreras lejos de Europa. De alguna manera, ¿eso convertía esa aclimatación en algo más complicado para ustedes que para los corredores actuales?
No creo que sea un problema de jet lag. Esa podría ser la única diferencia entre nosotros y los corredores actuales. Ten en cuenta que aquí [en Europa] también viajas mucho. No es un problema de distancia ya que, en ocasiones, para moverte de un sitio a otro dentro de Europa puedes llegar a tardar más que haciendo un viaje fuera del continente. No creo que el tipo de desplazamiento suponga un cambio importante entre mi generación y la actual.
Ese año, 1995, era el segundo en la historia en la que la CRI se incluía en el programa del Mundial. ¿Qué importancia le dio usted a esa plata en ese momento? ¿Era una prueba percibida como menor por ustedes mismos?
¡Hombre! Importancia si le das. ¡Es un Mundial! Al final, lo que ocurre es que la importancia es la que le pueda dar la gente. Como en todos los deportes, el eco que tenga un resultado. Es deportes minoritarios, a veces no se le da la importancia que tiene a algunos resultados y en este caso, aunque hablemos de ciclismo, como bien has dicho, era una nueva modalidad. Era una situación similar a cuando empezamos los profesionales a participar en los Juegos Olímpicos. Ese primer año hubo muchos ciclistas que no le pusieron el asterisco a las Olimpiadas porque para nosotros puede ser más importante el Tour o, incluso hoy en día, un Mundial que unos Juegos Olímpicos. ¡Eso sí! Luego, cuando llega la Olimpiada, más o menos todos están en forma.
En ese sentido de importancia vs novedad, nos encontramos ahora en una situación similar con la prueba de contrarreloj por equipos. ¿Qué opina del hecho de que el equipo vencedor no pueda vestir el maillot arcoíris el resto del año?
Tenemos que tener en cuenta que se trata de una carrera que se disputa por equipos comerciales y supongo que al equipo le interesa que se vea el patrocinio. De ahí, imagino que los equipos no hayan luchado por poder llevar el arcoíris. Es cuestión de los equipos y de los directores. No creo que sea una cuestión de la UCI ya que ellos estarían, creo, interesados ya que es una insignia suya.
Volvamos a 1995 fue el primer año en el que la Vuelta a España se disputaba en septiembre y usted ganó las tres CRI de esa edición y la disputó hasta el último día para acabar segundo. En aquel momento, ¿en qué medida planteaba dudas que el disputar la Vuelta fuese buena idea de cara a las opciones en el Mundial?
Yo en aquel año ni me lo plantee porque tuve una caída en el Tour, que era el objetivo del equipo. Iba a trabajar para Tony Rominger y, por desgracia, no pude estar con ellos. A partir de ese momento, mi objetivo se marca en la Vuelta a España. En ningún momento el Mundial era un objetivo, pero según va pasando el tiempo y sigues en forma, el seleccionador te llama. Es una situación que se produce. No es como cuando el director de tu equipo decide si te lleva o no a una carrera. Ahí, te tienen que seleccionar.
En ese sentido, por lo tanto, abrió usted una vía que es la de demostrar que la Vuelta podía ser una buena preparación para el Mundial.
Efectivamente, no era mala preparación. Además, quedó demostrado en que la mayoría de corredores que estaban ahí en la última vuelta, salvo Miguel y alguno más, veníamos de la Vuelta a España. Llegábamos con un buen pico de forma, pero también es cierto que, en ocasiones, cuando disputas una gran vuelta y fuerzas mucho en la primera semana, te puede venir un bajón de ese pico. Pero, en líneas generales, si acabas bien la Vuelta a España, te viene bien para el Mundial.
Ahora es relativamente sencillo que el seleccionador cuente con los mejores corredores para ir a un Mundial, pero en aquella época no lo era tanto. ¿En 1995 existía todavía la sensación de que ir al Mundial era un castigo o una suerte de obligación que se hacía sin demasiadas ganas?
