Nicolas Van Looy / Ciclo21. Enviado especial Santiago de Compostela
Es la última en disputarse y, aunque nada tenga que ver una cosa con la otra, la última en presentarse. Ya conocíamos los recorridos del Giro de Italia y del Tour de Francia y desde hace sólo unos minutos, también los de la Vuelta a España. Las cartas, por lo tanto, están sobre la mesa y ahora es cuestión de que los grandes vueltómanos se sienten junto a los responsables de sus equipos entorno a una mesa con el complicadísimo calendario de 2016 delante y decidan, en base a las tres propuestas, sus cualidades y sus intereses –deportivos y comerciales–, qué toca hacer.
Es año bisiesto y eso significa que durante el verano se celebrarán los Juegos de la XXXI Olimpiada en Río de Janeiro y eso, por motivos que ya son de sobra conocidos, condicionará el año deportivo entero y el ciclismo no iba a ser una excepción. Se da la circunstancia de que la carrera olímpica es ideal para –o al menos así nos la pintan los que han podido ver el recorrido– escaladores, algo que no resulta baladí en una temporada en la que el Mundial de Catar amenaza con ser, al menos, tan infausto –en términos de entretenimiento– como el del año 2002 en Zolder.
Con todos estos elementos a tener en cuenta –además de los habituales de cada temporada–, nos toca a los que nos dedicamos a juntar letras sobre este deporte analizar la Vuelta a España recién presentada hoy en Santiago. Llueve fuera de la Ciudad de la Cultura y eso hace que sea todavía más complicado ponerse en tesitura para pensar sobre lo que puede acontecer en una carrera que suele asociarse con el tórrido final del verano español, pero haremos un esfuerzo e intentaremos arrojar un poco de luz de lo que, en la modesta opinión de este enviado especial, supone la propuesta de Javier Guillén y los suyos para esta 71ª edición de la ronda española.
Hace unos meses le pregunté a Guillén si iba a seguir siendo fiel al modelo que parece haber patentado su carrera y la respuesta no dejaba lugar a dudas: esta es y será la seña de identidad de la Vuelta a España. La apuesta, desde luego, no deja a nadie indiferente. Etapas unipuerto, ciclismo youtube, etapas eléctricas, nervios, velocidad, emoción, economía en los esfuerzos… estas y muchas más han sido las maneras más habituales de referirnos a las etapas de la Vuelta a España y lo único cierto a estas alturas es que este modelo tiene completamente dividida a la parroquia. Es la gran guerra civil del ciclismo actual. No encontraremos a casi nadie que tenga una opinión media al respecto. O se adora o se odia. Sin más.
Independientemente de si nos gusta o no, toca pensar si con esos Juegos Olímpicos y ese Mundial de los que hemos hablado antes, la Vuelta a España acierta en ofrecer un trazado tan similar a lo que es habitual y, por lo tanto, muy del gusto de los escaladores. La respuesta, como también pasa casi siempre, no puede ser categórica, sino que nos planteamos ante dos grandes escenarios posibles.
Por un lado, está el enorme riesgo de fiasco. No cabe duda de que la gran mayoría de escaladores –sin tener en cuenta variables como lesiones o caídas inoportunas– planificarán su temporada con el doblete Tour-JJOO como eje neurálgico del año. Será una apuesta arriesgada para ellos. La ronda francesa será tan exigente como siempre, de eso no cabe duda, pero los Contador, Purito, Froome, Quintana, Aru, Nibali… deberán de disputarla pensando, además, en llegar a París con las piernas en condiciones para aguantar el viaje transatlántico y el estiramiento de la forma hasta la carrera de Río de Janeiro.
Conseguir guardar ese pico de forma –o alcanzar uno nuevo– pensando en la Vuelta a España es, eso sí es seguro, imposible. Por ello, el empecinamiento en dibujar un recorrido con tantas cuestas supone una apuesta que, en el peor de los escenarios posibles, podría dejar a la carrera española con un clarísimo dominador desde el principio –aquel que, por el motivo que sea, no vaya al Tour y/o a los JJOO– y, por lo tanto, sin un ápice de espectáculo.
Pero, a la vez, podría darse el efecto contrario, a saber, que nos encontremos ante una carrera muy emocionante porque, aunque los grandes nombres no estén en condiciones de disputarla, la Vuelta pueda hacer honor a ese otro motivo de fama que le ha caracterizado en la última década: la de ser esa carrera en la que siempre se producen sorpresas y se descubren los talentos que en el futuro más próximo darán nombre y forma al pelotón de vueltómanos.
Todo ello, claro, sucede porque no se ha querido ir a la apuesta segura si de atraer grandes nombres se trata: diseñar una Vuelta a España completamente plana. Con Catar a la vuelta de la esquina, los corredores mundialistas podrían tener en una hipotética Vuelta a España escorada al sur (por aquello del calor) y con predominio de etapas llanas, el escenario ideal para preparar su asalto al arcoíris. Desdeñar esta opción y optar por la valentía de confiar en que el caramelo de añadir una Vuelta al palmarés es reclamo suficiente es, sin duda, una apuesta valiente y digna de aplauso por parte de Guillén y los suyos… aunque habrá que ver cómo sale.
La Vuelta, tal y como es desde hace un tiempo, gustará más o menos. Esa es otra cuestión que ahora no toca analizar. Debemos de centrarnos ahora en pensar qué puede dar de sí esta 71ª edición de la carrera. Quedan demasiados meses para ser específicos, pero los mimbres se han tejido para conseguir que la Vuelta a España de 2016 sea una carrera complicadísima de preparar, casi imposible de predecir y, seguramente –llegado el momento–, dificilísima de controlar y plantear durante su disputa. Puede ser una carrera con grandes sorpresas. Tres semanas en las que descubramos nuevos nombres. Una edición marcada por los golpes del hombre del mazo. Si esto es así y, por lo tanto, si nos divertiremos o no, dependerá, como siempre, de los corredores. Sin olvidar, por supuesto, los imponderables que –no los deseamos, pero siempre ocurren– se presentarán en forma de lesiones que obliguen a alguno de los grandes nombres del pelotón a reestructurar su campaña respecto de lo inicialmente previsto. Una Vuelta a España, en fin, que presenta más dudas que certezas a estas alturas.