Hasta Olano España no tuvo un campeón del mundo por mucho que escueza. Recordar el mundial de Duitama, año 1995, con Abraham Olano campeón del mundo y Miguel Indurain entrando segundo, batiendo el puño al cielo colombiano,… eso son palabras mayores. No sé si fue por que aquella pasó por ser una de las últimas carreras que veía con la inocencia del primer ciclismo o por lo emotivo de un triunfo al horario del telediario de la noche, aquellos momentos no los cambiaría por nada en el mundo. Ni siquiera que el orden del podio fuera otro, al revés del que guardamos en las fotos.
Abraham Olano fue campeón con todo merecimiento, aprovechando aquella figura enorme, afilada y en forma que era aquellos días Miguel, un tapón en forma de ciclista que hizo su parte de la estrategia, una estrategia de libro, de escuela de ciclismo. Pero aquel desenlace sigue levantando ampollas y lo hace entre gente que se dice aficionada, cosa que no entiendo. Una cosa es querer a un corredor como si fuera tu hijo, Indurain esto lo tenía, y otra perder la perspectiva y ver que lo que se hizo se tenía que hacer y que si el grupo, tirado por Casagrande primero y Pantani luego, hubiera dado casa a Olano, ahí estaba Miguel para rematar.
Tanto tiempo después, sigo leyendo auténticas tonterías sobre Olano, minusvalorando los logros de un ciclista que está entre los mejores de la historia en este lado de los Pirineos. Y cuando digo entre los mejores, le sitúo entre los diez de siempre, en noveno lugar, entre Marino Lejarreta y Miquel Poblet. Claro que ese listado que hice hace un tiempo es como todo en este mal anillado cuaderno, subjetivo.
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