Ocurre, muchas veces, entre los que nos gusta hacer deporte, batirnos y mejorar, aunque sea modestamente, que nos encanta presionar y medir las posibilidades del vecino. Disfrutamos haciendo cábalas del compañero, sus tiempos, a cuánto ha de aspirar rodando a tanto, entrenando en tanto. Si tu haces media maratón en hora veinticinco, tienes que bajar de las tres horas en la maratón. Si has salido tantos kilómetros, la Quebrantahuesos la cubres en media hora menos que el año pasado. No nos ganamos el pan, pero como si lo hiciésemos.
Alejandro Valverde es como ese compañero de fatigas al que siempre escrutamos. Profesional desde hace doce años, en la cúspide casi desde el minuto cero de su estadía en el máximo nivel, ganador, instinto asesino, fino olfato. El palmarés del murciano es la bicoca para cualquier amante de la estadística. Sus números impresionan, ponen al más pintado.
Por eso, como si de la alineación de la selección española se tratase, cada uno tiene una temporada ideal para Alejandro Valverde. No han sido pocos los tweets que apuntaron hacia el palmarés del ciclista de Las Lumbreras. Hablan de muchas clásicas, innumerables triunfos que deberían trufar su bagaje. Hablan de alguna Vuelta a España más y cómo no un mundial, es gran desconocido en su palmarés.
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