No. No era así del todo. Se iba con ganas, pero quizás sin la motivación y la ambición de trabajar en equipo por tener la sensación de que la selección era capaz de ganar. Hasta entonces, no se había conseguido. Habíamos tenido medallas con Juan Fernández y con Miguel, pero nunca habíamos podido ganar. Siempre habíamos corrido a la contra de lo que hacían los demás… excepto en ese Mundial que Miguel se había marcado como objetivo junto al récord de la hora. Todos los que fuimos, teníamos la idea de que si Miguel lo había preparado, porqué no iba a ser ese el primero.
El 8 de octubre, el día de la disputa de la prueba en línea, cuando estaban esperando que se diera la salida, ¿albergaba esperanzas de poder alcanzar el oro?
¡Antes de la salida todo son ilusiones! Todos teníamos claras las ideas. Todos sabíamos a lo que habíamos ido allí: a trabajar, pero que la situación de la carrera nunca se puede prever. Tienes las pautas de qué tiene que hacer cada uno durante la carrera, pero luego las circunstancias son las que inclinan las cosas a un lado o a otro. O movemos nosotros la carrera o la mueven otros.
¿Podría contarnos, 20 años después, sus recuerdos de aquella última vuelta?
Justo antes de empezarla, Miguel pinchó y poco antes de cruzar la línea de meta volvió a enlazar, justo después de que atacara Dimitri Konyshev. Miguel nos adelantó a todos haciendo un gesto de… bueno, ya sabes, llegó con rabia y como diciéndole que, ¡joder, macho!, no te quieras aprovechar de esta situación. Yo había estado cubriendo las espaldas ese tiempo porque corríamos sin pinganillo y no sabía exactamente qué es lo que pasaba. No sabía ni si Miguel seguía en carrera o no. Y ahí pensé dos cosas: o me pongo a controlar a los que arranquen, o arranco yo y a Miguel le llevan en bandeja hasta la subida y si ahí me cogen, pues tengo la opción de llegar con Miguel a meta para poder ayudarle y que no estuviese solo con Pantani que, en ese momento, era el rival más fuerte. Pero justo antes de coronar no me cogen por muy poco y me tiré para abajo hasta la última curva que fue donde pinché. A partir de ese momento, era tirar todo el peso para adelante para quitar el mayor lastre posible a esa rueda y agachar la cabeza.
¿En qué momento supo con certeza que ganaría?
Recuerdo que a unos 500 metros de meta había un paso a nivel que cruzábamos sobre una especie de gomas que habían puesto para taparlo. Una vez que pasé aquello me dije, ¡espero que la rueda aguante hasta meta! Sólo iba pensando en el mecánico y esperando que hubiese pegado bien la rueda. Pero fue ahí, en ese paso a nivel, donde ya me vi ganador. Iba disfrutando, pero levanté sólo un poco el brazo porque no podía ni ponerme sobre la rueda trasera.
Le confieso que aquellos kilómetros finales, con la rueda trasera pinchada, son uno de los recuerdos más angustiosos que tengo como espectador. ¿Qué se le pasó por la cabeza todo ese tiempo que rodó sobre la llanta? Evidentemente, había un riesgo importante de desllantar o, peor todavía, romper la rueda.
Efectivamente. Como te digo, en el primero en el que pensé fue en el mecánico y luego, en la situación de carrera en la que te encuentras. ¡Un Mundial con la rueda pinchada! No podía parar porque tenía a los otros demasiado cerca y era cuestión de cambiar de bicicleta porque tardaríamos más en cambiar la rueda. Vas pensando en que, en el peor de los casos, si no me salía a mí, llevaba a un compañero por detrás [Miguel Indurain, N.d.A.] que podía conseguir la victoria. Pero al final, creo que fue más bonito porque conseguimos los dos dobletes: el de CRI y el de la prueba en línea.
Usted fue el primer maillot arcoíris de la historia del ciclismo español. En aquel entonces corría para un equipo como Mapei-GB, con claros bloques italiano y belga. ¿Se vio más reconocido en aquellos países que en España?
