Era uno de los grandes reclamos cuando partíamos desde Puerto Banús hacia Madrid dando este maravilloso rodeo que es la Vuelta a España. Hemos llegado a Asturias, ya en el recuerdo, y nos asentamos en Burgos, donde es posible que se decida esta Vuelta a España marcada por la montaña, en una contrarreloj individual ni corta ni larga. Poco menos de 39 kilómetros que, seguramente, parezcan excesivos si se lo preguntamos a los escaladores y muy poca cosa si el interrogado es un especialista en esa pelea individual. Hablamos, claro, de la presencia en la salida de los mejores hombres-Tour del momento.
Llegamos, por lo tanto, a la tercera semana de carrera. Ese territorio indómito donde la lógica deja de tener lógica y suceden cosas extrañas. Siempre. Ese terreno beyond the limits en el que, como si de la sonda Voyager se tratara, el pelotón se interna sólo tres veces al año y siempre lo hace con el miedo muy metido en el cuerpo. Como si no lo hubiesen hecho antes. Imposible saber qué ocurrirá con el propio cuerpo y con el de los demás.
Llegamos, efectivamente, a la tercera semana con un pronóstico muy abierto. Nada tiene certidumbre. Los protagonistas, sin embargo, quizás no sean los que todos esperábamos aquel soleado y caluroso día de Puerto Banús. Por lo tanto, y atendiendo a cómo está en estos momentos la general y habiendo visto lo que ocurrió con Alberto Contador en el Giro y el Tour, es un buen momento para plantearse si en el ciclismo actual es factible plantearse el doblete en dos grandes vueltas consecutivas. Y no hablamos, que también, del doblete en el sentido de la victoria, sino en un ámbito más amplio como puede ser el de salir a disputarlas. Ganarlas, aunque fuese posible estar siempre con los mejores, puede depender, también de otros factores como la suerte o un lance inesperado de carrera que poco tenga que ver con el hecho de haber estado o no en otra ronda.
El primer impulso, claro, a la hora de contestar esta pregunta si miramos a los diez primeros clasificados de la general de la Vuelta a España tras la 16ª etapa es el de justificar un rotundo no. Es imposible, al menos estos corredores lo tienen imposible, disputar el Tour y otra de las dos grandes. Los dos supervivientes del podio de París que siguen en carrera, Nairo Quintana y Alejandro Valverde están claramente en fase descendente, sin que esto deba de servir de excusa en este país cainita para reprocharles absolutamente nada. Purito Rodríguez, portador del maillot rojo, estuvo y completó el Tour. Ganó dos etapas, pero es justo decir que no disputó la general, en la que acabó 29º a 1:36:07 del vencedor. Eso, sin quitarle en absoluto mérito a sus dos etapas, significa que su nivel de entrega a lo largo de los 21 días no puede ser equiparado al de los dos Movistar ya mencionados. Situación casi idéntica es la del polaco Rafal Majka. Una victoria de etapa le contempla en el pasado Tour, pero la general fue una cosa completamente distinta. Lo que sí le diferencia de Purito es que él no fue el jefe de filas de su equipo, sino que era ese típico gregario que, teniendo que trabajar para Alberto Contador, contó con libertad en momentos puntuales. Y, aunque jamás se puede dudar del nivel de sacrificio y entrega que supone trabajar para un líder, es cierto que no podemos valorar las opciones del polaco ya que no disputó la ronda gala.
De los demás, simplemente debemos de señalar que Dumoulin y Mentjes estuvieron en la salida de Utrecht, pero que el primer se tuvo que marchar a casa tras la caída en la etapa de Huy y el segundo hacer lo propio camino de St-Jean-de-Maurienne en la 18ª etapa, momento hasta el que tampoco había entrado en la batalla con los mejores.
Por lo tanto, ni Aru, ni Nieve, ni Chaves, ni Moreno estuvieron en el Tour. Así pues, la respuesta es clara: no se puede salir a disputar la Vuelta a España tras hacer lo propio en el Tour. Aunque, claro está, hemos dejado una derivada olvidada de manera deliberada: ¿qué habría podido hacer Chris Froome? Si el británico no se hubiese caído en Andorra y se hubiese dejado allí un hueso del pie, quizás las líneas que ahora estamos escribiendo fuesen puro papel mojado. Porque el de Nairobi dijo –habría que saber si es verdad– que tenía piernas. Que cada día se encontraba mejor. Pero dar respuesta a eso, invariablemente, es entrar al terreno del ciclismo ficción.
La idiosincrasia propia de la Vuelta
¿Pero esta es una respuesta con una verdad absoluta encerrada? Pues no. No lo es. Y no lo es por la propia idiosincrasia de esta carrera. La Vuelta a España, su organización, ha traspasado este año una frontera. Ha dado un paso más allá que sólo el futuro podrá decir si es acertado o no. Y es la frontera de la dureza. La Vuelta a España ha apretado, varias vueltas, la tuerca de la dureza, especialmente en sus finales. Si eso es bueno o no para el espectáculo está por ver. Los que lo defienden, claro, tienen un buen argumento: a falta de una semana tenemos la carrera más abierta de cuantas se han disputado este año. Sus detractores, también: no estamos viendo movimientos importantes y valientes lejos de meta. Aunque eso tampoco lo vimos en el Tour, todo sea dicho. Si eso engancha al espectador también queda reflejado en las audiencias que está consiguiendo, tarde tras tarde, TVE.
Ahora bien, hablábamos de la idiosincrasia de la Vuelta a España. Esta dureza puede atraer y disuadir a partes iguales. Ese año, el podio del Tour de Francia se ha atrevido a intentarlo y si esto se convertirá o no en tendencia lo tendremos que evaluar observando lo que suceda entre 2016 y 2020 si ASO sigue apostando por este tipo de trazados. Sobre todo, teniendo en cuenta de que de las tres grandes, la Vuelta a España es la única carrera que no cuenta con un calendario definido de carreras que sirvan para preparar la cita. El Giro, por ser la primera del año, sí lo tiene. El Tour, por ser el Tour, también. La Vuelta, incrustada en septiembre y con muchos kilómetros en las piernas, no cuenta con esa senda de aproximación más allá de San Sebastián y Burgos.
Indurain y Armstrong, más el segundo que el primero, supusieron el culmen de la especialización. La máxima expresión de apostarlo todo al Tour. Les salió bien. Contador siguió, durante muchos años, esa máxima, pero los avatares de su carrera le llevaron a cosechar también un interesante palmarés que le llevó a algo que ninguno de los otros dos corredores mencionados han conseguido: la triple corona. Ahora bien, afrontar el Tour y, además, otra de las dos grandes en la misma temporada con la intención de ganarlas, son palabras mayores. Viendo todo lo expuesto, podría parecer que es imposible. O casi. Quizás, y no tiene pinta de que eso pueda suceder, sólo podría darse ese caso si todos, absolutamente todos los grandes vueltómanos, decidieran acudir una temporada a las tres grandes. En igualdad, por lo tanto, de condiciones.