Ainhoa Ostolaza, la pionera de la pista española

Ainhoa Ostolaza en el podio de Moscú

TrackPiste / Ciclo 21

En estos días en los que se ha hablado -desgraciadamente por la muerte de Mercedes Ateca- de las pioneras españolas en el ciclismo en carretera, hay que recordar que en el caso de la pista nacional los comienzos fueron mucho más tardíos. A corredoras como María Mora o Kontxi Karballeda les correspondería ese honor, aunque la primera pistard española que cosechó un éxito internacional fue la guipuzcoana Ainhoa Ostolaza, ganadora de la medalla de bronce en la persecución del Mundial junior de Moscú, en 1989, “con quince añitos”.

Ahora, con 47 años, y con una descripción en su perfil de Twitter que le hace justiciaEx ciclista profesional, y actualmente tabernera y feliz. ;) con una sonrisa deslumbrante de oreja a oreja todos los días. Disfrutando el momento-, sólo se considera una pionera “de escuchárselo a mi marido, que se lo dice a todo el mundo cuando van por el bar”.

Un éxito que llegó por esas casualidades de la vida a la que uno parece predeterminado. “Hacía carretera, pero como vivo cerca de Donosti, me gustaba ir a Anoeta, donde podía entrenar para mejorar mis condiciones. Mido 1,75, soy fuerte y lo mío era esprintar. Si pasaba la media montaña, podía tener bastantes opciones en la llegada… aunque no siempre era así (se ríe). Ese día estaba en la pista el seleccionador -Jordi Cañellas- y me tomó unos tiempos. Y no debieron ser malos, porque me dijo que me quería llevar al Mundial junior, que ese año era en Moscú». 

«Fue complicado por el tema de los papeles, de tener que hacerme el pasaporte y el visado con tan poco tiempo, pero allí puede competir. No lo hice mal, ya que solo me ganó la rusa, aunque por el sistema de competición terminé tercera. Pero tuvieron que enseñarme muchas cosas. ¿La edad? Pues imagínate la experiencia, con quince años -no cumplía los 16 hasta diciembre- y en un sitio entonces tan poco accesible como Moscú. Además, era la única chica del grupo”.

Velocista, «aunque era lo que menos corría»

Al año siguiente, también fue al Mundial, en Inglaterra, en Middlesborough, donde Jonathan Garrido fue subcampeón del Mundo y en donde ya estaba Nuria Florencio, que durante algunos años fue su única compañera de selección. “Íbamos las dos solas, pero en muchas competiciones, ni siquiera íbamos coincidíamos. En aquel entonces sólo había tres pruebas femeninas -velocidad, persecución y puntuación- y nos la repartíamos entre las dos, aunque por mis características físicas me fuera mejor la velocidad, que era la que menos corría”.

Y con la perspectiva de los Juegos Olímpicos de Barcelona, la guipuzcoana entró en el Plan ADO, debutando en la máxima categoría en el Mundial de Utsonomiya, en 1990 “donde corrí la puntuación y tuve una caída. Ganó Van Moorsel, en una prueba que tenía muchísimo nivel”.

Así comenzaban dos años “muy duros, pero bonitos, que fueron una gran experiencia y más cuando eres tan joven. Guardo un gran recuerdo de toda la gente con la que coincidí, ya que son edades de amistad”, aunque el plan de vida no era precisamente envidiable. “Teníamos una disciplina impresionante. Estábamos la mayor parte del año concentrados, en el Hotel San Diego. Nos despertaban a las siete, hacíamos rodillo, pero con la cadencia que nos decía el seleccionador, que estaba vigilándonos. Luego desayunar, entrenar, comer, entrenar otra vez en el velódromo o el gimnasio, o incluso en la piscina . Cenar, a la cama y así día tras día. No me quejo, porque aparte nos daban un sueldo, que no era muy alto, pero que nos servía para no tener apuros económicos. Lo único que echo en falta es que no hubiera un plan de formación, que hubiéramos podido estudiar algo”.

