Ya de vuelta en su casa, en Barcelona, aún con la maleta sin deshacer, Airán Fernández (Vini Fantini) apenas tiene un rato para sentarse en su cama, para reflexionar sobre su breve pero intenso periplo “fosforito”. Mientras coloca todo en su armario no se da cuenta, pero se lleva instintivamente la mano a la cadera donde aún escuecen las rozaduras y el correspondiente moratón fruto de una caída, de las masivas, de esas “montoneras” que vienen sin avisar, pero que en ningún momento le privó de disputar a fondo cada kilómetro con el equipo, como un gregario más.
Airán separa el equipaje con mimo, como las sensaciones que tuvo, carrera, por carrera. Tras Burgos, su destino fue el Tour de Limousin: “En Limousin tuve un primer día muy malo, la única explicación que le doy es el cambio de bicicleta y de medidas, pienso que la musculatura se resintió”, comenta con resignación, si bien “en las otras tres etapas tuve un buen rendimiento, sobre todo en la última que terminaba en un circuito más selectivo”, reflexiona.
Sin apenas tiempo de recuperar, la gira francesa del equipo “giallofluo” le llevó a disputar la exigente Clásica de Chateauroux. Allí también sacó las uñas para defender al equipo: “fue mi primera competición que superaba los 200 kilómetros, el terreno no era muy duro pero la lluvia si que lo hizo todo mas difícil”, reflexiona al acordarse de los más de 60 abandonos que se produjeron durante la prueba. Sin embargo, su equipo pudo contar con él hasta el mismo esprint final: “terminé satisfecho por llegar al final con fuerzas y poder participar en el `treno’ del equipo para lanzar Francesco Chicchi”, recuerda.
Y tan sólo cinco días después llego el turno para otra vuelta por etapas, el Tour de Poitou Charentes. Allí pudo torcerse todo su trabajo previo tras la caída que sufrió a tan sólo dos kilómetros de meta, cuando rodaba engullido en un pelotón que a bandazos preparaba ya su llegada masiva en la primera etapa: “me llevé alguna quemadura y un buen golpe que pienso que arrastré un poco los siguientes tres días, pero tampoco me fueron nada mal. Pienso que hice una crono más que decente para el gran nivel que había, lo poco acoplado que estaba a la cabra, y el dolor de la caída”, subraya. Pero sobre todo, su progresión en el equipo se vio reflejada en la última etapa: “el último día teníamos por delante 194 kilómetros, y sacamos media de 46 por hora… ¡Se voló!”, señala con los ojos muy abiertos, como rememorando con la misma incredulidad aquellos instantes de alta tensión. Sin embargo, su actuación final fue más que satisfactoria, más adaptada a sus características: “la carrera volvía a terminar con un circuito que me iba bien, con rampas duras. Sólo quedábamos tres del equipo en el grupo a final de carrera: Colli, Gatto y yo. En el último kilómetro los llevé para delante y me puse a tirar del pelotón para hacer la llegada con Colli”, recuerda.
Así, en líneas generales, Airán considera satisfactorio su trabajo en el equipo italiano: “el balance fue bastante bueno, en general no eran carreras que me favorecieran mucho, ya que era todo bastante plano, con aire y carreteras muy estrechas, son carreras difíciles para empezar porque en ningún momento ruedas con comodidad en el pelotón”, reconoce, para añadir que “termino bastante satisfecho aunque si hubieran sido algo más duras pienso que hubiera hecho mejor papel”, finaliza.
Tras tanto esfuerzo, para Airán resultó inevitable levantar la cabeza, buscar la mirada de sus directores, buscar una valoración: “ellos me han dicho que están contentos por cómo he ido estos días, tanto en la carretera como fuera, que es igual de importante, todos mis compañeros me han acogido muy bien y es de agradecer”, señala orgulloso. Por su parte, siempre dentro de la modestia, considera que ha hecho méritos para que sigan apostando por él: “pienso que lo merezco, he rendido a un buen nivel en Burgos y en Francia siempre he estado mirando mas por los compañeros que por mi mismo”, resume.
Airán ha colocado ya su ropa en el armario, pero apenas durará unas horas, la buena forma que atesora le pide seguir rodando, seguir haciendo cosas. Esta vez será en los Campeonatos nacionales de pista, en Tafalla (Navarra), donde acudirá este fin de semana con la selección catalana con un objetivo: “intentaré conseguir una medalla, pero es difícil porque como he estado corriendo y regresé el sábado sólo he podido ir un par de días a la pista y me falta una preparación más específica. Mi forma es muy buena pero me falta la cadencia esa de la pista”, reconoce, para añadir que: “hay que tener en cuenta que vengo de hacer diez días de competición, una media de 185 kilómetros por día y casi siempre con todo metido”, señala sonriendo. Sabe que no es la mejor preparación para meterse en un anillo de apenas 250 metros, pero la ilusión que atesora vuelve a ejercer de portavoz: “¡no renuncio a nada!”, exclama.
Con una sensación extraña, quizás por raro y ocasional, Airán Fernández dejará brevemente la carretera para a preparar su nuevo objetivo en el coqueto Velodrom d´Horta. Allí no sólo dará vueltas a los monótonos 250 metros de los que consta el recinto, también lo hará en su cabeza, en sus pensamientos. Inevitable pensar si sus esfuerzos han valido la pena. Si contarán con él en Vini Fantini. Si el año que viene volverá a vestir de fosforito. Sea lo que sea, no se habrá dejado ni un gramo de fuerza en el bolsillo para conseguirlo. Sólo queda esperar.
Fuente: Rafa Simón. Prensa Airán Fernández