No. Creo que se reconocía en todos los países, pero sí es cierto que ellos, por su historia, por su manera de entender el ciclismo, igual sí te siguen más. De la misma forma que aquí los españoles apenas nos involucrábamos en las clásicas hasta que llegó Freire o, ahora, Valverde. Por esa parte, sí, pero a nivel de prensa y de aficionados sí se le dio el eco que tiene un Mundial.
Usted, por edad y cierto parecido físico, tuvo que soportar durante mucho tiempo la etiqueta de sucesor de Indurain. En Duitama fueron muchos los que le dieron mayor importancia a la labor de secante que realizó Miguel en el grupo de Pantani y Gianetti que a su propia victoria. ¿Le molestó aquello?
No. No me molestó porque, como te decía antes, se trabajó como selección. Lo que ocurre es que el resto del año corríamos para equipos distintos y eso, como aficionado, te puede “doler” porque eres seguidor de un corredor o de un equipo [cabe recordar que nos encontrábamos en la época del máximo apogeo de la rivalidad ONCE-Banesto]. Pero los dos hicimos las cosas como hay que hacerlas, aunque imagino que a muchos seguidores de Miguel no les gustaría. A todo el mundo le digo lo mismo, pero la satisfacción que tenía Miguel cuando llegó a meta por mi victoria era de una gran alegría por haber conseguido el objetivo. Seguro que él estaría más contento si hubiese ganado él… ¡eso sin duda!
En ese mismo sentido y pese a que Pepe Grande ya había dejado claro que ambos gozarían de libertad, hubo quien vio su ataque y posterior triunfo como una traición hacia el ídolo del momento, Miguel Indurain. ¿Cómo reaccionó Miguel tras la carrera en el ámbito privado con usted? ¿Influyó Duitama de alguna manera en su relación posterior?
No, en absoluto. Teníamos buena relación antes y la seguimos teniendo después. Ambos actuamos de forma correcta en la carrera y conseguimos el triunfo, que era el objetivo. Muchas veces, son las aficiones las que tienen esa cosa de enfrentarse, pero nosotros siempre tuvimos muy buena relación y la seguimos teniendo.
Es que usted estuvo metido en las dos grandes rivalidades de aquella época, aunque por motivos y de forma distinta. Primero, con Miguel Indurain y luego, incluso compartiendo equipo, con el Chava Jiménez. Parece que tenía usted un imán para estas cosas.
No, no. No tiene nada que ver una cosa con la otra. Con Chava, como dices, estábamos en el mismo equipo y lo que nos perjudicaba como equipo en aquel momento eran los movimientos del Chava en aquella Vuelta a España porque el único que tenía opciones de ganar, si no lo hacía yo, era Fernando Escartín.
Usted salvó bastante bien la llamada ‘maldición del arcoíris’. En 1996 fue podio en su debut en el Giro, ganó Romandía, plata en el nacional en el que le regaló la victoria a Manuel Fernández Ginés, plata en la CRI de los JJOO de Atlanta… ¿cómo recuerda esa temporada paseando el maillot arcoíris?
Fue un año complicado porque desde el principio del año quieres que se vea el arcoíris siempre delante en el pelotón y eso hace que empieces a entrenar pronto y al cabo del año acabas haciendo muchos más kilómetros que otras temporadas. Igual las cosas no te salen como te gustaría, pero dentro de lo que cabe, a mí no me salió mal. Estás más vigilado y eso te da menos opciones de moverte dentro del pelotón.
Dice que las cosas no siempre salen como uno espera, pero ese año, también, fue el que una inexplicable decisión de Juan Fernández les sacó del podio del Tour a Rominger y a usted. ¿Ya le han perdonado?
(Ríe) Bueno… perdonar… al final, las cosas son como son. El patrón del equipo, [Giorgio] Squinzi, actuó de aquella manera y él también estaría presionado. Pero es cierto que el que nos daba a nosotros las directrices era Juan Fernández y que nos enfadamos muchísimo con él porque estábamos segundo y tercero a la espera de ver qué pasaba con la contrarreloj que nos quedaba por delante.