Desde la distancia del tiempo pasado también nos dice que “ahora soy consciente de la discriminación que teníamos, aunque nunca tuvimos problemas en que me dieran un material distinto por ser chica. Afortunadamente se va mejorando en estos aspectos y hay muchas ciclistas que han trabajado para que haya más igualdad, como Dori Ruano o Leire Olaberria”. Eso sí, recuerda que “se nos exigía más, ya que para llevarme al Mundial tenía que ganar todas las pruebas, lo que no pasaba con los chicos”. También recuerda como anécdota que “no querían que corriéramos otras pruebas, ni siquiera los propios Campeonatos de España, por si nos caíamos o nos lesionábamos”.

Adiós Barcelona’92 por burofax: «Fue un zapatazo»

La cita de Barcelona se acercaba y parecía que iba a poder estar en los Juegos. Pero en Navidades llegó un burofax a su casa en el que se la ponía fuera del plan ADO. “No me lo podía creer. Fue como un zapatazo. Después de dos años entrenando, de hacer un esfuerzo increíble, no podía entender a que renunciaran a tener participación en los Juegos, que eran en casa. Me había ido a casa a descansar, porque tenía la hemoglobina muy baja y quería recuperarme. No recuerdo que es lo que argumentaron, creo que decían algo de dependencia familiar. Pero si tenía 17 años… No fui yo la única, fuimos varios corredores y llevamos a la Federación a juicio, pero no sirvió de nada”.

De esta forma se quedaba sin poder participar en los Juegos, aunque “pensé que tenía otra oportunidad y era demostrarlo en los Campeonatos de España. Creía que si ganaba, me tendrían que llevar. Pero ese año retrasaron los Campeonatos hasta después de los Juegos y no hubo nada que hacer”.

Pensó en dejarlo, “pero mi pareja me animó mucho para que siguiera. Me tuve que comprar -bueno, mi madre- una cabra y volví a entrenar con ganas de demostrar que podía estar ahí”. De esta forma volvió a participar en otros dos Mundiales, en Hamar en 1993 y en Sicilia al año siguiente, compitiendo en puntuación y por fin en velocidad. “En Sicilia me planteé que no podía seguir así, que tenía que hacer un esfuerzo mayor, y no tenía ya ese apoyo económico. Además, estaba sola porque Nuria había dejado la pista y Dori todavía no corría. Estaba muy saturada y terminé dejándolo”. Apenas tenía 21 años y enseguida se casó, tuvo dos hijos -que van a cumplir 24 y 20 años- y se dedicó a la hostelería, en su Usurbil natal.

«Me habría gustado correr un keirin o una prueba por equipos»

“Desde entonces mi enfoque ha sido mi familia y mi trabajo, en un negocio en el que estamos los dos y nos lleva mucho tiempo, sobre todo los fines de semana. Me desconecté del ciclismo porque también te exige mucho, y justo cuando tengo que trabajar”. Ninguno de sus dos hijos se ha dedicado a la bicicleta, lo que también ha contribuido a ese alejamiento. “Yo nunca los animé, porque la carretera me daba miedo, pero la pequeña sí quería hacer pista, aunque al final empezó el bachillerato y todo se quedó en nada”.

Y aunque físicamente ha estado desconectada, gracias a las redes sociales mantiene bastante contacto con los que fueron sus compañeros en aquellos “años de amistad” e incluso está al día del día al día del ciclismo en pista, sobre todo de los progresos de las féminas, “poco a poco vamos igualándonos, aunque aún hay mucho por hacer”. Eso sí, se lamenta de que en su época apenas hubiera pruebas femeninas: “Me habría gustado correr un keirin, pero sobre todo haber corrido las pruebas por equipos”, para terminar repitiendo lo de “viví unos años muy duros, pero muy bonitos. Y no me quiero olvidar de ellos, porque tuve la suerte de poder hacer algo que me gustaba”.


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