¿Considera que, de alguna manera, ayudó a abrir el camino del Mundial para España y que es responsable, por lo tanto, de la época dorada de Freire y Astarloa y lo que ha venido después?
Sí, pero creo que todo eso llegó también y sobre todo porque en España hemos empezado a interesarnos por las clásicas. Antes no las seguíamos. Tampoco teníamos opción de hacerlo porque no las televisaban. Ahora sí y eso nos ha dado la oportunidad de conocer que es un ciclismo muy bonito, muy violento, muy duro… eso es algo que motiva a los ciclistas. Ahora tenemos corredores que se dedican a correr las clásicas cuando hace diez años eso ni se planteaba.
Entendiendo que el de Duitama fue un Mundial extraño ya que no se parecía en nada a ninguna de las clásicas que conocemos, tras su triunfo ¿nunca se planteó hacer un calendario clásico en lugar de uno tan enfocado hacia las grandes vueltas?
En un momento dado, sí. Pero como siempre decimos los ciclistas de aquí, el seguimiento hacia las vueltas es mucho más importante. Hay más interés en los vueltómanos que en los ciclistas que se interesan por las carreras de un día. Por lo tanto, los equipos nacionales tenían más interés en las vueltas y tú ni te planteas hacer clásicas. Otra cosa es que no tuvieras opción de disputar grandes vueltas y te planteases esos objetivos. Esa podría haber sido mi situación o la de otros como Mauri, Miguel, Bruyneel…
¿Qué anécdota o recuerdo guarda con más cariño de aquellos días en Colombia?
El primer recuerdo que siempre me viene a la mente, porque es cuando me doy cuenta de que he ganado un Mundial, es el abrazo que me da Miguel Indurain en la línea de meta. Luego, también tengo muy buen recuerdo de la fiesta con toda la selección y de Pepe Grande cantando con la guitarra. Era un buen ambiente de amistad y de celebración por haber conseguido un objetivo de esos que muchas veces se marcan, pero pocas se consiguen.
¿Cuántos maillots arcoíris ha guardado para su colección?
Uno. El que me pusieron en el podio. Los demás, los he ido regalando a las peñas y a la gente que estuvo conmigo.
¿Fue aquel su triunfo más importante?
Bueno, fue el que me dio a conocer. Fue mi eclosión como ciclista porque, aunque hice una buena Vuelta a España, no tuve opciones de pelear con Jalabert porque no tenía equipo para poder luchar de tú a tú contra él. Luego llegaron los podios del Giro, que también fueron importantes, pero ese fue el que más me marcó.
Tras ser apartado de la dirección técnica de la Vuelta a España tras haber sido relacionado con el uso de sustancias prohibidas en el Tour del 98, ¿cuál es su relación actual con el ciclismo?
Sigo vinculado con el ciclismo de base en la escuela ciclista de Oria, que es en el que yo empecé. Voy a casi todas las carreras que corren los chavales y me gusta mucho hacerlo. Me sigue gustando seguir el ciclismo y ver las carreras.
Usted corrió varios años con Manolo Saiz. Hace poco más de un mes que presentó su nuevo proyecto. ¿Qué le parece su vuelta?
Me parece bien porque es un director que tiene mucho que ofrecer al ciclismo.
¿Considera que la dicotomía entre el ciclismo limpio actual y su constante comparación con ‘el de los 90 y 00’ es una comparación justa? ¿Era realmente tan sucio aquel ciclismo?
Yo no lo he visto tan sucio. Yo, ni quiero hablar ni creo que sea el momento de hablar. Ahora no se usan algunos medicamentos que antes sí se usaban. Eran por vena, pero eran legales. Estabas dentro del reglamento. Antes, los recuperadores iban por vena y ahora van por vía oral. El reglamento está para cumplirlo.
¿Quién va a ganar el Mundial?
¡Uf! No lo sé. Algún corredor que tenga buen sprint como pueda ser Gilbert, pero apostando por los de casa, creo que Valverde, por sus características y por su punta de velocidad, puede tener opciones. Tiene un Mundial en sus piernas y siempre que se trabaje bien va a tener opciones.